golpeaba con los dedos el monton de correspondencia que reposaba sobre la bandeja frente a ella-. Hay una docena de cartas de bienvenida, siete invitaciones a cenar, cuatro invitaciones a tomar el te y tres anuncios de fiestas o veladas musicales privadas. De verdad, Charles, ?que hace uno para encontrar compania en un lugar como este?

– ?Para encontrar compania? -pregunto Bingley-. ?Disfrutar! El baile de anoche, por ejemplo. Estoy seguro de que rara vez habia tenido una velada mas placentera. Si, ?es verdad! ?No frunzas el ceno, Caroline! La musica era animada, la gente nos recibio con gran afecto y las jovenes…

– Charles, tu eres demasiado complaciente -interrumpio la senorita Bingley-. Nunca habia conocido gente con menos capacidad de conversacion, o menos distinguida y mas engreida. En cuanto a las jovenes, sin duda eran jovenes, pero…

– Vamos, Caroline, no puedo permitir que hables asi al menos de una joven -interrumpio Bingley. Se volvio hacia Darcy, que acababa de levantarse de la mesa, con la taza y el plato en la mano-. Darcy, ?apoyame en esto! ?No es Jane Bennet una muchacha absolutamente adorable?

Darcy se dirigio hacia una ventana, mientras le daba sorbos a su te, y miro hacia el cesped rodeado de madera de boj y un sendero de piedras. El desacuerdo entre Bingley y sus hermanas era ya antiguo y se habia manifestado de innumerables maneras desde que los conocia. En general, Darcy siempre tendia a simpatizar con Bingley en aquellos desagradables intercambios, pero hoy el giro de la conversacion le recordo la decision que habia tomado la noche anterior de prevenir a su amigo.

Sin darse la vuelta, respondio:

– ?Adorable? Creo que dije que era guapa. Si es adorable, me inclino ante tu criterio superior, teniendo en cuenta que tu bailaste con ella. Yo no.

– ?Pero tu tienes ojos, hombre! -replico Bingley de manera energica.

– Y ante tu insistencia, los emplee, por si no lo recuerdas. -Darcy cambio de posicion, pero mantuvo la mirada fija en el paisaje que se veia por la ventana. Le dio otro sorbo a su te-. Sonrie demasiado.

– Sonrie demasiado -repitio Bingley con incredulidad.

– Un hombre debe hacerse muchas preguntas ante tanta profusion de sonrisas. ?Cual puede ser la causa? -En ese momento Darcy dio media vuelta y clavo en Bingley una mirada penetrante, como si quisiera infundirle la magnitud de su desaprobacion-. «Enganosa es la gracia y vana la hermosura», si se me permite la audacia de citar. ?Piensa, hombre! ?Acaso esas sonrisas indican una disposicion feliz y tranquila, o son una pose ensayada, una manera de fingir buen caracter disenada para atrapar o esconder la ausencia de verdadera inteligencia? - Darcy hizo una pausa, mientras sus palabras despertaban en el violentos recuerdos de George Wickham, cuyas sonrisas y halagos, tanto del hombre como del nino, habian encubierto una naturaleza vil y corrupta. Sin poder confiar en que sus emociones no lo traicionaran, Darcy se volvio bruscamente de nuevo hacia la ventana.

Bingley miro a su amigo con un poco de asombro, mientras sus hermanas asentian juiciosamente con la cabeza para mostrar su acuerdo con la opinion de Darcy.

– El senor Darcy es muy perceptivo, como siempre, Charles -comento la senorita Bingley-. La senorita Bennet parece muy dulce, pero ?que puede pretender con esa permanente sonrisa en su rostro? Debo decir que yo nunca he encontrado tantas cosas que me diviertan o me agraden tanto como para sonreir todo el tiempo. Es indigno y muestra la carencia de una buena educacion. ?Que piensas tu, Louisa?

– Estoy totalmente de acuerdo, Caroline. La senorita Bennet parece una chiquilla dulce y encantadora, y le deseo toda la suerte que se merece. Aunque no puedo decir lo mismo del resto de la familia. Es una sorpresa que sean bien recibidos, a excepcion de las sonrisas de la senorita Bennet.

Darcy apenas escuchaba mientras las hermanas procedian a despellejar a sus nuevos vecinos. El repentino ataque de rabia que sintio cuando estaba disuadiendo a su amigo lo sorprendio y no sabia muy bien como serenar sus emociones en medio del salon y en compania de otras personas. Atraveso la estancia hasta la ventana del fondo, como si quisiera tener una perspectiva diferente del jardin. Lo que necesitaba era ejercicio, ejercicio fisico violento, para alejar sus demonios personales.

?Wickham! ?Acaso no habia jurado dejar atras a Wickham y la historia de su infamia? ?No se habia prometido a si mismo no permitir que las acciones de ese hombre, su traicion, alteraran su compostura? No obstante, las sonrisas inocentes de una completa desconocida habian atizado de nuevo la rabia y la sensacion de impotencia que sentia… todavia. Darcy apoyo un brazo contra el marco de la ventana y su rostro se reflejo en el vidrio con la apariencia de una mascara severa y blanca. ?Suficiente! La influencia venenosa de Wickham tenia que llegar a su fin. Debia terminar o Georgiana la veria reflejada en sus ojos cada vez que lo mirara y el no queria volver a hacerle dano, en especial ahora que habia recuperado la fuerza para enfrentarse al mundo.

Darcy dejo escapar un suspiro discreto y calculado, mientras trataba de calmarse. Pero su cuerpo no parecia tan dispuesto a ello. ?Que no daria por tener en este momento una buena espada y un oponente de altura! Poco le falto para soltar una carcajada. Pero, en lugar de eso, recordo su proposito, que era contener la galopante admiracion de Bingley por la senorita Bennet, y no animarlo a entrar en conflicto con sus vecinos. Reconocio que tal vez habia sido demasiado duro, pero era lo mejor. No seria bueno para Bingley atarse desde tan joven y mucho menos a una jovencita provinciana. No obstante, habia que rescatar a los vecinos de las tiernas atenciones de las hermanas Bingley.

– ?… sus hermanas, las cuatro! -La risa desdenosa de la senorita Bingley lo devolvio a la conversacion bruscamente-. Senor Darcy, usted no puede aprobar la conducta tan poco modesta de las hermanas de la senorita Bennet, ?verdad? Usted no desearia que su hermana se comportara de esa manera. -Darcy confirmo el comentario de la senorita Bingley con una silenciosa inclinacion de cabeza-. Pero a la milicia local no parecen incomodarle esas extravagancias -continuo diciendo-. Estan de acuerdo contigo en ese aspecto, Charles. Las Bennet son las preferidas. ?No solo la senorita Bennet sino la que la sigue en edad, la senorita Elizabeth Bennet, tambien es considerada una belleza! Senor Darcy, ?que piensa usted de eso? ?Es la senorita Elizabeth Bennet una belleza?

De manera involuntaria, la mano de Darcy apreto la delicada taza de porcelana. ?Elizabeth! Si, ese debia de ser su nombre, el nombre de una reina… ?Por eso lo habia mirado con una actitud tan franca! ?Una belleza? Una mujer misteriosa, una mujer irritante, mas bien, con esa actitud tan desafiante. Pero ?una belleza? Con sus emociones dirigidas ahora hacia un objeto totalmente distinto, Darcy siguio mirando por la ventana, de espaldas al salon, a pesar de que Bingley se dirigio a el con una clara nota de exasperacion en la voz.

– ?Y bien, Darcy?

Sin darse la vuelta, Darcy recupero la compostura para desviar el dardo de la senorita Bingley y disciplinar sus propios pensamientos desbocados.

– Ella, ?una belleza? -repitio con una diccion precisa y tajante-. Antes estaria dispuesto a afirmar que su madre es muy ingeniosa.

Las ligeras brumas de una manana de otono se levantaban alrededor de Netherfield susurrando una invitacion a salir al campo y los bosques, pero Darcy se vio obligado a declinarla. Esto le resulto especialmente dificil puesto que no esperaba que las actividades de la manana fueran a ser demasiado agradables. Con cierta renuencia, se aparto de la ventana de la biblioteca y de su contemplacion de los encantos que la creacion estaba revelando para considerar la dificil prueba que tenia frente a el. Estaba seguro de que se trataria mas bien de una prueba que de una experiencia placentera. De hecho, la «manana de puertas abiertas» era el tipo de ritual social del que podia prescindir por completo, pero las actuales circunstancias y su particular naturaleza lo convertian en un mal necesario.

Darcy tomo el libro en el que se habia concentrado antes de ser atraido por la belleza de la manana y se hundio en uno de los grandes sillones orejeros que adornaban ahora la biblioteca. En aquel paso en la incursion de Bingley en la vida de los burgueses propietarios de tierras, Darcy sabia que no seria de mucha ayuda y era consciente de su cuestionable talento. Bingley debia establecerse bien en su nuevo vecindario y eso implicaba recibir a los habitantes mas importantes. Aunque no formaba parte del circulo mas exclusivo de la sociedad londinense, la familia Bingley tenia una destacada posicion social y ciertamente asumiria el liderazgo de la sociedad de Meryton y sus alrededores. Tales expectativas exigian una «manana de puertas abiertas». No habia forma de evitarlo. Darcy pasaba distraidamente las paginas del libro con el ceno fruncido, mientras contemplaba la manana.

– ?Asi que estas aqui! -La voz de Bingley rompio el silencio antes de que el sonido de sus pasos llegara a

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