Pamela Aidan

Una fiesta como esta

Fitzwilliam Darcy, un caballero, N? 1

Titulo original: An assembly such as this

© De la traduccion: 2008, Patricia Torres Londono

A mi padre y mi madre, Eugene y Elaine Stanley, Que me brindaron la libertad de experimentar.

Capitulo 1

Una fiesta como esta

Fitzwilliam George Alexander Darcy se levanto de su sitio en el carruaje de los Bingley y descendio con lentitud ante el salon de fiestas que habia en el segundo piso de la unica posada que poseia la pequena localidad comercial de Meryton. Por la ventana abierta del salon se podia oir la alegre melodia de una cancioncilla popular, aunque ejecutada con escasa maestria, que invadia la serenidad de la noche. Con una mueca de disgusto, Darcy bajo la vista hacia el sombrero que tenia en las manos y, con un suspiro, se lo puso, ajustandolo en el angulo preciso. ?Como has podido permitir que Bingley te convenciera para hacer esta absurda incursion en la vida social pueblerina?, se reprocho. Pero antes de que pudiera pasar revista a los acontecimientos que le habian llevado hasta alli, un perro que se habia encamado sobre un carruaje proximo solto un melancolico aullido.

– Precisamente -se lamento Darcy en voz alta, al tiempo que se volvia hacia el resto de sus acompanantes. Enseguida vio que las hermanas de su amigo tenian las mismas expectativas que el sobre la posibilidad de disfrutar de una noche agradable. La mirada que se cruzaron mientras se arreglaban la falda dejaba entrever una dosis de elegante desden y resignacion al mismo tiempo. Darcy miro entonces a su joven amigo, cuyo rostro, en cambio, estaba lleno de entusiasmo y curiosidad. Una vez mas se pregunto como era posible que Charles Bingley y sus hermanas fueran de la misma familia. Las mujeres Bingley eran debidamente reservadas, mientras que Charles era, sin lugar a dudas, una persona muy sociable. La senora Hurst y la senorita Bingley eran elegantes en su forma de vestir y su manera de comportarse. Charles era… Bueno, ahora se vestia de manera moderna pero discreta -Darcy habia logrado influenciarlo al menos en ese aspecto-, pero seguia teniendo una desafortunada propension a tratar a cualquier persona que acabaran de presentarle como si fuera un amigo intimo. Las hermanas Bingley no se impresionaban con facilidad e irradiaban un estudiado aburrimiento ante todo lo que no se incluyera entre las diversiones mas exclusivas; su hermano, en cambio, disfrutaba con todo.

Precisamente este caracter euforico habia convertido a Charles en objeto de varias bromas crueles por parte de los caballeros mas sofisticados de la ciudad y, por esa razon, Darcy se habia fijado en el. Al ser testigo involuntario de la planificacion de una de tales humillaciones durante una partida de cartas en su club, Darcy oyo lo suficiente como para enfadarse y tomar la decision de buscar al infortunado joven para advertirle que tuviera cuidado con aquellos que el consideraba sus amigos. Para sorpresa de Darcy, lo que comenzo como un deber cristiano se fue transformando en una gratificante amistad. Desde entonces, Charles se habia convertido en la primera persona a la que visitaba en la ciudad, pero todavia habia momentos, como este, en los que perdia la esperanza de llegar a inculcar en el una apropiada discrecion.

– Entonces, ?entramos? -pregunto Charles, tan pronto se puso a su lado-. La musica parece esplendida y yo espero que las damas tambien lo sean. -Se dio la vuelta y le ofrecio el brazo a su hermana soltera-. Vamos, Caroline, conoceremos a nuestros nuevos vecinos.

Darcy se coloco en segundo plano, dejando paso a los Bingley, que entraban ya en el pequeno vestibulo y subian las escaleras hasta el piso del salon de baile. Tras despojarse ellos de sus sombreros y las damas de sus capas, Bingley, su cunado, el senor Hurst, y Darcy escoltaron a las damas hasta la entrada, donde se detuvieron para examinar los detalles del salon y de sus rusticos ocupantes. Desafortunadamente, en ese momento la melodia tambien llego a su fin y los que estaban bailando ejecutaron el ultimo paso de la danza, lo que provoco que todas las miradas se dirigieran hacia la puerta. Durante unos pocos y tensos instantes, la ciudad y el campo se evaluaron mutuamente y llegaron a una vertiginosa serie de conclusiones.

Darcy empujo suavemente a Bingley hacia el interior de la estancia, mientras los bailarines comenzaban a abandonar la pista en busca de refrescos y comentarios. Podia sentir sobre el los ojos de todo el mundo y se preguntaba como habia podido dudar alguna vez de la vulgaridad de los modales provincianos. Era tan terrible como habia temido. El salon se habia convertido en un hervidero de especulaciones, y el y los Bingley parecian ser examinados con detalle hasta la ultima guinea. Casi podia oir el tintineo de las monedas, a medida que los ocupantes del salon calculaban su fortuna. En el transcurso de pocos minutos, el hombre al que Darcy suponia que debia culpar por la invitacion al baile de esa noche se dirigio apresuradamente hacia ellos. Haciendo una inclinacion unos grados mas pronunciada de lo necesario, estrecho la mano de Bingley de manera vigorosa.

– Bienvenido, bienvenido, senor Bingley. Sean bienvenidos usted y todos sus distinguidos acompanantes - exclamo sir William Lucas, mientras los miraba a todos con una gran sonrisa-. Nos sentimos muy honrados con su presencia en nuestra pequena fiesta. Desde luego, estamos todos ansiosos por conocer a sus respetables invitados… -Sir William dejo la frase en suspenso, mientras miraba expectante a Darcy y a las hermanas Bingley.

Con gran entusiasmo, Bingley hizo las presentaciones reglamentarias. Darcy respondio al saludo del adulador hombrecillo con una simple inclinacion de cabeza. Sin embargo, en lugar de disminuir la deferencia de sir William hacia el, ese gesto tuvo, para desgracia de Darcy, el desafortunado efecto de aumentar su interes y reafirmar sus continuos esfuerzos por entablar una conversacion con el. Finalmente, despues de que las damas y el senor Hurst fueron presentados, sir William los acompano a todos hacia la mesa donde estaban los refrescos y la senorita Lucas, su hija mayor, en compania de su madre y su familia. Alli todo el grupo conocio al resto de la familia Lucas y Bingley, que sabia perfectamente cuales eran sus obligaciones sociales, se ofrecio a bailar con la senorita Lucas la siguiente pieza. Sir William le ofrecio el brazo a la senorita Bingley y los Hurst siguieron a las otras dos parejas hasta la pista de baile.

Cuando la musica comenzo a sonar y los otros bailarines ocuparon sus puestos, Darcy busco un sitio contra la pared, lejos de la mesa y los circulos de vecinos y parientes que rodeaban el salon. Mirase adonde mirase, veia ojos entrecerrados que lo examinaban con descaro, o que batian las pestanas con pretendida modestia. Endureciendo su expresion, Darcy se refugio en una actitud de estudiada indiferencia que enmascaraba el frio desden que combatia en su pecho contra una ardiente furia, mientras observaba ante el el ir y venir de la sociedad provinciana.

?Por que habia accedido a desperdiciar de esa manera la velada? A excepcion de sus propios acompanantes, no habia en todo el salon ni el mas minimo atisbo de belleza, charla interesante o buen gusto. En lugar de eso, estaba rodeado de gente comun, insulsa y banal, esa clase de pequenos burgueses cuya idea de conversacion se limitaba a un intercambio de vulgares rumores, como aquellos de los que el estaba siendo objeto en ese momento. Darcy no pudo evitar comparar aquella situacion con la ultima vez que estuvo en Tattersall’s en busca

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