– Buenas tardes, farero jefe -dice en voz alta, y desdobla la manta-. Tengo aqui algo que al parecer se le ha perdido.

4

El tercer amanecer de Joakim en la finca de ludden fue el comienzo de su ultimo dia de felicidad en muchos anos; quiza en toda su vida.

Por desgracia, estaba demasiado estresado para apreciar lo bien que se sentia.

La noche anterior, a Katrine y a el se les hizo tarde. Despues de que los ninos se durmieran, estudiaron la habitacion sur de la planta baja y consideraron los colores que se adecuarian mejor a sus diferentes personalidades. Habian decidido que el blanco seria el tono base de toda la planta baja, tanto en paredes como techos, mientras que los elementos de madera, como las vigas y los marcos de las puertas, podian variar de una habitacion a otra.

Se acostaron a las once y media. La casa quedo en silencio, pero un par de horas despues, Livia comenzo a llamar. Katrine apenas suspiro y se levanto de la cama sin decir nada.

Toda la familia se levanto pasadas las seis. En ese momento, el horizonte del este aun estaba negro.

Joakim comprendio que la gran oscuridad invernal se acercaba. Apenas quedaban dos meses para Navidad.

Los cuatro se reunieron alrededor de la mesa de la cocina a las siete. Joakim queria salir cuanto antes hacia Estocolmo y se bebio el te antes de que Katrine y los ninos se sentaran. Cuando metio su taza en el lavaplatos, vio una linea anaranjada de luz solar todavia oculta por el mar, y mas arriba, en el cielo, una formacion negra de pajaros en V que se mecia suavemente sobre el mar Baltico.

?Eran gansos o grullas? Aun estaba demasiado oscuro para distinguirlas con claridad; ademas, el no sabia mucho de aves migratorias.

– ?Veis los pajaros ahi fuera? -dijo, senalando por encima de su hombro-. Hacen lo mismo que nosotros…, se mudan al sur.

Nadie dijo nada. Katrine y Livia comian sus sandwiches, Gabriel se concentraba en succionar la papilla de arroz de su biberon.

Los dos faros, abajo sobre el mar, se elevaban hacia el cielo como estrechos castillos de cuento: el del sur titilaba regularmente con su luz roja. Desde las altas ventanas de la torre norte llegaba una debil luz blanca fija.

Era extrano, pues hasta entonces no habia visto encendido ese faro. Joakim se acerco a la ventana. Quiza el brillo blanquecino fuera un reflejo del amanecer, aunque realmente parecia proceder del interior de la torre.

– ?Hay mas pajaros mudandose, papa? -pregunto Livia a su espalda.

– No.

Joakim dejo de observar los faros y regreso a la mesa del desayuno para recogerla.

A las aves migratorias les esperaba un largo viaje, lo mismo que a el. Ese dia tenia que conducir cuatrocientos cincuenta kilometros para recoger las ultimas pertenencias de la casa de Bromma. Despues, pasaria la noche en casa de su madre Ingrid, un adosado en Jakobsberg, y al dia siguiente conduciria de vuelta a Oland.

Ese seria su ultimo viaje a la capital, por lo menos en lo que quedaba de ano.

Gabriel parecia alegre y contento, a Livia en cambio se la veia enfadada. Se habia levantado de la cama con la ayuda de Katrine, pero aun tenia sueno y guardaba silencio. Sostenia el sandwich en una mano, acodada sobre la mesa, mirando fijamente su vaso de leche.

– Come de una vez, Livia.

– Mmm…

No era madrugadora, pero cuando llegaba a la guarderia, su humor solia mejorar. La semana anterior la habian cambiado a un grupo de mayores y parecia sentirse a gusto.

– ?Que vais a hacer en la guarderia hoy?

– No es una guarderia, papa. -Levanto la mirada hacia el con irritacion-. Gabriel va a la guarderia. Yo voy al colegio.

– A preescolar, ?no? -pregunto Joakim.

– Al colegio -insistio la nina.

– Vale…, ?que vais a hacer hoy?

– No se -dijo ella, y volvio a fijar la vista en la mesa.

– ?Jugaras con algun amigo nuevo?

– No lo se.

– Bien, pero ahora bebete la leche. Tenemos que irnos a Marnas, a la… colegio.

– Mmm…

A las siete y veinte el sol se elevaba en el horizonte. Los rayos dorados se extendian lentamente sobre el mar en calma, pero no proporcionaban nada de calor. Seria un dia soleado, aunque frio: el termometro colgado en el exterior de la casa marcaba tres grados.

Joakim estaba en el jardin, retirando la escarcha acumulada en los cristales del Volvo. Luego abrio las puertas traseras para que entraran los ninos.

Livia se sento en su silla sin ayuda de nadie y se puso a Foreman en el regazo. Joakim aseguro a Gabriel a una sillita mas pequena, junto a ella. A continuacion, se acomodo en su asiento.

– ?Mama no nos va a decir adios con la mano? -pregunto el.

– Tenia que ir al bano -dijo Livia-. Iba a hacer caca. Siempre tarda un buen rato.

La nina se habia espabilado tras el desayuno y estaba mas habladora. Una vez llegara a la guarderia estaria llena de energia.

Joakim se recosto en el asiento y miro la pequena bicicleta roja de Livia y el triciclo de Gabriel en el jardin. Observo que no tenian candado. Aquello no era la ciudad.

Katrine salio al jardin un par de minutos mas tarde, apago la lampara del recibidor y cerro con llave la puerta principal. Llevaba puesto un anorak rojo brillante con capucha, y unos pantalones de chandal azul. En Estocolmo, solia vestir de negro, pero alli, en Oland, habia empezado a usar ropa mas comoda y colorida.

Les dijo adios con la mano y acaricio la pared de madera pintada de rojo junto a la puerta. Tenia ojeras a causa de la falta de sueno, pero sonrio hacia el coche.

Su casa. Joakim le dijo adios con la mano y ella volvio a sonreir.

– Ahora nos vamos -dijo Livia en el asiento trasero.

– ?Vamos! ?Vamos! -grito Gabriel, y se despidio de la casa con la mano.

Joakim arranco el motor y las luces del coche se encendieron. Una fina capa de escarcha cubria el suelo, un anuncio del frio que se acercaba. Dentro de poco, tendria que utilizar las ruedas de invierno.

En el asiento trasero, Livia se puso enseguida unos auriculares para oir las aventuras del oso Bamse: le habian regalado un pequeno casete y en unos minutos aprendio el funcionamiento de los botones. Cuando sonaban canciones en la cinta dejaba que Gabriel las escuchara.

El camino que conducia a la carretera de la costa era una senda cubierta de grava que discurria entre un pequeno y frondoso bosque y una zanja, junto a un viejo muro de piedra. Era estrecha y sinuosa, y Joakim condujo despacio cogiendo con fuerza el volante. Aun no se conocia bien todas las curvas.

Su nuevo buzon de chapa colgaba de un poste junto a la carretera nacional. Joakim redujo la velocidad y miro si se veian luces de otros coches. Pero todo estaba oscuro y vacio en ambos sentidos. Tan desierto como al otro lado de la carretera, por donde se extendia una cienaga pajiza.

No encontraron nada de trafico al atravesar el pequeno pueblo de Rorby y entrar en Marnas, y apenas vieron gente en la calle. Solo los adelantaron una furgoneta de pescado y un par de colegiales de unos diez anos que corrian hacia la escuela con las mochilas rebotandoles en la espalda.

Joakim doblo en la calle principal y continuo hasta la plaza desierta. Unos cuantos metros mas alla, se encontraba el colegio de Marnas, y junto a el, en un jardin vallado con toboganes y cajones de arena y algunos

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