senorita Elizabeth parecia haberle asignado un lugar entre las cosas ridiculas, como haria uno con una relacion divertida pero un poco alocada. Despues de satisfacer su deseo de saber que se proponia la senorita Elizabeth Bennet, Darcy encontro que aquel descubrimiento habia engendrado en el dos emociones equivalentes pero opuestas, que luchaban valerosamente en su pecho. La primera era la indignacion que le causaba la impertinencia de una dama que se atrevia a juzgar a sus superiores. La segunda era el impulso de reirse por estar de acuerdo con su juicio. Una chispa de humor casi habia surgido en los ojos de Darcy, cuando fue asaltado por el recuerdo de que la senorita Bingley no era el unico residente de Netherfield que le causaba gracia a la senorita Elizabeth Bennet. La chispa de humor fue suprimida sin piedad cuando volvio a pensar en la manera en que la senorita Elizabeth se comportaba con el.
Ella le habia propinado un buen vapuleo; a Darcy no le quedo mas remedio que reconocerlo con cierta imparcialidad. La manera en que habia logrado dar la vuelta a su insultante comentario, apenas disfrazado, para convertirlo en un supuesto elogio habia sido magistral. Pero ?que le habia sucedido para hablarle asi a aquella muchacha? Darcy reviso mentalmente los sucesos de su encuentro. ?Acaso habia sido la rudeza de la respuesta de la joven a sus desesperados intentos por entablar una conversacion banal, o tal vez se habia molestado desde el principio, debido al evidente cambio de actitud de ella despues de que Bingley se la presentara? A ella le gustaba Bingley, pero ?que pensaba de el, de Darcy?
?Me considerara el mismo tipo de personaje que la senorita Bingley?, se pregunto, ?o no sera que su manera de comportarse es solo una farsa, un juego de coqueteria con el que espera atraer mi atencion? De manera distraida, Darcy comenzo a darle vueltas al anillo de rubi que llevaba en el dedo menique. ?Podria tratarse de otra cosa totalmente distinta? Recordo como la senorita Bennet habia bromeado con Bingley sobre el hecho de que el la hubiese ignorado en el baile y su amenaza de exigir un castigo. De repente, sintio que los musculos de su estomago se contraian, pues volvio a repasar mentalmente los sucesos del baile. ?Eso era! ?Tenia que ser! La senorita Bennet habia alcanzado a oir su imprudente y desconsiderado comentario.
– ?Idiota! -El insulto hacia si mismo se escapo de sus labios.
Darcy hizo una pausa en medio de su reflexion sobre la posibilidad de cerrar los ojos y masajearse las sienes con los dedos. No, no importaba que el hubiese herido el orgullo de la muchacha, no se arriesgaria a sufrir el reproche de una campesina cualquiera, solo para el entretenimiento de ella o sus amigas. Si ella hubiese decidido guardarle rencor, estaria obligado a hacerlo, pero tal como estaban las cosas, Elizabeth habia optado por desenfundar la espada. Darcy volvio a levantar la vista y encontro a Elizabeth Bennet al lado de su hermana mayor, mientras las dos miraban una carpeta con los ultimos dibujos de la senorita Bingley.
Se entretuvo dando una vuelta por el salon, intercambiando una palabra aqui, un saludo alla con los nuevos vecinos de Bingley y, de paso, observando a Elizabeth Bennet sin ser visto. Se dio cuenta de que su voz era bien modulada y agradable al oido, aunque no le resulto extrano despues de haberla oido cantar en la iglesia el dia anterior. La forma de comportarse entre sus amigas mostraba una espontaneidad y una sinceridad encantadoras, pero que ciertamente no reflejaban la conducta que se esperaba de una senorita del nivel social al que el estaba acostumbrado. Su rostro, decidio Darcy, era de la variedad «lechera»: redondo, limpio y saludable, pero carente de la distincion que se necesitaba para que fuera considerado modernamente clasico. Se movia con bastante gracia, reconocio Darcy, pero el temblor de su vestido dejaba intuir una falta de simetria en su figura que no le habria agradado a un purista.
Poco comun en sus modales, eso es seguro, sentencio Darcy, pero le falta la gracia fisica y social que revela una educacion verdaderamente aristocratica. Es bueno para ella que los oficiales esten cautivados, porque eso es lo mas lejos a lo que podra aspirar. Darcy espero en vano a que sus emociones secundaran su veredicto, pero estas se mostraron poco dispuestas a aceptar ese juicio y, en lugar de eso, exigieron mas informacion, de manera que la decision final sobre la dama quedaria pospuesta hasta una fecha posterior. Al volver su atencion sobre la familia de la muchacha, Darcy no encontro las mismas reservas. Nadie que tuviera ojos u oidos podia dejar de notar los modales estridentes y claramente calculadores de su madre y el atrevimiento descarado de sus hijas mas jovenes, cuya unica disculpa era su juventud. Darcy suspiro con fuerza para expresar su disgusto con ellas.
– Vamos, vamos, Darcy, que actitud tan negativa. Estoy seguro de que la partida de caza de manana sera muy agradable. -Absorto en su debate interno, Darcy apenas habia notado que estaba cerca de Bingley y el grupo de caballeros que lo acompanaban. Era evidente que estaban planeando una caceria, y su resoplido habia sido interpretado como la expresion de su disgusto ante la idea. Pero nada podria estar mas lejos de la verdad. Un dia al aire libre, con perros y armas, alejado de las intrigas de un salon social de provincias, era exactamente lo que necesitaba.
– Al contrario, Bingley, una idea excelente. -Darcy palmeo a su amigo en el hombro y el alivio engendrado por la perspectiva de un dia asi hizo que estuviera mas comunicativo de lo acostumbrado entre desconocidos-. Caballeros, ?ya les ha hablado Bingley de su mas reciente adquisicion? Es la escopeta ligera mas hermosa que ustedes hayan visto…
Mas tarde, durante la cena, la senorita Bingley estaba relatando los sucesos de la manana a quienes se hallaban sentados a la mesa. Antes de que se anunciara la cena, el senor Hurst se excuso diciendo que tenia un terrible dolor de cabeza y ahora se encontraba feliz en su habitacion, ocupado con un botellon de brandy, mientras sus companeros y su esposa formaban parte de la audiencia de la senorita Bingley. Bingley se sento comodamente en su asiento a la cabecera de la mesa y se dedico a prestarle a su hermana toda la atencion que le permitia su bondadosa naturaleza. La aparente compostura de la senorita Bingley esa manana, cuando se marchaban los invitados, no habia enganado a Darcy ni por un instante; era evidente que ardia en deseos de contar, analizar, criticar y regodearse. Mientras esperaban en el salon de armas a que los llamaran a cenar, Bingley le advirtio a Darcy que cualquier intento de detenerla seria inutil. Dijo que le daria a su hermana rienda suelta -como si pudiera hacer otra cosa- y que Darcy debia prepararse para una velada de habladurias y maliciosa satisfaccion.
– Y no, no puedes alegar que tienes dolor de cabeza, pues esa excusa ya ha sido utilizada por el senor Hurst. ?Y si crees por un momento que podras huir de lo que ni siquiera yo, que soy su hermano, puedo escapar, estas completamente loco! Eso forma parte de ser el hermano de una mujer cuya primordial preocupacion es llegar a los primeros circulos de la sociedad. -Bingley suspiro, cerrando un ojo y mirando otra vez por el canon de la escopeta ligera para revisar el ultimo ajuste de la mira-. Ella tiene que examinar exhaustivamente los acontecimientos de hoy. ?Que opinas? -anadio, alcanzandole el rifle a Darcy-, ?esta bien?
– ?El deseo de pertenecer a los circulos mas altos de la sociedad o sus metodos para llegar a ellos? - respondio Darcy, mientras se llevaba el arma a la mejilla y apoyaba la culata contra el hombro.
– ?Ninguno de ellos! Me refiero a la mira -replico Bingley de manera tajante, y luego guardo silencio mientras Darcy, un poco arrepentido por su ligereza, revisaba la alineacion. Cuando termino, bajo el arma del hombro y se la puso a Bingley en las manos.
– Charles -comenzo a decir.
– Tienes mucha suerte de tener la hermana que tienes, Darcy -lo interrumpio Bingley en voz baja-. La senorita Darcy no