las estrellas.

Entro y encendio su equipo de comunicacion. Alli, segun lo prometido, estaba la pista de aterrizaje, una amplia franja de hormigon sobre la que golpeaba la lluvia. Una docena de figuras se encontraban de pie en la pista, entre los charcos: los diplomaticos humanos. Todos eran civiles, iban vestidos con largos y oscuros abrigos y llevaban paraguas; todos eran hombres. Los alienigenas habian insistido: no negociarian con mujeres, lo cual no decia mucho en favor de su apertura de miras. Pero tal vez habia una explicacion que justificaba aquella intolerancia; siempre era aconsejable no precipitarse en el juicio cuando se trataba con una cultura realmente extrana.

Los militares humanos estaban fuera de camara, y todos los demas se encontraban en la estacion. La pista estuvo fuera de plano hasta que la bienvenida oficial concluyo y los alienigenas se encontraron a salvo en el interior del recinto diplomatico. Pero como gesto de cortesia se habia instalado y conectado una camara en el sistema de comunicacion de la estacion. Todos los humanos que se encontraban en el planeta podrian ver el momento en que se escribia la historia. Anna lleno de cafe la taza.

El avion aterrizo. El agua se elevo formando nubes. Los abrigos largos aletearon y los paraguas intentaron escapar, alzandose como cometas tan negras como el carbon. Uno de ellos se dio vuelta. Anna se echo a reir. ?Que ridiculo!

La puerta del avion se abrio. Ella hizo una pausa, con la taza a medio camino de la boca. Se desplego una escalerilla y la gente salio. Eran humanoides de aspecto fuerte y solido, grises como el cielo y la niebla. Sin abrigo ni paraguas. En lugar de eso, los alienigenas llevaban prendas cenidas al cuerpo, del mismo color que su pelaje.

Se movian bajo la lluvia tan facilmente —con tanta indiferencia— como si el tiempo no importara, como si la lluvia no existiera. Los primeros portaban rifles, con una tira sobre uno de los hombros, un brazo apoyado sobre el canon y la boca apuntada hacia abajo. Parecian relajados, pero se movian (noto Anna) con precision, aunque no con precision militar. Como atletas o actores.

Muy bonito, penso. Realmente impresionante. Los alienigenas tenian sentido teatral.

Se repartieron a ambos lados, formando un pasillo. Entonces salieron las personas importantes: mas cuerpos grises y robustos y, entre ellos, un cuerpo mucho mas alto y mas delgado, con los hombros encorvados bajo la lluvia.

Durante un instante la camara —?quien la operaba?— se acerco rapidamente. Ella vio un rostro sin pelo, largo y estrecho, con la melena chorreante y los ojos entrecerrados. Un humano.

En ese punto, la transmision concluyo.

Empezo a apretar botones, intentando al principio recuperar la imagen, y luego localizar a alguien de la estacion. Fue inutil. Su equipo seguia encendido. Podia oirlo: un zumbido debil y bajo. Pero salvo ese zumbido, nada salia de el. Todo el sistema debia de estar apagado.

Salio a cubierta. El recinto diplomatico se encontraba en la cumbre de la colina que se alzaba detras del puesto de investigacion. Era un grupo de cupulas prefabricadas, apenas visible bajo la lluvia. La pista de aterrizaje, mas alla del recinto, quedaba completamente oculta.

Pudo ver el puesto de investigacion, con el aspecto de siempre: edificios bajos situados en medio de un paisaje de musgo amarillo. Las luces brillaban en las ventanas. Alguien salio por ana puerta, atraveso a toda prisa el espacio abierto y luego se agacho y entro por otra puerta. Sin correr, se dijo, simplemente apresurandose a causa de la lluvia.

Anna volvio a entrar e intento activar otra vez el equipo de comunicacion. Todavia nada. ?Que estaba ocurriendo?

Intento mantener la mente concentrada en el problema que la ocupaba, pero no dejaba de pensar en la pista de aterrizaje y en el hombre que bajaba por la escalerilla del avion de los alienigenas.

La humanidad habia encontrado a los bwarhath… ?cuando? ?Hacia cuarenta anos? En todo ese tiempo, nadie habia cambiado jamas de bando, al menos que ella supiera. Estaban los otros, los incognoscibles, las personas de las horribles naves achaparradas y mas veloces que la luz, que entraban en nuestro espacio y huian si nuestras naves las encontraban, o luchaban y quedaban destruidas. Despues de cuarenta anos de escaramuzas y espionaje, ?que sabia la humanidad sobre ellos? Conocia una de sus lenguas. Algo acerca de su capacidad militar. Habiamos trazado mapas con los limites de su espacio, pero nunca habiamos encontrado un planeta colonizado; solo naves y mas naves y algunas estaciones en la infinidad del espacio. (Anna habia visto un holograma de una de ellas: un cilindro enorme que giraba a la luz de un sol rojo y apagado.)

Todo armado. Por lo que sabian los humanos, los alienigenas no tenian sociedad civil. La humanidad nunca habia tenido una cultura —ni en Esparta, ni en Prusia, ni en Estados Unidos— tan completamente dedicada a la guerra.

?Que hacia entonces aquel hombre —este humano de aspecto absolutamente corriente, de pelo lacio y rubio— entre los alienigenas? ?Era un prisionero? ?Por que habian llevado a un prisionero con su equipo de negociadores?

Volvio a salir a cubierta. Nada habia cambiado. Tal vez debiera acercarse y preguntar que sucedia. Pero si habia problemas, lo mejor seria mantenerse al margen; y si habia problemas, ?no veria a un monton de gente corriendo y el destello de las armas de luz?

Paso aproximadamente una hora yendo y viniendo de la cabina a cubierta. No ocurrio nada, salvo que los peces silbadores se hundieron en las profundidades del agua y no pudo oirlos mas. Mierda. Mierda. Si hubiera querido estar en una guerra, se habria unido a los militares y habria recibido educacion gratuita.

Finalmente, a la una, la pantalla de comunicacion volvio a encenderse; vio el rostro de Mohammed, oscuro y delgado.

—?Que ha ocurrido? —pregunto Anna.

—Hemos tenido un corte temporal de electricidad —respondio el con cautela—. No es probable que vuelva a ocurrir. Asi me lo han asegurado.

Mohammed era el experto del sistema de comunicacion. El no echaba la culpa a otro cuando se trataba de un problema tecnico; de modo que el problema no habia sido tecnico. Alguien habia arrancado el enchufe.

—?Que ocurre con los alienigenas?

—Se han ido al recinto diplomatico, como estaba previsto.

Ella abrio la boca y el alzo una mano.

—No se nada mas, Anna.

Ella apago el equipo de comunicacion y se dedico a observar las otras pantallas.

A las dos, uno de los companeros de Red entro en la bahia. Anna lo capto con el sonar; se desplazo rapidamente por la estrecha entrada del canal y se detuvo al notar la presencia de Red. De dia las criaturas no utilizaban luces, sino que se comunicaban con productos quimicos que expelian en el agua. Ninguno de los instrumentos de Anna conseguia captar los productos quimicos a esa distancia. Solo pudo observar los dos puntos en su pantalla. Permanecieron inmoviles durante un buen rato.

Finalmente, el nuevo alienigena avanzo. No se acerco a Moby Dick, aunque no tenia forma de evitar la masa flotante, y Moby tenia un parecido superficial con un alienigena. Lo suficientemente bueno para burlar a Red, al menos al principio. Pero aquel individuo no demostro el mas minimo interes, lo que parecia indicar que habia obtenido informacion de Red.

Anna imagino una conversacion.

?Hay alguien ahi?

Solo esa extrana criatura que puede hablar como nosotros pero que nunca intenta comerse a nadie ni joder.

?Ah, bueno! No hace falta molestarse siquiera en decir hola.

La criatura se detuvo en medio camino de la bahia. A las tres llego Maria.

—Llegas tarde.

—Me he entretenido en la estacion. Esto te va a volver loca, Anna. Un centenar de trabajadores sobre el terreno, todos especulando al mismo tiempo, y ninguno tiene suficiente informacion para decir algo que tenga sentido.

—Fantastico. Red tiene compania. Acaba de llegar, y no ha intentado acercarse a Moby. Si no son inteligentes, lo simulan muy bien.

Maria sacudio la cabeza.

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