Se dirigio corriendo a la puerta entreabierta, le pego una patada y entro como un cohete en la sala de al lado. Resbalo con los tacones y consiguio meterse debajo de una mesa de reuniones justo a tiempo de evitar chocarse con ella. La sala aparecia desierta, a no ser por las fotografias enmarcadas de color sepia de hombres barbudos cuyas solapas aparecian decoradas con medallas. Un monton de periodicos le bloqueaban el camino. Aimee salio de la sala hacia atras y entro en un austero salon sin amueblar. Justo al otro lado estaban las altas puertas de entrada a mas series de despachos.

Se giro para mirar a Cazaux, el cual, con una sonrisa perversa, le apuntaba con su propia pistola. Chasqueo los dedos e hizo que se dirigira hacia una escalera cerrada.

– Vamos a tomar el aire -dijo Cazaux.

Le aplasto la cabeza con la culata de la pistola al tiempo que hacia que subiera la oscura escalinata. Sus manos nudosas y tensas le sujetaban los brazos por detras como si fueran alfileres. De su oreja manaba un reguero de sangre calida que iba a caer a su hombro, y su olor metalico y empalagoso hacia que se sintiera mareada. O puede que fuera la culata de la pistola, no sabria decirlo. Para cuando llegaron al siguiente piso, ella jadeaba y el ni siquiera se habia inmutado. Para ser un anciano, estaba en buena forma. El se percato y sonrio

– ?Se pregunta como lo hago? -dijo, mientras la obligaba a arrodillarse sobre el escalon superior y le pegaba una patada en la sien.

Le atraveso el cerebro un dolor punzante que le hizo ver las estrellas. El la sujetaba por los brazos de forma que no pudiera tirarse al suelo rodando.

Le pego una brusca bofetada

– Le he hecho una pregunta: ?no quiere saber como lo hago?

Ella queria responder que bebiendo la sangre de sus victimas, pero, sin embargo, se concentro en mantener el equilibrio. Sentia un miedo sin limites ante la crueldad que podia manifestar un ser humano ante otro.

– Inyecciones de embrion de cordero -dijo el-. Me mantienen joven. Tambien me levanta durante horas - anadio con una sugerente sonrisa.

Ella sintio que se moria de asco

– Esta usted enfermo

Sobre la cubierta de pizarra del periodico, se extendian a sus pies los picudos tejados del Marais. Desde las ventanas iluminadas del edificio de l?Academie d?Arquitecture se elvaba el sonido de la musica. La hizo entrar de un empujon en un hueco embaldosado, que una vez fue un balcon. El viento y una fina lluvia le azotaban el rostro.

– SE lo he advertido -dijo el con el tono del que sufre-. En repetidas ocasiones. Le he ofrecido darle lo que quiere, he intentado negociar, pero me temo, mademoiselle Leduc, que usted no se ha mostrado particularmente receptiva.

La condujo a rastras hasta un alfeizar que simulaba ser un parapeto. Ella hinco los tacones en las tuberias que cruzaban el tejado e intento retorcerse para desprenderse de el.

– Sera usted la que cargue con las culpas -dijo el-. De todo. Yo me encargare de eso.- Cazaux tenia guardado un ultimo as para la despedida-. Su preciosa Lili fue la que los mando a los hornos, no yo -dijo con una pequena risita-. Todo fue culpa suya.

?Culpa de Lili! Y en ese momento ya no tuvo miedo de como la mataria. Lo unico que improtaba eran sus mentiras y lo que le hizo a Lili. Vio la irregular esvastica grabada sobre la frente de Lili al tiempo que se lanzaba contra el.

– ?Basta ya de mentiras! -grito

La hirio en la pierna con su punal de la Gestapo, desprendiendole la piel, pero ella no se detuvo. Cayeron dando tumbos al canalon de la esquina sobre las gargolas que, interperritas, ensenaban los dientes. Era sorprendentemente fuerte y fibroso. Con sus huesudos dedos la agarraba del cuello y lo apretaba con fuerza. Con dificultades para respirar y jadeante, ella lo aparto de un empujon. Pero el golpeo su cabeza contra el feo canalon en forma de gargola. Una y otra vez. Ella farfullaba en busca de aire, se veia cegada por su propia sangre. Medio cuerpo colgaba del alfeizar. Con los dedos se agarro al ala de una gargola, en un intento por sostenerse. A sus pies se encontraba la claraboya del tejado de l?Academie d?Arquitecture.

– Usted vendra conmigo -dijo casi sin aliento

Mientras aflojaba la presion con la que se estaba agarrando, utilizo la poca fuerza que le quedaba para tirar de el hasta situarlo por encima de ella. Le oyo chillar antes de soltarle el cuello. Pero ya era demasiado tarde.

Navegaron en el aire frio de la noche. Aterrizaron juntos sobre la claraboya, la cual se rompio en mil pedazos bajo su peso. Fragmentos de cristal, astillados y relucientes como diamantes, le perforaron la piel. Sus piernas separadas se quedaron enganchadas en la manilla de metal de la claraboya, dieron un brusco tiron y se detuvieron mientras ella se balanceaba cabeza abajo antes de conseguir asirse al marco de la claraboya.

Rodeo con la pierna buena los barrotes de apoyo, pero la otra pierna, llena de sangre, colgaba inutil. El largo cuerpo de Cazaux colgaba suspendido del techo, enredado con los cables de la instalacion electrica. Un polvillo azulado relucia a la luz de la luna mientras agitaba nerviosamente las piernas.

– ?Ayudeme! -grito con voz ahogada

Se estaba estrangulando lentamente. El cable le habia raspado el maquillaje del cuello, lo cual dejaba al aire la marca de nacimiento de color marron. Muy por debajo de ellos, una multitud vestida de gala se agrupaba con la boca abierta sobre los trozos de cristal.

– Me estaba preguntando como escondia la marca de nacimiento -espeto ella mientras cogia aire-. Cuanto mas se mueve, mas aprieta. Tome -dio extendiendo hacia el su mano cubierta de sangre.

Intento en vano levantas los brazos, pero estos se encontraban retorcidos por los cables. Se le estaba poniendo la cara azul

– ?Aire! ?Socorro! -dijo con voz rasposa

Se encontraba fuera de toda posibilidad de rescate, ella ni siquiera podia alcanzar la punta de sus dedos

– Necesito hacer una cosa, Laurent de Saux -dijo frotando el holl?n con la mano

La voz se le quebraba y se ahogaba, pero un rayo de esperanza se asomo a sus ojos cuando ella se acerco. Ella estaba a punto de dibujar una esvastica sobre su frente, de marcarlo tal y como el habia marcado a Lili

Se detuvo. Si lo hacia, descenderia a su mismo nivel

– Se ha cerrado el circulo, Laurent, tal y como le dijo Lili a su nuera -dijo-. ?Gracias a Lili Stein no sera usted primer ministro!

Lo contemplo mientras se retorcia hasta morir acompanado por los gritos que llegaban desde abajo

Se encontraba mareada, la pierna se le resbalaba y cientos de agujas le perforaban el cuerpo. Habia terminado lo que Lili empezo; despues de cincuenta anos, Cazaux no causaria mas dano. Lili habia dicho que no olvidasen nunca. Sus dedos cubiertos de sangre no podian ya asirse a la manilla de la claraboya. A sus pies, los critales centelleantes formaban una alfombra sobre el suelo y rezo a Dios para que fuera rapido

– ?Apartese! -consiguio gritar antes de que se le resbalara la pierna y no pudiera sostenerse mas

Desde una oscilante escalera de cuerda le agarro un brazo. Un par de manos secas agarraron con firmeza su mano pegajosa. De repente, el viento la azoto de nuevo y se encontro suspendida en el aire. Unas hojas revoloteaban por encima de su cabeza. Estaba volando. Los grises tejados de pizarra del Marais se encontraban a mucha distancia debajo de ella. Entonces todo se oscurecio.

EPILOGO

La silueta del Louvre bloqueaba la vision, a no ser por un diminuto rectangulo del Sena acerado. El debil sol de noviembre luchaba por entrar a traves de las sucias ventanas de la oficina de Leduc Detectives

– Cazaux casi lo consiguio -dijo Martine. Cruzo las largas piernas, se estiro la minifalda del traje rojo y se ahueco el cabello rubio. Inhalo su cigarrillo con seriedad-. Una pena que estuviera fuera de servicio. Es una conversacion que siempre lamentare haber escuchado.

Aimee, con el ojo vendado, se encogio de hombros. Miles Davis se refugiaba dormido en su regazo. Sorbio el cafe solo con la mano medio buena.

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