podia ser.
– La senorita Elizabeth Bennet, ?no es asi, Darcy? -Al ver el gesto de asentimiento de su amigo, Bingley continuo-: Si, yo tambien la oi y estaba muy complacido escuchandola. Su voz ocultaba el maullido al que Louisa llama cantar.
– No comentare nada sobre el talento de tu hermana, pero por lo que respecta a la voz de la senorita Elizabeth Bennet, estoy completamente de acuerdo. -Darcy hizo una pausa, tratando de evocar el momento-. Fue un inesperado placer oir cantar los salmos con tanto sentimiento y belleza. Confieso que eso fue lo que me inspiro a intentar leer otra vez a Whitefield, despues de evitarlo durante algun tiempo. -Se estremecio un poco-. No obstante, la senorita Bingley noto mi distraccion y la causa de ella. Poco despues, descubrio que habia perdido su libro de plegarias y, como era correcto, yo le ofreci la posibilidad de compartir el mio. Casi no lo necesito, pues yo me se los salmos mas comunes de memoria. Creo que ella tambien lo noto y, si ponemos los incidentes de la manana uno junto al otro, llegamos a la explicacion de la conversacion de hace unos minutos.
Bingley sacudio la cabeza con una expresion de consternacion, mientras abria la puerta de la biblioteca.
– Debo decir que has actuado muy bien, Darcy. -Luego asomo la cabeza para echar un vistazo al corredor y, guinando un ojo, se dio la vuelta y exclamo-: ?No hay moros en la costa! -Luego avanzo por el pasillo hacia el salon.
Capitulo 3
Darcy dejo transcurrir unos instantes antes de seguir a Bingley. Cerro lentamente la puerta de la biblioteca al salir y espero todavia unos segundos hasta oir como se desvanecia por el corredor el eco de la pesada puerta de roble al cerrarse. Avanzo un poco con paso lento y luego se detuvo frente a uno de los grandes espejos situados entre las ventanas que adornaban el pasillo, para revisarse la corbata y arreglarse el chaleco.
El ruido de conversaciones y risas comenzo a llegar hasta el y, tras echar un ultimo vistazo burlon a su desgraciado reflejo, enderezo los hombros y se acerco a Stevenson, que enseguida abrio con destreza las puertas del salon y se preparo para anunciar su llegada. Cuando el criado tomo aire, Darcy lo agarro del brazo y le hizo un gesto negativo con la cabeza, indicandole que guardara silencio. Haciendose rapidamente a un lado, Stevenson lo dejo pasar y cerro las puertas.
Darcy observo el salon con gesto adusto. Todavia no estaba lleno, pues aun era temprano. Bingley tenia razon en que la mayoria de los visitantes eran personas que ya conocian. Caroline Bingley estaba desempenando su papel de anfitriona a la perfeccion, aunque, penso Darcy, su sonrisa no reflejaba una sinceridad igual de perfecta. Examino con cuidado al grupo que la rodeaba: estaba compuesto por una serie de esposas de terratenientes y destacados comerciantes. Bingley ya tenia en la mano una taza de te y estaba absorto en una conversacion con el vicario y su esposa, mientras que una bandada de jovencitas merodeaba a su alrededor, lo suficientemente cerca como para escucharlo, esperando ansiosamente, sin duda, que el vicario se fuera. Darcy se giro para observar a los jovenes caballeros y oficiales militares que habian formado un semicirculo alrededor de la gran ventana en forma de arco desde la cual se divisaba el sendero por el que entraban los carruajes a Netherfield.
– Senor -murmuro una criada que pasaba con una bandeja. Darcy dirigio la vista hacia la bandeja y la inspecciono-. Con un saludo de parte de la senorita Bingley, senor. -El aroma de su cafe favorito, preparado de la forma que le gustaba, se elevo desde una taza que reposaba junto a un exclusivo surtido de galletas. Darcy le dirigio una mirada a la senorita Bingley e hizo una leve inclinacion de cabeza, al tiempo que ella hacia lo mismo para indicar que habia notado su gesto, y agarro la taza. En ese momento, se produjo una agitacion entre el grupo de hombres que estaba en la ventana. Varios jovenes rompieron la formacion y comenzaron a dispersarse por el salon, principalmente en direccion a las puertas. Como la curiosidad supero su sentido de discrecion, Darcy se deslizo hacia uno de los lugares que quedaron abandonados junto a la ventana, para ver cual era la causa de tanta expectacion.
Un carruaje vulgar, tirado por un solo caballo, recorria el sendero. Apenas se habia detenido, cuando se abrio de par en par la portezuela y una confusion de enaguas descendio sobre el sendero de gravilla.
– La senorita Lydia -dijo riendo uno de los hombres que estaba cerca de Darcy.
– ?Ahora si tendremos un poco de diversion! -exclamo otro, y los dos dieron media vuelta para reunirse con sus amigos en la puerta. Darcy recordaba vagamente haber visto en el baile el rostro que se vislumbraba bajo el sombrero, pero no pudo ubicarlo exactamente en una familia concreta. Le dio un sorbo a su cafe, con curiosidad por saber quien saldria del vehiculo. Lo que vio lo dejo frio mientras bebia.
En el exterior, la senora de Edward Bennet estaba arreglandose el vestido y el chal, preparandose para subir las escaleras de Netherfield. Tras ella venian la senorita Jane Bennet y otra hermana, que ayudaban a su madre en esos preparativos, y detras, asomando ligeramente la cabeza por la portezuela, se encontraba la senorita Elizabeth Bennet. La senora Bennet se dio la vuelta y le hizo un comentario a su hija, cuando bajaba del carruaje. La senorita Elizabeth respondio y luego le lanzo una fugaz sonrisa de complicidad a su hermana mayor, mientras su madre procedia a subir las escaleras. El hecho de haber sido testigo involuntario de ese intercambio intimo hizo que Darcy se sonrojara de incomodidad y se retirara enseguida de la ventana. Al dar media vuelta, vio un asiento vacio que tenia una excelente perspectiva de la puerta y se apodero de el.
Desde luego, la agitacion que tuvo lugar en la ventana no paso inadvertida para los hermanos Bingley. Caroline se volvio hacia su hermano con el ceno fruncido, este se disculpo enseguida con el vicario y se dirigio rapidamente hacia la ventana. Al ver solo un coche vacio que se retiraba de la entrada, dio media vuelta para buscar a Darcy, cuando se abrieron las puertas del salon. Aparecio Stevenson y, con una voz ahogada por la contencion de toda emocion, anuncio: «La senora de Edward Bennet, la senorita Bennet, las senoritas Elizabeth, Mary, Catherine y Lydia Bennet». Por un instante, se hizo un silencio total en el salon, tan portentoso como el que se produce antes de la aparicion de una novia. Sin percatarse de la expectacion causada por su llegada, la senora Bennet reprendio a una de sus hijas que venia detras para que dejara de moverse y entro en el salon para presentarle sus respetos a la anfitriona. Cuando las chicas Bennet finalmente aparecieron en el umbral, todo el salon parecio soltar la respiracion contenida. La senorita Bennet, un poco ruborizada, sonrio con delicadeza ante las damas y los caballeros que la saludaron, mientras avanzaba hacia la senorita Bingley. La hermana mas joven entro tan pegada a la mayor que casi tropieza con la cola del vestido de esta, lo cual le proporciono una excusa para agarrarse del brazo masculino mas cercano en busca de apoyo. Riendose y agitando los rizos, saludo al joven por el nombre y pronto estuvo rodeada de jovenes caballeros y oficiales, lo cual le hizo olvidar por completo la obligacion de presentarle sus respetos a las damas de la casa.
Darcy observo con aprension como Bingley se abria paso entre el corrillo de personas que rodeaba a sus hermanas y se detenia junto al divan, como si quisiera saludar apropiadamente a las recien llegadas. Con cierto alivio, noto que su amigo saludaba a la senorita Bennet con toda formalidad y correccion, aunque, tal vez, con una mirada un poco mas intensa de lo habitual. Un chillido, seguido de una risita, atrajo nuevamente la atencion de Darcy hacia los oficiales, donde identifico su origen en la tan esperada «senorita Lydia».
A pesar de su decision, la mirada de Darcy se deslizo otra vez hacia la puerta, que ahora enmarcaba a la ultima recien llegada. La senorita Elizabeth Bennet. Su llegada hizo que mas de un joven oficial abandonara su lugar y avanzara hacia la puerta. Esos movimientos pronto la ocultaron de la vista de Darcy, pero no antes de que el pudiera apreciar en su rostro una expresion de ironia que fue reemplazada por una sonrisa al responder al afectuoso saludo de sus amigos. En realidad, la naturaleza de dicha expresion sorprendio bastante a Darcy.