Wes Craven habria dudado sobre si contratarla o no para uno de sus horrores!

– Pero ??a que esperas, Caro?! ?Vamos, ya no resisto mas!

?Alis no tiene pelos en la lengua, y eso me encanta! ?Es posible que ese modo de comportarse se deba al dinero? Porque el dinero nos hace libres. Bah, tal vez me estoy volviendo demasiado filosofa.

– ?La tisana?

La camarera se acerca a nuestra mesa con una bandeja.

– Es para mi, gracias.

Levanto la mano a una velocidad increible, igual que las pocas veces en las que el profe Leone hace una pregunta general y por casualidad, digo, por pura casualidad, resulta que se la respuesta.

– Asi que los granizados son para vosotras dos.

La miro y sonrio para mis adentros. La tipa no debe de ser un as en matematicas. La resta es tan evidente que me quedo patidifusa. Pero, aun asi, todas sonreimos y le decimos que si; al menos nos la quitamos de encima y puedo empezar con mi relato. Por fin se marcha,

– ?Y bien?

– Lore, como lo llamo yo, es un chico muy dulce. Lo conozco desde que eramos ninos y nos hemos ido viendo desde entonces, pese a que el tiene dos anos mas que yo… -Bebo un poco de tisana-. ?Ay, quema!

Alis me pone la mano en el brazo.

– Precisamente por eso, dejala estar, ?sigue!

Incluso Clod esta tan intrigada con la historia que se ha quedado con un trozo de chocolate suspendido en el aire y me mira pasmada

– Si, vamos, Caro, no te detengas…

De modo que dejo definitivamente mi taza en el plato y sonrio a mis dos mejores amigas.

– ?Venga, adelante! ?No te hagas de rogar!

Este bien. Y en un instante regreso alli.

Anzio. Agosto. El verano esta a punto de acabar. Un gran pinar, Villa Borghese, un camino que atraviesa unos bosques llenos de hojas, de agujas de pinos y de cigarras. Y, ademas, el calor de ese sol que se prolonga durante todo el dia. Un eco a lo lejos, el rumor de lasas del mar.

– Esto es peligroso, ?verdad?

Avanzamos en grupo. Somos cinco. Stefania, yo, Giacomo, Lorenzo e Isabella, a la que siempre hemos llamado Isafea, entre otras cosas porque lo es. Estamos en medio de la senda del pinar, tenemos que caminar medio escondidos porque esta prohibida traspasar la gran verja de la villa. Y, en cambio, nosotros lo hemos hecho, hemos decidido correr el riesgo y aventurarnos. Vamos a ver el castillo de Villa Borghese.

– Pero es peligroso…

– ?Que peligroso ni que ocho cuartos! Lo unico que puede pasar es que el vigilante nos ponga una multa si nos pilla.

– Si, pero ?esta lleno de viboras!

– ?Que va! ?Las viboras no salen de noche!

– Como que no. ?Salen al atardecer porque tienen hambre!

– Que no, te digo que no.

Stefania esta obsesionada. Se cree que lo sabe todo. No la soporto cuando se comporta asi. Pero su madre hace una torta de ensueno y a la hora de comer nos la trae a la playa, de manera que nos conviene tenerla de nuestra parte. Lorenzo guia el grupo, es el mas valiente. Giacomo, que, desde siempre o, al menos, desde que lo conozco, es amigo suyo, parece tener miedo de nosotros, quiza porque es el mas pequeno.

Trac. Lorenzo separa los brazos y todos nos paramos en seco. Hemos oido un ruido sordo a la derecha del arbusto.

– Quietos, podria ser un animal… Parece grande.

– Puede que sea mi erizo -apunta Stefania.

Pero acto seguido oimos unas carcajadas. Nos volvemos todos. Isafea esta al final de la fila y se rie como una loca, es mas, se deja llevar por la hilaridad, se rie a mandibula batiente. Debe de haber tirado algo que ha causado ese ruido. Giacomo entorna los ojos.

– Eres… ?eres una estupida!

Lorenzo se encoge de hombros. Yo corrijo la frase como se debe.

– Haz el favor de hablar como es debido… Es una imbecil, una gilipollas, nos ha dado un susto de muerte.

Stefania cabecea.

– Bueno, ha sido lista, ha tirado la pina justo al arbusto con las bolitas rojas…

– ?Que quieres decir?

– ?No lo sabeis? ?Las viboras precisamente comen esas habitas rojas!

No se que llegara a ser Stefania en la vida, ?pero si no se dedica a la botanica o al estudio del mundo animal, cometera un gran error! ?Como el que hemos cometido nosotros dejando que nos acompanase! Sin embargo, no consigo reirme de mi ocurrencia porque justo en ese momento-

– ?Eh, vosotros! ?Adonde se supone que vais?

Un vozarron interrumpe de repente nuestras carcajadas. Lo diviso a lo lejos, avanzando amenazador entre los arboles. A sus espaldas, a un lado del camino, esta su viejo Seiscientos gris con una de las puertas delanteras abiertas. No cabe ninguna duda.

– ?Es el vigilante! ?Huyamos!

Y echamos a correr a toda velocidad entre las plantas, entre los arboles. Lorenzo me coge de la mano y tira de mi.

– ?Vamos, venga, corre lo mas de prisa que puedas! Vayamos por aqui, que estan las cuevas.

– ?Tengo miedo!

– ?Miedo de que? ?No debes tener miedo, estas conmigo!

De manera que echamos a correr entre las plantas altas, en el bosque, en medio de los arbustos, cada vez a mas velocidad, en linea recta.

Giacomo y Stefania, en cambio, se han desviado a la izquierda, mientras que Isafea corre mas despacio, casi se tambalea detras de nosotros. Esa chica no tiene remedio, es un alfenique.

– Venga, de prisa, vamos.

Lorenzo me arrastra al interior de una de las cuevas. Tienen una altura de, al menos, diez metros y de repente se tornan frias y oscuras, tan oscuras que tras dar dos pasos no vemos nada. Es un buen escondite, y nos apretujamos contra la pared. El silencio es absoluto y se percibe un extrano olor a verde, como si todo estuviese humedo, mojado. Despues vislumbramos al vigilante que pasa a lo lejos, a traves de los tablones de madera que hacen las veces de puerta de la cueva, de esas que apenas las rozas se te clava una astilla y te hace un dano horrible.

Se divisa un poco de luz y el verde del bosque con los reflejos del sol en las hojas mas grandes. Pero en la cueva hace frio y, cuando respiramos, se forman unas pequenas nubecitas delante de nuestras botas, como si estuviesemos fumando.

– Oye, Lore, pero…

– Chsss… -susurra mientras me tapa la boca con una mano. Justo a tiempo, porque el vigilante se asoma entre los tablones de la entrada y escruta a derecha e izquierda mientras nosotros nos aplastamos aun mas contra la pared. No ve nada, de manera que retira la cabeza y se aleja. Pasados unos segundos, Lore me quita la mano de la boca.

– Uff.

Exhalo el aire que habia contenido hasta ese momento.

– Menos mal.

– ?Has sentido miedo?

– No, contigo no.

Le sonrio. Y veo sus ojos en la penumbra, se iluminan apenas y son grandes y profundos y preciosos, y no consigo dilucidar si me esta mirando o no, pero sonrie. Veo sus dientes blancos en la oscuridad de la cueva. Y la verdad es que un poco de miedo si que he sentido. Un poco, no. Sea como sea, no quiero decirselo.

– Venga, si que has tenido un poco de miedo. Si nos hubiera descubierto…

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