el floreado edredon. Se inclino sobre la cama.
– ?Estas dormida?
Livia levanto la cabeza.
– ?Que?
Joakim puso el animal de tela sobre la cama, junto a ella.
– Foreman se habia caido al suelo.
– ?Se ha hecho dano?
– No…, no creo que se haya despertado siquiera.
Ella paso el brazo alrededor de su muneco favorito, un animal de tela con dos piernas y cabeza de oveja que habia comprado en Gotland el verano anterior. Mitad oveja, mitad hombre. Joakim habia bautizado al extrano objeto como Foreman, en recuerdo del boxeador que un par de anos antes habia regresado al ring despues de cumplir los cuarenta y cinco anos.
Alargo la mano hacia la frente de Livia y se la acaricio con cuidado. Tenia la piel tibia. Ella se relajo, dejo caer la cabeza sobre la almohada y luego lo miro de reojo.
– ?Llevas mucho rato aqui, papa?
– No -respondio Joakim.
– Habia alguien aqui -dijo la nina.
– Era solo un sueno.
Livia asintio y cerro los ojos. Se quedo dormida.
Joakim se incorporo, giro la cabeza y vio de nuevo el debil brillo intermitente del faro sur a traves del estor. Dio un paso hacia la ventana y lo levanto unos centimetros. La ventana daba al oeste y los faros no se veian desde alli, pero el resplandor rojo barria el campo vacio que habia detras de la casa.
La respiracion de Livia se habia vuelto acompasada: dormia profundamente. A la manana siguiente no recordaria que el habia estado en su habitacion.
Echo un vistazo al cuarto del nino. Era el ultimo dormitorio reformado; Katrine lo habia empapelado y amueblado mientras Joakim se encargaba de limpiar la casa de Estocolmo tras la mudanza.
Todo estaba en silencio. Gabriel, de dos anos y medio, yacia como un bulto inmovil en su camita junto a la pared. Ese ultimo ano, el nino se acostaba a las ocho de la tarde y dormia casi diez horas seguidas. Un habito asi era la fantasia de cualquier familia con hijos pequenos.
Joakim se dio la vuelta y se alejo en silencio por el pasillo. La casa resonaba y se estremecia a su alrededor; los crujidos sonaban casi como pasos.
Cuando volvio a meterse en la cama, Katrine dormia profundamente.
Ese mismo dia por la manana, la familia habia recibido la visita de un tranquilo y sonriente hombre de unos cincuenta anos. Habia llamado con los nudillos a la puerta de la cocina, en la parte norte de la casa. Joakim habia abierto creyendo que era un vecino.
– Hola -saludo el extrano-. Soy Bengt Nyberg, del
Nyberg llevaba una camara colgada sobre su prominente estomago y un cuaderno en la mano. Joakim vacilo antes de estrecharle la mano.
– He oido que durante estas ultimas semanas habian pasado unos cuantos camiones de mudanza en direccion a ludden -dijo el periodista-, asi que he pensado que la casa estaria habitada.
– Solo yo me acabo de mudar -respondio Joakim-. El resto de mi familia se instalo aqui hace tiempo.
– ?Se han mudado por etapas?
– Soy profesor -aclaro el-. No he tenido mas remedio que trabajar hasta ahora.
Nyberg asintio.
– Comprendera que tendremos que escribir algo sobre esto -dijo-. Publicamos una pequena noticia sobre la venta de ludden, y ahora la gente querra saber quien la ha comprado…
– Describanos como una familia normal -contesto Joakim enseguida.
– ?De donde son?
– De Estocolmo.
– Como la familia real -comento el periodista, y miro a Joakim-. ?Haran como el rey y solo viviran aqui mientras haya sol y calor?
– No, viviremos aqui todo el ano.
Katrine aparecio en el recibidor y se coloco junto a su marido. El la miro de reojo, ella asintio brevemente y entonces invitaron a Nyberg a entrar. Este traspaso el umbral lentamente, sin prisa.
Decidieron sentarse en la cocina, que con su nuevo mobiliario y el suelo de madera acuchillada era la estancia mas reformada de la casa.
En agosto, mientras Katrine y el instalador de suelos olandes trabajaron alli, encontraron algo interesante: un pequeno escondrijo debajo de las tablas del suelo, un cofrecillo de piedra caliza. En su interior, habia una cuchara de plata y un mohoso zapato de nino. El instalador le habia contado que se trataba de una ofrenda a la casa para asegurar a los habitantes de la misma muchos hijos y suficiente comida.
Joakim hizo cafe de puchero y Nyberg se sento a la larga mesa de madera de encina. Abrio su bloc.
– ?Como empezo todo esto?
– Bueno…, nos gustan las casas de madera -dijo Joakim.
– Nos encantan -puntualizo Katrine.
– Pero debio ser un gran paso… comprar ludden y mudarse de Estocolmo.
– Para nosotros no fue un gran paso -explico Katrine-. Teniamos una casa en Bromma, pero queriamos cambiarla por otra en esta zona. Empezamos a buscar el ano pasado.
– ?Por que el norte de Oland? -pregunto Nyberg.
Esta vez fue Joakim el que respondio:
– Katrine se siente un poco olandesa…, su familia vivio aqui.
Su mujer le lanzo una rapida mirada, y el supo lo que pensaba: si alguien tenia que hablar de su pasado, debia ser ella. Y a Katrine no le gustaba hacerlo.
– Vaya, ?de donde?
– De diferentes lugares -respondio ella sin mirar al periodista-. Mi familia se mudo muchas veces.
Joakim podria haber anadido que su esposa era hija de Mirja Rambe y nieta de Torun Rambe -lo que quiza hubiera hecho que Nyberg escribiera un articulo mucho mas largo-, pero guardo silencio. Katrine y su madre apenas se hablaban.
– Yo soy un urbanita -dijo entonces-. Me crie en un edificio de ocho plantas en Jakobsberg, y el trafico y el asfalto me parecian aburridisimos. Asi que deseaba mudarme al campo.
Al principio Livia permanecio sentada sobre las rodillas de su padre, pero pronto se canso de la conversacion y salio corriendo de la cocina hacia su habitacion. Gabriel, al que Katrine tenia en el regazo, salto al suelo y siguio a su hermana.
Joakim lo oyo alejarse, sus pequenas sandalias de plastico resonando en el suelo y recito la misma cantinela que, durante los ultimos meses, les habia soltado a sus amigos y vecinos de Estocolmo:
– Sabemos que este es un lugar fantastico para los ninos. Praderas y bosque, aire limpio y agua fresca. Nada de resfriados. Nada de coches contaminando con sus gases… Es un sitio perfecto para todos.
Nyberg escribio esas sabias palabras en su cuaderno. Luego dieron una vuelta por la planta baja de la casa, por las habitaciones reformadas y todas las estancias que aun tenian el papel de la pared estropeado, el techo parcheado y el suelo sucio.
– Las chimeneas son maravillosas -dijo Joakim, y senalo el suelo-: la madera esta en muy buen estado… Solo hay que fregarlo de vez en cuando.
Quiza su entusiasmo por la casa fuera contagioso, pues, tras un rato, el periodista dejo de hacer preguntas para la entrevista y comenzo a mirar con curiosidad alrededor. Tambien insistio en ver el resto de la vivienda, aunque Joakim preferia no recordar lo mucho que aun les quedaba por hacer.
– En realidad, no hay gran cosa que ver -apunto-. Solo cuartos vacios.
– Sera solo un vistazo rapido -insistio el otro.
Al fin, Joakim cedio y abrio la puerta que llevaba al piso de arriba.
Katrine y Nyberg lo siguieron por la empinada escalera de madera hasta llegar al piso superior. Alli reinaba la
