incluso una especie de euforia, como si se produjese algo asi como un cortocircuito en el tiempo y yo fuese el mismo de entonces, con un monton de primeras veces ante mi. Lo cual es una ilusion, si, pero una ilusion que no esta nada mal.

Bordee la interminable reja que cine el puerto, recorriendo el paseo Vittorio Veneto por el carril bici. La ciudad, despues de toda la lluvia que habia caido, parecia cubierta de laca negra y brillante. Sin bicicletas, sin peatones, muy pocos coches. Era como una escena de Blade Runner, y esta sensacion se acentuo cuando me meti por las calles desiertas y lividas que se desparramaban entre la Feria del Levante, un gigantesco complejo industrial abandonado desde hace anos, y el antiguo matadero municipal, reconvertido ahora en biblioteca nacional, cuyos patios parecen cuadros de De Chirico. Por esa parte de la ciudad no hay bares, ni restaurantes, ni tiendas. Solo talleres, depositos, almacenes desiertos, chimeneas inactivas, patios de fabricas cerradas desde hace anos y llenos de hierbajos, perros vagabundos, buhos, y huidizos zorros urbanos.

La inquietante amenaza que emana de esos sitios ejerce, curiosamente, un efecto beneficioso sobre mi. Como si me expurgase de mis inquietudes personales, atrayendolas hacia su sombrio vortice. Como si el miedo impreciso de un peligro externo me liberase del miedo, peor y menos controlable, de un peligro interior. Cuando doy estos paseos, por lugares desiertos y espectrales, duermo luego como un nino y, normalmente, tambien me despierto de buen humor.

Me encontraba en el medio de la no man's land, en la frontera entre el barrio Liberta y el barrio San Girolamo cuando, en una callejuela lateral, en la plenitud de aquella oscuridad humeda y algo sucia, vi un anuncio luminoso azul y rojo, similar a un viejo neon de los anos cincuenta.

Se trataba de un bar, y parecia como si alguien lo hubiera arrojado alli, entre los hangares industriales, los talleres y la oscuridad, desde un lejano lugar y un tiempo igual de lejano.

El nombre del bar era Chelsea Hotel n.° 2, es decir, el titulo de una de mis canciones preferidas, y desde el interior salia una luz verde y tenue, a causa de los cristales esmerilados, verdes, precisamente, y gruesos.

Entre y mire alrededor. En el aire flotaba un olor muy agradable: a comida, a limpio, y, ligeramente, a especias. Era como el olor de algunas casas, calido y seco y confortable.

El local estaba decorado con piezas de mobiliario americano de los anos cincuenta-sesenta, en consonancia con el anuncio de neon de la puerta y colocadas de forma aparentemente casual. En realidad, pense mientras lo miraba, la decoracion tenia muy poco de casual. Debia ser obra de alguien que sabia muy bien lo que se hacia y al que -o a la que- le habia gustado hacerlo. Las paredes estaban recubiertas de carteles publicitarios de peliculas. Algunos de los mas antiguos parecian originales y tenian un aire exquisito.

La musica estaba a un volumen aceptable -odio la musica a todo volumen, salvo raras excepciones-, habia bastante gente, teniendo en cuenta la hora, y en el aire se advertia algo que solo consegui descifrar mientras me sentaba en la barra, en un taburete alto de madera forrado de cuero.

El Chelsea Hotel n.° 2 era un local gay. En ese instante de epifania recorde que, anos antes, me habian contado que la zona mas animada y con mas gente del ambiente gay de Nueva York era, precisamente, el barrio de Chelsea. Asi pues -me dije en un susurro mental- el nombre del local en el que habia entrado, tan deliberadamente americano, no era casual ni obedecia (solo) a la pasion por Leonard Cohen.

En una mesa habia dos chicas cogidas de la mano, que se hablaban callandito y que se besaban de vez en cuando. Me recordaron a las dos Giovanne, unas amigas de Margherita, paracaidistas y expertas en artes marciales. Es mas, durante unos instantes me pregunte si no serian ellas, antes de comprender que las dos Giovanne no eran las unicas lesbianas de la ciudad.

En las otras mesas la presencia era mayoritaria o casi exclusivamente masculina.

De repente me senti en una famosa escena de la pelicula Loca academia de policia. Esa en la que las dos reclutas descerebradas acaban en un local gay sado-maso donde terminan bailando agarrado con unos energumenos armados de bigotazos, gorras nazis y uniformes de cuero negro. Me pregunte a cuantos tipos de esos seria capaz de derribar antes de que, inevitablemente, me redujeran y sodomizaran.

Si, de acuerdo, he exagerado. La situacion, en realidad, era normalisima, la musica no era de los Village People (mientras hacia estas reflexiones se deslizaba muy sobriamente, como musica de fondo, «Dance me to the end of love») y nadie iba vestido, ni siquiera de lejos, en plan sado-maso.

Pero, una vez aclarado esto, mi presencia alli no dejaba de prestarse a todos los equivocos. Me imagine que haria si me encontraba con algun conocido -quiza con un colega o con un magistrado-, como intentaria explicarle que habia terminado alli solo a causa de mi costumbre de dar largos paseos nocturnos por las zonas degradadas de la ciudad.

Intente recordar que abogados y jueces conocia que fueran gays. Me vinieron cinco a la cabeza y comprobe, con alivio, que ninguno de ellos estaba alli.

Luego, inmediatamente despues de este screening demencial, me dije que debia haberme vuelto ligeramente gilipollas. Aunque la situacion fuese, ?como decirlo?, algo atipica, tampoco era normal que mirase a mi alrededor con ese aire preocupado y vagamente furtivo, como si el letrero del local fuese CRAL Homosexuales Justicia o algo parecido.

Mientras estaba planeando una estrategia para salir con desenvoltura -de aquel sitio y, a ser posible, tambien de mi agilipollamiento- una voz se impuso sobre las notas de Leonard Cohen, haciendo que se esfumaran para siempre las posibilidades de que mi paso por el Chelsea Hotel n.° 2 pasase desapercibido.

– ?Abogado Guerrieri!

Me volvi hacia mi derecha mientras enrojecia y me preguntaba como justificaria ante la propietaria de esa voz, fuese quien fuese, mi presencia en el local.

Nadia. Nadia No Recordaba Su Apellido.

Habia sido una de mis clientes, cuatro o cinco anos antes.

Ex modelo, ex actriz porno, ex acompanante de lujo, habia sido arrestada por haber organizado y dirigido una excursion de acompanantes muy guapas y muy caras. Consegui que la absolvieran, algo inesperado, gracias a lo que los legos en la materia llamarian un sofisma. En realidad, habia descubierto un error de forma en las intervenciones o escuchas y, esta vez, la acusacion se habia venido abajo como una galleta cracker cuando la desmenuzas.

El recuerdo que tengo de Nadia, el dia del juicio, es muy preciso. Vestia un traje de chaqueta gris marengo, una blusa blanca, iba sobriamente maquillada y parecia todo menos una prostituta. En realidad, ya habia constatado antes, todas las veces en las que nos habiamos visto, que no se correspondia con ninguno de los cliches de su profesion. La primera vez, en la carcel, inmediatamente despues de que fuera arrestada; luego en mi bufete; y por ultimo, en efecto, en el tribunal.

Esa noche llevaba unos vaqueros descoloridos y una camiseta blanca y adherente. Parecia -no se como expresarlo- mayor y, al mismo tiempo, mas joven y, pese a lo informal de su atuendo, estaba igual de elegante. Intente recordar si cuando era mi cliente me habia fijado ya en lo guapa que era.

– Hola, ?como estas?…, es decir, buenas noches. Me ha salido hablarle de tu sin querer…, es decir, es que estoy sorprendido.

– A mi tambien me ha sorprendido encontrarte aqui. Bienvenido a mi local.

– ?Su local? ?Este lugar es suyo?

– Por mi no hay problemas en seguirnos tuteando.

– ?Ah, si, claro! Por mi tampoco.

– ?Y que es lo que haces por aqui?

Lo dijo sonriendo y me parecio notar que con un punto de malicia juguetona. La verdadera pregunta, sobreentendida pero no demasiado, era: ?asi que eres gay? Ahora entiendo por que, cuando fui tu cliente, te comportaste con tanta correccion y no intentaste jamas aprovecharte de la situacion.

NO. No soy gay. He entrado aqui por casualidad, porque por las noches doy largos paseos por las zonas mas apartadas de la ciudad, porque me gusta caminar por donde no hay nadie y no, no he venido aqui para ligar, y, si, si, me doy cuenta de que cuesta creerlo, pero te aseguro que solo estaba dando un paseo sin rumbo fijo, he visto la luz en medio de la oscuridad y he entrado, pero NO sabia que este fuese un local…, bueno, un local de este tipo, no es que tenga prejuicios, entendamonos, soy un tipo de izquierdas, abierto de ideas, y tengo muchos amigos homosexuales.

De acuerdo, no tantos, pero algunos si. En cualquier caso, repito: no soy gay.

No dije eso. Encogi los hombros y puse, creo, una cara que podia significar todo. Es decir, que no significaba nada. Es decir, que era la mas apropiada para aquella situacion.

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