dedicaba el resto del tiempo a la casa.
Celebraron el segundo cumpleanos de Livia con Ethel e Ingrid en medio de una confusion de suelos levantados, botes de pintura, rollos de papel de pared y lijadoras. Solo tenian agua fria, pues el calentador se habia estropeado ese mismo fin de semana.
Sin embargo, cuando Livia cumplio tres anos pudieron celebrar una tradicional fiesta infantil con suelos recien acuchillados, paredes pulidas y empapeladas y escaleras y barandillas reparadas y enceradas. Y en el primer cumpleanos de Gabriel, la casa estaba practicamente reformada.
En la actualidad la casa parecia de nuevo una mansion de fin de siglo, y podian entregarla en buen estado, a no ser por las hojas del jardin y el cesped sin cortar. Sus nuevos propietarios iban a ser los Stenberg: una pareja en la treintena, sin hijos, que trabajaban en Estocolmo, pero no querian vivir en el centro.
Joakim detuvo el coche en la entrada de grava y dio marcha atras de forma que el remolque quedara junto al garaje. Se apeo y miro alrededor.
Toda la manzana estaba en silencio. Los unicos vecinos cuya casa quedaba a la vista eran los Hesslin. Lisa y Michael Hesslin se habian hecho buenos amigos de Katrine y Joakim; pero esa tarde sus coches no estaban en la entrada. Habian pintado la fachada el verano anterior, en esa ocasion de amarillo. Cuando la revista
Joakim volvio la cabeza y miro hacia la valla de madera y la entrada de grava de Appelvillan.
Penso sin querer en Ethel. Habia pasado casi un ano, pero aun recordaba sus gritos.
Junto a la valla, un estrecho sendero conducia a una arboleda. Aquella noche, nadie vio a Ethel recorrerlo, aunque fuera el camino mas corto para llegar al lago.
Se encamino hacia la casa y levanto la vista hacia la blanca fachada. El color aun conservaba su lustre, y Joakim recordo todos y cada uno de los largos brochazos que habia dado cuando la pintara, con finas capas de aceite de linaza, hacia dos veranos.
Introdujo la llave en la cerradura, abrio y entro. Al cerrar tras de si, permanecio inmovil.
Tras la mudanza habia limpiado, y el suelo aun aparecia libre de polvo. Todos los muebles, alfombras y cuadros habian desparecido del recibidor y de los salones: pero permanecian los recuerdos. Eran muchos. Durante mas de tres anos, Katrine y el se habian dejado la piel en aquella casa.
Las habitaciones que lo rodeaban estaban en completo silencio, pero en su interior el podia oir el eco de los martillazos y sierras. Se quito los zapatos y entro en el recibidor. Aun flotaba en el aire un ligero olor a productos de limpieza.
Recorrio las habitaciones, quiza fuera la ultima vez que lo hacia. En el piso de arriba, en uno de los dos cuartos de invitados, se detuvo en el umbral durante unos segundos. Una pequena habitacion con una sola ventana. Papel pintado blanco brillante y el suelo desnudo. Alli habia dormido Ethel mientras vivio con ellos.
En el sotano aun quedaban unas cuantas cosas, las que no habian cabido en el camion de la mudanza. Joakim bajo la empinada y estrecha escalera y comenzo a recogerlas: un sillon, unas cuantas sillas, un par de colchones, una pequena escalera y una jaula polvorienta, recuerdo de William el periquito, muerto hacia unos anos. No habian tenido tiempo de limpiar alli, pero encontro la aspiradora. La encendio y la paso rapidamente por el suelo de cemento pintado y luego, con una bayeta, quito el polvo de armarios y molduras.
De esta manera, la casa quedo casi vacia e impecable.
A continuacion reunio todos los utensilios de limpieza -aspiradora, cubos, productos varios y bayetas- y los dejo al pie de la escalera del sotano.
En el cuarto de carpinteria, a la izquierda, aun colgaban de la pared muchas de sus herramientas de reserva. Joakim empezo a colocarlas en una caja de mudanza. Martillo, limas, alicates, taladradoras, escuadras, destornilladores. Quiza los destornilladores modernos fueran mejores, pero no eran tan solidos como los antiguos.
Pinceles, serruchos de punta, nivel, metro… Sostenia un cepillo en la mano cuando de pronto oyo que se abria la puerta principal en el piso de arriba. Enderezo la espalda y aguzo el oido.
– ?Hola? -dijo una voz de mujer-. ?Kim?
Era Katrine, y parecia preocupada. Oyo como cerraba la puerta de la calle tras si y entraba en el recibidor.
– ?Aqui abajo! -grito-. En el sotano.
Volvio a aguzar el oido, pero no obtuvo respuesta.
Avanzo hacia la escalera del sotano y siguio escuchando. Al ver que arriba todo permanecia en silencio, subio apresuradamente al tiempo que comprendia lo improbable que seria ver a Katrine en el recibidor.
No habia nadie. El lugar estaba tan desierto como a su llegada, hacia media hora. Y la puerta de la calle seguia cerrada.
Se acerco a ella e hizo un intento de abrirla. No estaba cerrada con llave.
– ?Hola? -grito hacia el interior de la casa.
Ninguna respuesta.
Durante los siguientes diez minutos Joakim recorrio la vivienda habitacion por habitacion, a pesar de saber que no encontraria a Katrine por ninguna parte. Era imposible, su esposa se encontraba en Oland.
?Por que habria cogido el coche y conducido tras el hasta Estocolmo, sin ni siquiera llamar antes?
Habia oido mal. Tenia que haber oido mal.
Miro el reloj. Las cuatro y diez. Casi habia anochecido al otro lado de la ventana.
Saco su movil y marco el numero de ludden. Katrine ya deberia haber regresado a casa despues de recoger a Livia y Gabriel.
Sonaron seis senales, luego siete y ocho. No hubo respuesta.
La llamo al movil. No obtuvo respuesta.
Intento no preocuparse mientras recogia las ultimas herramientas y muebles y lo cargaba todo en el remolque. Pero cuando acabo, apago las luces de la casa y cerro con llave, cogio de nuevo el telefono y marco un numero local.
– Westin.
Su madre siempre sonaba preocupada al responder, penso Joakim.
– Hola, mama, soy yo.
– Hombre, Joakim. ?Estas en Estocolmo?
– Si, pero…
– ?Cuando vendras?
Percibio su alegria al oir que era el, e igual de clara su desilusion cuando le dijo que no podria pasar a visitarla esa noche.
– ?No puedes? ?Ha ocurrido algo?
– No, que va -contesto enseguida-. Pero creo que es mejor que regrese a Oland hoy. Tengo el cuadro de Ramble en el portaequipajes y muchas herramientas en el remolque. No quiero dejarlo en la calle durante la noche.
– Vaya -dijo Ingrid en voz baja.
– Mama…, ?te ha llamado Katrine hoy?
– ?Hoy? No.
– Bien -dijo enseguida-. Solo era curiosidad.
– ?Cuando tienes previsto volver por aqui?
– No lo se -respondio-. Ahora vivimos en Oland, mama.
Nada mas colgar, llamo de nuevo a ludden.
Ninguna respuesta aun. Eran las cuatro y media. Arranco el coche y salio a la calle.
Lo ultimo que Joakim hizo antes de conducir hacia el sur fue entregar las llaves de Appelvillan a la inmobiliaria. Ahora Katrine y el carecian de toda propiedad en Estocolmo.
Cuando se incorporo a la autopista, la salida hacia los suburbios de las afueras se encontraba en plena hora punta, y tardo cuarenta y cinco minutos en dejar la capital. Cuando el trafico finalmente se volvio mas fluido eran las seis menos cuarto, y Joakim se detuvo en un aparcamiento cerca de Sodertalje para llamar a Katrine de nuevo.
Sonaron cuatro senales, despues descolgaron el auricular.
– Tilda Davidsson.
