Juliette Benzoni

El prisionero enmascarado

INDICE

PRIMERA PARTE

1. Las viudas

2. El chocolate del mariscal de Gramont

3. Un regalo para la reina

4. La amenaza

5. La fiesta mortal

6. Francois

SEGUNDA PARTE

7. Un extrano nacimiento

8. Marie

9. Desgracia

10. La gran expedicion

TERCERA PARTE

11. Un verdadero amigo

12. Lo que paso en Candia

13. Una fortaleza en los Alpes

14. Los amantes del fin del mundo

Epilogo

NOTAS

Sobre la Autora y su obra

Secreto de Estado III

Entre nosotros, el secreto esta encerrado

con fuertes cadenas cuya llave esta perdida, y

en una casa tapiada.

Las mil y una noches

PRIMERA PARTE

La infanta

1. Las viudas

«Es nuestro placer y nuestra voluntad que la senora duquesa de Fontsomme, nuestra amiga, sea agregada a la persona de nuestra futura esposa, la infanta Maria Teresa, como dama de palacio y como eventual sustituia de la senora duquesa de Bethune, dama de compania. La senora duquesa de Fontsomme se reunira con la corte en Saint-Jean-de-Luz a finales del mes de mayo para asistir alli a las fiestas de nuestra boda. Luis, por la gracia de Dios…»

Sylvie dejo que el grueso papel con las armas reales se enrollara por si mismo. El mensajero habia ido a tomar un bocado y descansar despues del largo camino recorrido, porque el joven rey Luis XIV, la reina madre Ana de Austria y la corte se encontraban entonces, desde hacia varios meses, en Aix-en-Provence. Su sorpresa habia sido enorme, y tambien su emocion. El enviado era un mosquetero -un gentilhombre, por tanto-, no un simple correo, y ese detalle daba mayor peso todavia a aquellas dos palabras, «nuestra amiga», trazadas por la pluma real. Aquella atencion del joven soberano, al que habia visto muy poco en los ultimos anos, corregia el tono seco de la orden. Porque era mas que una invitacion. No era concebible una respuesta distinta a la obediencia.

Pensativa, Sylvie se dispuso a reunirse con sus invitados en uno de los nuevos salones del castillo ancestral que habia acabado de reconstruir hacia dieciocho meses. La duquesa se habia consagrado a aquella tarea, sabedora de la importancia que tenia para su marido, desde el momento mismo en que se dio cuenta de la pesada carga que habia recaido sobre ella. Gracias a Dios, ya estaba hecho, y tenia que admitir que le habia gustado ver elevarse, al borde de un estanque un tanto melancolico, la elegante mansion de ladrillos rojos y piedras de un suave color cremoso que el lapiz magico de los hermanos Le Vau habia dibujado en armonia con los verdes profundos y los cielos cambiantes del viejo Vermandois. Los vestigios conservados, y remozados de la antigua fortaleza dormitaban a poca distancia, junto a la capilla donde reposaban los antepasados Fontsomme y en la que Jean, el esposo de Sylvie, dormia su ultimo sueno.

La construccion, carente de la excesiva suntuosidad del extraordinario palacio campestre de Nicolas Fouquet, uno de los mejores amigos de la familia, poseia en cambio lineas puras, materiales nobles y sobre todo mucha, mucha luz en las grandes estancias de dorados apagados, pinturas delicadas y tapices sedosos. El conjunto revelaba un gusto exquisito, digno en todos los aspectos tanto de sus duenos en el pasado como de los del futuro.

Precisamente quien encarnaba ese futuro corria hacia ella en camison y con los pies descalzos para lanzarse a sus faldas con tanto impetu que hubo de abrazarse a ellas para no caer.

— ?Mama, mama! Era un mosquetero el que acaba de marcharse, ?verdad? ?Que venia a hacer?

— ?Philippe! -le rino ella-. ?Que haces vestido de esa manera? ?Tendrias que estar durmiendo desde hace rato!

— ?Ya lo se! Y el abate ha hecho todo lo que ha podido, porque me ha dado a leer ese libro enorme de Quinto Curcio, ?tan aburrido! Pero no podia dormirme y he oido el galope del caballo…

— ?Y te has levantado y has visto a un mosquetero? Eso demuestra que tienes buena vista, porque estaba cubierto de polvo. ?Muy bien, ahora vuelve a acostarte!

Sin soltar a su madre, levanto hacia ella una mirada mimosa:

— ?Oh, mama, sabes muy bien que no podre dormirme nunca si no me cuentas nada! ?No es culpa mia si soy tan curioso!

— No. Sera entonces la mia -suspiro Sylvie, que no habia olvidado el interes apasionado que sentia en su infancia por todo lo que le rodeaba-. ?Vaya pues! -anadio al fin-. ?Lee y vuelve a la cama!

Pero si habia creido calmar al pequeno, se equivocaba. De inmediato este se lanzo, con un entusiasmo desbordante, a improvisar un paso de baile que acabo con una gran reverencia.

— ?Magnifico! ?El rey, la corte, las fiestas…! ?Recibid mis humildes parabienes, senora duquesa! ?Vamos a ver mundo!

— Tu no vas a ver nada en absoluto, jovencito, mas que el paisaje de todos los dias y el colegio de Clermont en que ingresaras en cuanto empiece el curso.

El ardor de Philippe se apago como la llama de una vela en una corriente de aire. Con cara de enfado, los

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