– No lo dice.

– ?Son residentes? -pregunto Brunetti.

– Tienen un apartamento, pero vienen como turistas -respondio Pucetti-. Ella paga las facturas del hospital en metalico.

– Entonces, ?como ha ido a parar al ordenador del farmaceutico? -pregunto Brunetti.

– La primera vez fue a comprar analgesicos a la farmacia -dijo Pucetti.

– Le habra hecho falta un monton -musito Vianello.

Haciendo caso omiso de la observacion de Vianello, Pucetti termino su explicacion:

– Por eso esta en el ordenador.

Brunetti considero la conveniencia de intervenir en el caso y desistio.

– Empecemos por los venecianos o, por lo menos, los italianos, a ver si conseguimos que nos digan algo. Si comprenden que estamos enterados del motivo del chantaje, quiza hablen. Y quiza descubramos quien destrozo la farmacia.

– Estan las muestras de la sangre -les recordo Vianello, aunque sin grandes esperanzas de que hubiera resultados-. Seria mas facil si pudieramos cotejar las muestras con la sangre de alguna de esas personas. Las tiene Bocchese desde el dia del asalto a la farmacia.

– O algun laboratorio -dijo Brunetti. Agarro el telefono y marco el numero de Bocchese. El tecnico contesto.

– ?Y esas muestras de sangre? -pregunto Brunetti.

– Estoy bien, gracias, dottore. ?Y usted? Tambien yo me alegro de oirle.

– Perdone, Bocchese, pero tenemos prisa.

– Ustedes siempre tienen prisa, comisario. Nosotros, los cientificos, nos tomamos las cosas con mas calma. Por ejemplo, tenemos que esperar a que las muestras nos lleguen de los laboratorios, y eso nos ensena a tener paciencia.

– ?Cuando las tendran?

– Los resultados tenian que haber llegado ayer -dijo Bocchese.

– ?No podria usted llamarles?

– ?Y preguntarles que?

– Si pueden decirle lo que encontraron en la sangre.

– Si tuvieran los resultados, me los habrian enviado por e-mail.

– De todos modos, ?hara el favor de llamar y preguntarles si ya los tienen? -pregunto Brunetti, procurando mantener la voz lo mas placida y cortes posible.

– Desde luego. Encantado. ?Quiere que le llame cuando sepa algo?

– Si es tan amable -dijo Brunetti.

Bocchese resoplo y colgo.

Ninguno de los otros dos se molesto en preguntar, sabedores del personal y soberano regimen de trabajo de Bocchese, pautado y conocido solo por el mismo.

Brunetti colgo el telefono con estudiada paciencia.

– Los caminos del Senor son infinitos -fue todo lo que se le ocurrio decir.

– ?Como lo enfocamos? -pregunto Vianello, sin mostrar ni la menor curiosidad por los caminos del Senor.

– ?Conoceis a alguna de las personas de la lista? -pregunto Brunetti.

Vianello asintio levantando una carpeta. Pucetti tuvo que buscar un poco mas.

– Veamos -dijo Brunetti, repasando la lista de nombres. Reconocio dos, el de una companera de Paola a la que habia visto una vez y el de un cirujano del hospital que habia operado a la madre de un amigo suyo.

Vista la hora, acordaron que lo mejor seria que cada uno llamara a sus conocidos y concertara una cita para el dia siguiente. Brunetti subio a su despacho y leyo las carpetas. Al dottor Malapiero le habian recetado L-dopa por primera vez tres anos antes. Hasta Brunetti sabia que este era el farmaco mas utilizado en el tratamiento de los primeros sintomas de Parkinson.

Por lo que se referia a Daniela Carlon, la colega de Paola, Brunetti la habia visto en una ocasion, un encuentro casual durante el cual el y Paola se habian sentado con ella a tomar cafe. La conversacion habia resultado mucho mas agradable de lo que el esperaba: al principio, no le habia parecido muy atractiva la idea de asistir como oyente a una conversacion entre una profesora de Literatura Inglesa y una profesora de Persa, pero, al descubrir que Daniela habia pasado anos en el Proximo Oriente con su marido, un arqueologo que seguia trabajando en Siria, Brunetti sintio que se le despertaba el interes. Al poco rato, el y Daniela estaban hablando de Arriano y de Quinto Curcio, mientras Paola escuchaba en silencio, eclipsada por una vez en materia de libros aunque no molesta por ello.

Constaba en el historial clinico de Daniela Carlon que hacia dos meses habia estado ingresada en el hospital, para un aborto. El feto se hallaba en el tercer mes de gestacion. Por lo que Brunetti recordaba de aquella conversacion, que habia tenido lugar poco antes, el marido llevaba ocho meses en Siria.

El comisario decidio hacer en primer lugar la llamada mas facil y, por la esposa del medico, se entero de que el dottor Malapiero estaba en Milan y no regresaria hasta dentro de dos dias. No dejo mensaje y dijo que volveria a llamar.

Daniela contesto al telefono y, despues de un momento de extraneza porque fuera Brunetti y no Paola quien llamaba, pregunto:

– ?Que sucede, Guido?

– Deseo hablar contigo.

La pausa que siguio se prolongo hasta sugerir implicaciones embarazosas.

– Asunto de trabajo -agrego Brunetti, incomodo.

– ?Trabajo tuyo o mio?

– Mio, lamentablemente.

– ?Por que lamentablemente? -pregunto ella.

Esa era precisamente la situacion que Brunetti deseaba evitar: mantener semejante conversacion por telefono, sin poder observar las reacciones ni estudiar las expresiones de ella mientras hablaban.

– Porque se trata de algo relacionado con una investigacion.

– ?Una investigacion policial? -pregunto ella sin ocultar el asombro-. ?Que puede tener que ver conmigo una investigacion policial?

– No estoy seguro, y por eso preferiria hablar de ello personalmente -dijo Brunetti.

– Pues yo prefiero hablar ahora -dijo ella, ya con la voz aspera.

– ?No podria ser manana por la manana? -sugirio el.

– Manana por la manana voy a estar ocupada -dijo ella sin dar explicaciones. Como Brunetti no decia nada, prosiguio-: Mira, Guido, no se me ocurre por que ha de querer hablar conmigo la policia, pero reconozco que siento curiosidad.

Brunetti sabia cuando una persona no iba a dejarse convencer.

– De acuerdo -dijo-. Se trata de tu historial medico.

– ?Que le pasa a mi historial medico? -pregunto ella con frialdad.

– En el consta una interrupcion de embarazo practicada hace tres meses.

– Si.

– Daniela -empezo Brunetti, sintiendose como un sospechoso-, lo que deseo averiguar es si alguien…

– ?Si alguien lo sabe? -termino ella, con encono-. ?Ademas de ese gusano de farmaceutico?

Brunetti sintio que se le erizaba el vello de la nuca. Esforzandose por controlar la voz, pregunto:

– ?Te llamo?

– Llamo a la madre de Luca. ?La llamo a ella! -estallo Daniela-. Le pregunto si estaba enterada de lo que habia hecho su nuera, si sabia que su nuera, embarazada, habia ido al hospital y habia matado a la criatura.

Los dedos de Brunetti oprimieron el telefono. La mujer se echo a llorar y el estuvo escuchando sus sollozos durante mas de un minuto. Al fin dijo:

– Daniela, Daniela, ?me oyes? ?Puedo hacer algo? -No hubo otra respuesta que mas sollozos, y Brunetti penso en llamar a Paola para pedirle que fuera a casa de Daniela, pero se resistia a involucrar a Paola, ni queria que su mujer supiera que el habia hecho aquella llamada.

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