de su chaqueta. Cuando yo estuve alli en el setenta y nueve… -Enseguida se desato una acalorada discusion sobre la inminente guerra, de la cual Darcy se excuso rapidamente.
Encontro un comodo sillon en una esquina tranquila y se arrellano placidamente en el, sin otro proposito que disfrutar del excelente brandy. Al sostener su vaso en alto para atrapar un rayo de luz de la lampara que tenia al lado, aprobo el delicado color ambarino del licor y su brillo, irradiando el reflejo de la luz. Antes de que pudiera impedirlo, estaba comparando el resplandor del licor con lo que habia observado en los ojos de la senorita Bennet. Rapidamente puso el vaso sobre la mesa.
Preguntandose que habria sido de Bingley, echo un vistazo a su alrededor y lo localizo cerca de la chimenea, conversando con el hombre que lo habia saludado y que, gracias a su anfitrion, ahora sabia que era el senor Bennet. A juzgar por la seriedad de su rostro, que resultaba casi doloroso observar, Darcy se podia imaginar bien la intensidad con que Bingley debia de estar tratando de causar una buena impresion en el anciano. Aunque el senor Bennet parecia prestarle a Bingley una atencion similar, Darcy creyo detectar una chispa de burla sarcastica en sus ojos, que no le gusto en lo mas minimo. Su sentido del deber para con su amigo reclamaba que fuera a rescatarlo, pero dada la particularidad de su propio intercambio con el caballero, Darcy experimento una decidida resistencia a intervenir. Se sintio profundamente agradecido cuando el
La corta distancia que habia entre el salon que los caballeros estaban abandonando y aquel al cual estaban entrando le parecio enganosa, pues el contraste entre los dos era tan grande que parecia que hubiesen hecho un viaje entre dos mundos. En el salon de juegos reinaba la atmosfera familiar de la sociedad masculina: el aroma del brandy y el humo de la pipa, el crujido de los sillones de cuero y la noble mirada de los trofeos de caza, cuyas cabezas llevaban anos vigilando desde las paredes aquel dominio masculino. En medio del salon revestido de madera y a media luz, la conversacion habia girado en torno a los caballos y la caza, el precio del maiz y la guerra. Se hacian acuerdos, se cerraban negocios y se establecian relaciones que asegurarian la paz y la prosperidad de la region durante muchos anos.
En contraste, el mundo al que estaban entrando resplandecia con la luz de miles de velas, el papel pintado floreado y el dulce aroma del te y el jerez. Todo hablaba de una sociedad femenina, cuyas reglas no escritas y cuyo comportamiento impredecible siempre le habian causado una cierta consternacion a Darcy. La excesiva afabilidad del matrimonio formado por sus padres y el buen sentido y excelente entendimiento con aquellos de cuya compania solian disfrutar no lo habian preparado bien para captar todos los matices en un salon social o un salon de baile. Los subterfugios y los discursos bonitos pero falsos no habian formado parte de su educacion. Dicho comportamiento era considerado como falto de honor e insultante. Sin embargo, despues de entrar en el mundo mas amplio de sus semejantes y amigos, Darcy descubrio que habitualmente se esperaba que la gente actuara asi, y que esa conducta era incluso elogiada, en especial cuando los dos sexos se encontraban en sociedad.
Sin deseos de involucrarse en las banalidades o intrigas que pasaban por conversaciones de salon, Darcy trato de recuperar su equilibrio para prepararse para la esperada justa con Elizabeth Bennet. El tan ansiado intercambio de dardos no habia tenido lugar y lo habia dejado curiosamente desanimado. Pensando en alcanzar a Bingley antes de que se sumergiera en el salon, Darcy avanzo hacia el, pero su amigo parecia bastante interesado en llegar al salon y no lo vio. Tuvo que seguir solo, y al entrar se acerco a una mesa sobre la que habian colocado dulces y jerez. Estudio brevemente la oferta y eligio uno de los dulces azucarados. Mientras lo saboreaba, levanto la vista y descubrio a Bingley, que estaba animando a la senorita Bennet a sentarse en un pequeno sofa y senalaba luego la mesa de los dulces. Ella asintio con elegancia en senal de aceptacion y se ruborizo complacida, mientras el se dirigia directamente hacia Darcy.
– Ah, Darcy -le dijo Bingley con una sonrisa de oreja a oreja-. Hazte a un lado, hombre. Tengo la mision de hacerle un favor a una adorable dama y debo regresar rapidamente o me temo que sere reemplazado.
Darcy miro por encima del hombro de Bingley cuando este se inclino para cumplir su tarea.
– No, no tienes nada que temer, Bingley. La madre de la dama te esta guardando el sitio. Si no me equivoco, ella se encargara de ahuyentar a quienquiera que ose tratar de sentarse junto a su hija hasta que tu regreses.
Bingley se detuvo solo el tiempo suficiente para verificar la verdad de las palabras de Darcy y luego se rio entre dientes y susurro:
– La senora Bennet tiene su utilidad, Darcy.
– ?Y que hay del senor Bennet? -pregunto Darcy en voz baja-. ?Quedaste satisfecho con la conversacion?
– ?Un hombre muy interesante y muy agudo! No se parece a su esposa en absoluto. -Bingley se enderezo, tratando de mantener el equilibrio de un plato de bizcochos en una mano y dos vasos de jerez en la otra-. Creo que nos hemos entendido estupendamente bien. -Darcy entorno los ojos-. ?No seas tan incredulo! -respondio Bingley-. Pero no tengo tiempo para ti, Darcy. La senorita Bennet espera y, con o sin su madre, no pretendo perder mi oportunidad, ahora que finalmente la he conquistado. -Y, diciendo esto, Bingley se alejo apresuradamente.
– Senor Darcy, permitame prepararle una taza de te. Con un terron de azucar, ?verdad? -Darcy hizo un esfuerzo por convertir la mueca que sintio asomandose a su cara en algo que se pareciera al agradecimiento-. Aqui tiene… justo como le gusta. -La senorita Bingley le ofrecio el te con un aire de intimidad que le disgusto.
– Gracias, senorita Bingley -dijo, aceptando la taza y dando un paso hacia atras-. Por favor, no permita que la entretenga. Me parece que los caballeros que estan alli esperan su regreso con ansiedad. -Hizo un gesto en direccion a uno de los grupos de invitados.
La senorita Bingley hizo ademan de pasar frente a el, pero se detuvo junto a su hombro y susurro:
– Es todo
– No es el tipo de sociedad al que estamos acostumbrados, eso es seguro -afirmo Darcy-, pero, senorita Bingley, debe usted admitir que la velada tiene cierta utilidad. Su hermano ya ocupa una posicion destacada entre estas personas y al final de esta velada sera mas estimado. Y usted, que hace las veces de senora de la casa, tambien asumira, sin duda, un papel protagonista en la comunidad. De hecho, ha comenzado usted muy bien. La manera en que la han recibido esta noche ha sido extremadamente amable y parece que usted es universalmente admirada. Eso solo puede contribuir al progreso de la influencia de su hermano.
Los ojos de la senorita Bingley brillaron e hizo un puchero con los labios.
– No tan
– Senorita Bingley, ?con seguridad se equivoca usted! Estoy asombrado oyendola decir eso -replico Darcy, aunque estaba bastante seguro de cual era la fuente del descontento de la muchacha-. ?A quien se refiere usted?
– A la senorita Elizabeth Bennet -confeso ella-. Detecte su falta de sinceridad en Netherfield y su comportamiento aqui esta noche solo confirma la verdad. -La senorita Bingley sacudio la cabeza con pesar. Luego, despues de haber lanzado su dardo, se disculpo, agarro el brazo de un joven vestido con lo que se consideraba localmente como el ultimo grito de la moda y le pidio que la acompanara hasta el otro lado del salon. Cuando se alejaron, Darcy la oyo exclamar algo sobre la corbata del joven y aconsejarle que hablara con el ayuda de camara de su hermano acerca de la manera adecuada de ponersela.
Tan pronto como la senorita Bingley le dio la espalda, Darcy dejo de fruncir el ceno y se llevo la taza a los labios para disimular la sonrisa ironica que habia ocultado mediante aquel gesto y que ya no podia esconder por mas tiempo.