felicitaciones del senor DeWatcher por su «triunfo». Su ultima parada fue la imprenta a la que Georgiana solia encargar sus partituras. Tras llevarse todas las partituras nuevas de los compositores que ambos admiraban, Darcy se subio al coche con sus ultimos paquetes.

– ?Senor Darcy? -pregunto Harry mientras colocaba los paquetes y sacudia la manta.

– ?Si, Harry?

– ?Que es eso del roquet, senor?

Darcy suspiro pesadamente.

– Una nueva forma de anudar una corbata de lazo que ha inventado Fletcher. ?Por que lo pregunta, Harry?

– Ah, senor, porque un par de caballeros me acaban de ofrecer una moneda de oro cada uno si los dejaba entrar a hurtadillas a su vestidor para verlo. -Harry sacudio la cabeza-. Le ruego que me perdone, senor, pero la alta sociedad tiene, a veces, unas extranas costumbres.

Darcy cerro los ojos.

– No hay palabras mas ciertas. Volvamos a casa, Harry.

Despues de regresar de hacer sus compras, Darcy se reunio con Hinchcliffe, que lo recibio con un monton de tarjetas e invitaciones que habian sido entregadas recientemente y que solicitaban su asistencia a una increible cantidad de recepciones, desayunos, exhibiciones de boxeo, clubes discretos, reuniones politicas y representaciones teatrales. Darcy les echo un vistazo con desaliento y luego las arrojo sobre su escritorio.

– ?Debo enviar la respuesta habitual, senor? -Hinchcliffe se inclino, las recogio y las organizo sobre una bandeja de plata.

– Si. Excusas para cualquier persona que usted no conozca y que este por debajo de un baronet, sentidas excusas para cualquier persona por encima de eso y paseme el resto a mi. Tal como estan las cosas, aunque empiece ahora mismo, me temo que se pasara trabajando la mayor parte de la noche. -Hinchcliffe inclino la cabeza en senal de acuerdo silencioso y se marcho hacia su oficina.

Cuando la puerta se cerro, Darcy se sintio invadido por una repentina inquietud que lo impulso a pasearse por la biblioteca. Faltaba poco mas de una hora para la cena, y aunque habia planeado cenar solo esa noche, el perverso deseo de tener una agradable compania se apodero de el. Despues de Ano Nuevo, cuando regresara a la ciudad con Georgiana, noches como esa podrian transcurrir de manera agradable, dedicado a compartir libros y musica con su hermana. Pero incluso mientras contemplaba esos futuros placeres, Darcy descubrio que, para su desgracia, esa perspectiva no lo satisfacia por completo. Una inquietud inmensa e indefinida, que Darcy nunca habia sospechado que existiera, se hizo hueco en su interior, amenazando con robarle la satisfaccion y la tranquilidad.

Mientras se paseaba de un lado a otro, Darcy se acerco hasta una estanteria. Con la esperanza de que la disciplina que implicaba seguir el curso de una batalla pudiera ayudarlo a poner sus pensamientos en orden, saco Fuentes de Onoro del lugar donde estaba guardado y se desplomo en uno de los sillones junto al fuego. Estirando las piernas hacia la chimenea, deslizo el dedo por las paginas y abrio el libro en el lugar marcado por los hilos de bordar. Cuando se inclino para comenzar a leer, las palabras le parecieron borrosas, como si se hubiesen vuelto incomprensibles por el reflejo que producia la luz del fuego sobre los hilos trenzados que reposaban sobre la pagina. ?Elizabeth! ?Cuanto se habia resistido a pensar en ella! Sintio que la respiracion se le aceleraba a medida que un torrente de recuerdos invadia su mente: Elizabeth en la puerta de Netherfield, vacilante pero decidida; en las escaleras, agotada pero dedicada al cuidado de su hermana; en el salon, enarcando una ceja cuando desafiaba su manera de ser; en el piano, ajena a la gracia que imprimia a su cancion; en el baile, la noche de Milton, con los ojos brillantes, banada por el encanto del Eden.

Elizabeth se habria reido al ver la pomposa angustia de Brummell a causa de una simple corbata. Darcy estaba seguro de que ella no se habria dejado intimidar por lady Melbourne, ni se habria desmayado al ver el escandaloso espectaculo de lady Caroline. Casi podia imaginarla, sentada en la silla de al lado, sonriendole con esa expresion que, estaba empezando a creer, presagiaba algo delicioso. Al pensar en eso, se agudizo la vaga insatisfaccion que sentia. Incertidumbre, dicha, nostalgia, todas esas emociones se habian deslizado en su vida de manera inconsciente, y estando solo en su casa, Darcy sintio con intensidad los efectos de esas emociones. Cerro los dedos alrededor de los hilos. ?Que era lo que Dy le habia advertido? Conocer el terreno que pisaba, si, pero ? que era lo otro? Estar totalmente seguro de la naturaleza de su interes estaba los asuntos de Bingley. ?Que parte de su interes estaba dirigido solamente al beneficio de Bingley? ?No se acercaba a la verdad el hecho de que separar a Charles de la senorita Jane Bennet era su defensa mas segura contra el conflicto que generaba su propia e impetuosa atraccion por la hermana de la muchacha?

Se inclino hacia delante, con los codos apoyados sobre las rodillas y los hilos apretados en la palma de la mano, y se quedo mirando fijamente las brasas. Estaba seguro de que le deseaba a su amigo la mayor felicidad en su matrimonio. Al menos, una felicidad tan grande como era razonable esperar de la union de dos fortunas y posiciones semejantes. En cuanto a su propio futuro como hombre casado, Darcy solo pensaba que era algo que debia evitar. Sus propiedades y negocios estaban bien administrados y eran prosperos, lo cual hacia innecesario un matrimonio por interes y le daba la libertad de elegir cuando y donde el quisiera, con la esperanza de alcanzar un cierto grado de felicidad. Habia momentos durante la noche en que deseaba las comodidades del matrimonio, y ocasionalmente un rostro o una figura habian llamado su atencion. Pero la realidad de confiar el futuro de su gente y pasar la vida con una de esas mentes fragiles y naturalezas endurecidas que se escondian tras las caras bonitas que se le ofrecian en esas horas oscuras y silenciosas siempre habia logrado convencerlo de que cambiar la felicidad por la comodidad seria una locura. Darcy sabia que las dos cosas eran posibles; lo habia visto en vida de sus padres antes de la muerte de su madre y, despues, en la sonrisa distante que a veces cruzaba por el rostro de su padre. Pero ahora…

Darcy levanto el marcapaginas y lo contemplo a la luz del fuego, mientras la corriente de aire que salia de la chimenea levantaba y hacia girar los delicados hilos, tejiendolos y destejiendolos en trenzas de colores. Igual que tu idea de ella, admitio para sus adentros, tejiendose y destejiendose. Te preocupas con diligencia por destejer tu relacion con ella al disuadir a Bingley y, sin embargo, la vuelves a tejer cuando estas solo con tus pensamientos desbocados y tus recuerdos robados.

Un golpe en la puerta lo hizo reaccionar. Coloco los hilos rapidamente otra vez entre las paginas del libro y lo cerro de un golpe.

– Entre.

Hinchcliffe se asomo por la puerta.

– Senor Darcy, hay una nota aqui sin direccion y escrita con una letra que no conozco. Esta redactada de una manera mas bien criptica. Pense que le gustaria verla enseguida. -Diciendo eso, Hinchcliffe avanzo unos pasos y le entrego una misiva color crema, que no tenia ninguna marca ni senas de quien la enviaba.

– Gracias, Hinchcliffe. -Darcy tomo la nota, y despues de hacer un gesto con la cabeza indicandole al secretario que podia retirarse, espero a que este se marchara para abrir la hoja a la luz de la lampara.

Senor:

Han sido recibidas sus instrucciones y seran cumplidas al pie de la letra. Envie una nota a B, quien, como usted se imaginara, se sorprendio bastante al saber de mi llegada y me aviso de que dejara sus habitaciones manana para venir a la calle Aldford. Confio en usted, senor, para que complete su salvacion, ya que se muy bien que mi confianza reposa en las mejores manos.

C.

Darcy arrugo la nota y la arrojo al fuego.

– La respuesta a todas tus ambiciones -se burlo de si mismo-. ?Ser el «depositario de la confianza» de Caroline Bingley y el «salvador» de su hermano! Por Dios, hombre, ?que oficio desempenaras despues? ? Arzobispo, seguramente! -Se dejo caer sobre el respaldo de la silla, pero se sobresalto nuevamente al oir un segundo golpe en la puerta.

– Si, ?que ocurre? -grito.

La puerta se abrio y una criada muy joven, con unos ojos azules muy abiertos, anuncio en voz baja:

– S-su c-ce… cena, s-se… senor. -La muchacha hizo una reverencia nerviosa. Sus rizos rubios flotaron

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