consciente de la presencia de aquel hombre. Una extrana sensacion de no estar sola, de que, en el silencio que compartian, se hacian compania. No recordaba haber experimentado nada semejante hasta entonces.

Se levanto al ver que se acercaban a la estacion donde ella debia bajar y le lanzo una rapida ojeada antes de volver a su asiento para recuperar su maleta. De repente, ya en el anden, el le dio alcance.

– ?Oye! Hola, tendras que perdonarme, de verdad.

Ella se detuvo, sorprendida.

– Creeras que estoy loco, pero senti el impulso irrefrenable de que tenia que hacerlo.

Parecia abochornado, como si de verdad cuestionase la cordura de aquella situacion. Pero entonces se armo de valor y prosiguio:

– Solo queria darte las gracias por la compania en el tren.

Ella no supo que decir y parecia bastante incomoda.

– Si, porque estabamos sentados uno frente al otro en el vagon restaurante.

– Lo se. Gracias a ti.

Su cara se ilumino con una amplia sonrisa cuando se dio cuenta de que ella lo habia reconocido. Y sono casi ansioso al preguntar:

– Perdona otra vez pero es que tengo que saber si tu tambien lo notaste.

– ?El que?

– Pues bueno… No se exactamente como expresarlo.

Una vez mas, parecio abochornado y ella dudo un instante hasta que al fin asintio levemente; entonces, la sonrisa con que el respondio debio haberla hecho salir corriendo al confin del mundo por puro instinto de conservacion. Pero se quedo donde estaba, incapaz de hacer otra cosa.

– ?Guau!

El la miro como si acabase de surgir del asfalto del anden y empezo a hurgarse en los bolsillos. Saco un recibo arrugado y miro a su alrededor, paro a la primera persona que pasaba por alli.

– Perdona, ?tienes un boligrafo?

La mujer elegida se detuvo y coloco el maletin en el suelo, abrio el bolso y saco un boligrafo que parecia de buena marca. El garabateo a toda prisa unas letras en el recibo y se lo dio a Monika.

– Aqui tienes mi nombre y mi telefono. Preferiria que me dieras el tuyo, pero no me atrevo a pedirtelo.

La mujer del maletin se marcho por el anden con una sonrisa despues de recuperar su boligrafo.

Monika leyo el papel.

Thomas. Y un numero de movil.

– Si no me llamas, no volvere a ver una pelicula de Hugh Grant en mi vida.

Monika no pudo por menos de sonreir.

– No lo olvides, su carrera como actor depende de ti.

Estuvo dudando varios dias. Siguio su tonica de siempre y no quiso mostrarse interesada pero, a decir verdad, siempre lo tenia presente en sus pensamientos. Finalmente, logro convencerse a si misma de que llamarlo no le haria ningun dano. Bastaba con que se vieran alguna que otra vez. El hecho de que su cuerpo anduviese hambriento de contacto fisico desde hacia tiempo le ayudo a marcar las nueve cifras.

Al tercer dia, le mando un SMS.

– Los remordimientos por Hugh empiezan a ser insufribles. No soporto mas tanta responsabilidad.

El la llamo un minuto despues de que lo enviase.

Aquella misma noche disfrutaron su primera cena juntos.

– «Columba livia.» ?Sabes lo que es eso?

El sonrio y le lleno la copa.

– No -admitio Monika.

– Asi se llaman en latin las palomas mensajeras.

– Los animales no son mi lado fuerte, pero si hay alguna parte del cuerpo de la que no estes seguro, ahi si que podre ayudarte. -No habia acabado de decirlo cuando se dio cuenta de como sonaba-. Quiero decir, si no estas seguro de como se llaman en latin, vamos.

Sintio que se ruborizaba, lo que no era precisamente habitual en ella. Vio que el se dio cuenta y que le parecia divertido.

– Mi abuelo tenia un palomar cuando yo era nino, de esos con palomas mensajeras. Yo solia pasar los veranos con ellos y me dejaba que le ayudase en el palomar; a darles de comer a las palomas, a soltarlas para que se entrenasen, a marcarlas con anillos, en fin, un poco de todo. Aquel palomar contenia toda una ciencia.

Se sumio en recuerdos al parecer deliciosos y ella aprovecho para estudiarlo. Era verdaderamente guapo.

– O sea, cuando digo que mi abuelo tenia un palomar quiero decir que vivia para aquellas palomas. A mi abuela puede que no le pareciese tan divertido, pero lo dejaba hacer. ?Sabes como encuentran el camino a casa las palomas mensajeras?

Ella nego con la cabeza.

– Se guian por los campos magneticos.

– Vaya, pues yo creia que se ayudaban de las estrellas, lo lei en algun sitio.

– Ya pero, entonces, ?como se orientan de dia?

– Anda, pues si… la verdad es que la cuestion tampoco me ha quitado el sueno.

El camarero retiro los platos, ellos le aseguraron que todo estaba muy rico y que no querian postre pero si un cafe. Monika habia olvidado ya la clase sobre palomas cuando, de repente, el la retomo.

– ?Y sabes por que siempre vuelven a casa y no se van a otro sitio?

Ella meneo la cabeza.

– Nostalgia.

Thomas se inclino.

– La pareja de palomas no se separa jamas, en toda la vida. Son fieles, asi que adondequiera que lleves a cualquiera de los dos, siempre volvera a casa. Una de las palomas del abuelo choco contra unos cables electricos en una ocasion, cuando volvio le faltaba una pata, pero llego a casa igualmente, de vuelta con el companero de su vida.

Ella se quedo cavilando sobre lo que le habia contado.

– Casi dan ganas de ser paloma; bueno, salvo por lo de las patas.

Thomas sonrio.

– Lo se. Asi pensaba yo de nino, que cuando me hiciese mayor en un futuro muy lejano y conociese a mi mujer, sentiria justamente eso, como un campo magnetico. Asi me daria cuenta de que habia acertado.

Monika fingio retirar unas migas del mantel, porque tenia que preguntarlo pero, al mismo tiempo, no queria por nada del inundo demostrar demasiado interes. ?Y fue asi? ?El que?

Dudo un instante, pues se dio cuenta de que en realidad no queria conocer la respuesta. Aliso un poco la servilleta.

– Cuando conociste a tu mujer.

Thomas bebio un trago de vino.

– No lo se.

Monika sintio la decepcion en el estomago y como se convertia en un nudo al comprender que estaba casado. Un cobarde que no llevaba la alianza. Ella nunca iniciaba relaciones con hombres casados.

– El campo magnetico si que lo he sentido, claro que si. Pero lo de mi mujer es un poco pronto para predecirlo.

Otro camarero vino a interrumpirlos para preguntar si todo estaba a su gusto. Ambos asintieron sin dejar de mirarse y el hombre se marcho a toda prisa.

– Asi que ahora comprenderas mejor mi conducta en el anden. Puesto que era la primera vez que sentia el campo magnetico, tenia que hacer algo.

Se habia encontrado con un hombre singular. De camino al restaurante, Monika estaba abierta a la posibilidad de pasar la noche con el. A medida que avanzaba la velada, fue abrigando mas dudas. No porque ya no lo

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