solo se trata de una sirena! —le dije estupidamente. Entonces avanzo hacia mi y me agarro y me abrazo, y, pese a mi mismo, lo tome de la mano. Se agacho, apretando la cabeza contra mi pecho y apretandome tanto la mano que me dolio. El cuarto estaba lleno de la luz roja del vehiculo que hacia sonar la sirena, y luego empezo alejarse.

»—Louis, no puedo soportarlo, no puedo soportarle?—-me gruno, lacrimoso—. Ayudame, Louis, quedate conmigo.

»—Pero, ?que es lo que te aterroriza? —le pregunte—. ?No sabes lo que son estas cosas? —Baje la vista y vi su pelo rubio contra mi chaqueta, y tuve una vision de el de hacia mucho tiempo; aquel caballero alto y elegante, con la cabeza hacia atras, con la capa ondulante, y su voz rica y sonora cuando cantaba en la atmosfera alegre de la salida de la opera, con su baston golpeando el empedrado a ritmo con la musica, y sus grandes ojos vivaces dirigidos hacia una joven que se quedaba fascinada, y Lestat sonreia cuando la musica moria en sus labios; y, por un momento, ese momento en que se encontraban las miradas, todo el mal parecia ahogarse en ese flujo de placer, esa pasion por estar simplemente vivo.

»?Fue este el precio de ese compromiso? ?Una sensibilidad ahogada por el cambio, temblando de miedo? Pense serenamente en todas estas cosas que le podria decir, en como le podria recordar que era inmortal, que nada lo condenaba a su reclusion salvo si mismo, y que estaba rodeado por las senales inequivocas de la muerte. Pero no dije esas cosas y supe que no lo haria.

»El silencio de la habitacion volvio a reinar en torno de nosotros una vez que el vehiculo de la sirena se alejo. Las moscas volaban sobre el cuerpo putrido de una rata y el nino me miro con calma; sus ojos parecian dos canicas brillantes; cerro las manos en el dedo que le puse encima de la pequena boca suave.

»Lestat se habia enderezado, pero solo para agacharse y hundirse de nuevo en el asiento.

»—No te quedaras conmigo —dijo suspirando; pero desvio la mirada y parecio concentrarse en otra cosa—. Queria tanto hablar contigo… —dijo—. ?Esa noche en que llegue a la rue Royale solo queria hablar contigo! —Se estremecio violentamente, con los ojos cerrados y la garganta al parecer contraida. Fue como si los golpes que entonces yo le habia propinado le estuvieran doliendo todavia. Miro ciegamente hacia delante, humedecio sus labios con la lengua, y, con la voz baja, casi natural, dijo: Te segui a Paris…

»—?Eso era lo que querias contarme? —le pregunte—. ?De que querias hablarme?

»Yo podia recordar su insistencia demencial en el Theatre des Vampires. Hacia anos que no me acordaba. No, jamas habia pensado en ello. Y me di cuenta de que ahora lo mencionaba con gran renuncia.

»Pero el unicamente sonrio con esa sonrisa insipida, apologetica. Y sacudio la cabeza. Vi que se le llenaban los desesperados ojos con una secrecion blanda, leganosa.

»Senti un alivio profundo, innegable.

»—?Pero tu te quedaras! —insistio.

»—No —conteste.

»—?Ni yo tampoco! —exclamo el joven vampiro desde la oscuridad de la galeria. Y se quedo un instante en la ventana mirandonos. Lestat lo miro y luego desvio la mirada cobardemente. Su labio inferior parecio hincharse y temblar.

»—Cierra, cierra —dijo, senalando con el dedo la ventana. Luego lanzo un sollozo y, cubriendose la boca con la mano, agacho la cabeza y lloro.

»El joven vampiro desaparecio. Oi sus pasos rapidos en el sendero, luego el fuerte rechinar de la puerta de hierro. Me quede solo con Lestat, mientras el lloraba. Me parece que paso mucho tiempo antes de que dejara de hacerlo. Y, durante todo ese tiempo, yo lo observaba, simplemente. Pensaba en todas las cosas que habian pasado entre nosotros. Recorde cosas que creia absolutamente olvidadas. Y entonces tome conciencia de esa tristeza abrumadora que habia sentido cuando con temple la casa en la rue Royale donde habiamos vivido. Unicamente que no me parecio tristeza por Lestat, por aquel vampiro alegre y elegante que alli habia vivido. Parecio tristeza por otra cosa, algo que superaba a Lestat, que solo lo incluia y era parte de la inmensa tristeza por todas las cosas que alguna vez yo habia perdido o amado, o conocido. Me parecio entonces que yo estaba en otro sitio, en otro tiempo. Y ese sentimiento fue muy real, pues me acorde de una habitacion donde los insectos habian zumbado como ahora zumbaban aqui, y el aire habia estado espeso y cerrado por la muerte, aunque mezclado con el perfume de la primavera que reinaba afuera. Y yo estaba a punto de conocer ese lugar y de conocer, con el, un dolor terrible, un dolor tan terrible que mi mente lo eludio: “No —pense—, no me lleves de vuelta a ese sitio”. Por eso retrocedi evitando aquellos recuerdos. Y ahi estaba yo de nuevo con Lestat. Atonito, vi que mi propio miedo caia, liquido, sobre el rostro del nino. Vi brillar su mejilla, que se llenaba con la sonrisa del nino. Debe de haber visto la luz en mis lagrimas. Le puse una mano sobre la cara y le limpie las lagrimas y las mire con sorpresa.

»—Pero, Louis… —decia Lestat en voz baja—. ?Como puedes seguir como antes, como puedes soportarlo? —Levanto la vista y tenia la misma mueca y el rostro cubierto de lagrimas—. Dimelo, Louis, ayudame a comprender. ?Como puedes llegar a entender todo esto? ?Como puedes aguantarlo?

»Pude ver, por la desesperacion de sus ojos y el tono mas profundo que ahora tenia su voz, que el tambien estaba avanzando hacia algo que, para el, era muy doloroso, hacia un sitio donde no se habia animado a entrar desde hacia mucho tiempo. Pero entonces, incluso cuando lo mire, sus ojos parecieron volverse brumosos, confundidos. Se apreto la bata y, sacudiendo la cabeza, miro el fuego. Temblo y gimio.

»—Tengo que irme, Lestat —le dije. Me senti cansado, cansado de el y cansado de esa tristeza. Y anhele la quietud de afuera, la perfecta quietud a la que me habia acostumbrado tan por completo. Pero, cuando me puse de pie, me di cuenta de que me llevaba al nino.

»Lestat me miro con sus grandes ojos agonicos y su rostro pulido, eterno.

»—Pero, ?volveras… volveras a visitarme…, Louis? —me pregunto.

»Me aleje de el, oi que me volvia a llamar y, en silencio, abandone la casa. Cuando llegue a la calle, volvi la mirada y lo vi gesticulando en la ventana como si tuviera miedo de salir. Me di cuenta de que no habia salido desde hacia muchisimo tiempo, y pense que tal vez jamas volviera a salir.

»Volvi a la pequena casa de donde el vampiro habia sacado al nino y lo deje alli, en su cuna.

»Poco tiempo despues —relato el vampiro—, le conte a Armand que habia visto a Lestat. Quizas un mes despues, no estoy seguro. El tiempo significaba poco para mi, y sigue significandolo. Pero para Armand tenia gran importancia. Se asombro de que no se lo hubiera mencionado antes.

»Esa noche caminabamos por esa parte de la ciudad que da paso al parque Audubon y donde el malecon es una cuesta solitaria y cubierta de hierba que desciende a una playa enlodada, llena de maderos que reciben las lamidas de las aguas del rio. En la ribera mas lejana se veian las luces mortecinas de las industrias y de las empresas fluviales. Eran puntos verdes y rojos que temblaban en la distancia como estrellas. Y la luz de la luna mostraba la rapida y amplia corriente. Alli incluso el calor del verano desaparecia con la brisa fresca del agua que levantaba suavemente el musgo del roble retorcido en donde nos sentamos. Yo recogia hierba y la probaba, aunque el sabor era amargo. El gesto parecia natural. Pensaba que tal vez jamas volveria a salir de Nueva Orleans. Pero, ?que importancia tienen esas ideas cuando puedes vivir para siempre? ?No irse jamas de Nueva Orleans? Aquello parecia un simple deseo humano.

»—?Y no tuviste ningun deseo de venganza? —me pregunto Armand. Estaba echado en la hierba, a mi lado, apoyado en un codo y con los ojos fijos en mi.

»—?Por que? —le pregunte con calma; yo deseaba, como me pasaba a menudo, que no estuviera alli, que me dejara a solas; a solas con ese rio poderoso y fresco bajo la luna mortecina—. He conocido la venganza perfecta. El se esta muriendo, muriendo de rigidez, de miedo. Su mente no puede aceptar el paso del tiempo. Nada hay tan sereno y digno como esa muerte de vampiro que una vez me describiste en Paris. Y pienso que el se esta muriendo con la misma torpeza y falta de gracia con que los humanos mueren en este siglo… Se esta muriendo de viejo.

»—Pero, tu… ?que sentiste? —insistio en voz baja. Quede perplejo por el caracter personal de esa pregunta y por todo el tiempo que habia pasado desde que habiamos dejado de tratarnos de esa forma. Entonces, me acudio intensamente a la memoria su actitud normal, calma y recogida; mire su pelo negro y los ojos grandes, que a veces parecian melancolicos, y que frecuentemente no parecian ver otra cosa que sus propios pensamientos. Esa noche, en cambio, estaban encendidos con un fuego que era anormal.

»—Nada —conteste.

»—?Nada, de ningun modo?

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