expresion y luego le lanzo una mirada a el, como exigiendole que hiciera algo. Con renuencia, Darcy comenzo a atravesar el salon.

– ?No cree usted, senor Darcy, que he actuado correctamente hace un momento, al insistir al coronel Forster en que ofreciese un baile en Meryton? -Darcy se detuvo, asombrado, al tiempo que Elizabeth se daba la vuelta y le dedicaba una sonrisa insolente, con la que acompano su impertinente pregunta.

Durante unos segundos que parecieron eternos, Darcy penso que no iba a poder recuperar el uso de sus facultades. Se quedo paralizado, mientras su mente se afanaba, infructuosamente, por encontrar el tipo de respuesta que exigia una pregunta semejante.

– Con gran energia; pero ese es un tema que siempre llena de energia a las mujeres -contesto con una frialdad que era la antitesis del cumulo de emociones que se agitaban en su pecho.

Los ojos de Elizabeth brillaron al oir la respuesta y, con la barbilla ligeramente levantada, dijo:

– Es usted severo con nosotras. -La acusacion quedo flotando en el aire y parecio electrizar, de una manera que resultaba a la vez alarmante y embriagadora, la distancia que habia entre ellos. Darcy supo enseguida que ella se referia a algo mas que su inocua observacion. Las palabras que habia pronunciado durante su primer encuentro no habian sido olvidadas. Era hora de presentar sus disculpas. Respiro profundo para calmarse.

– Ahora me toca insistirte a ti -intervino con cierta inquietud la senorita Lucas, tratando de disipar el antagonismo entre su amiga y el distinguido invitado de su padre-. Voy a abrir el piano y ya sabes lo que sigue, Eliza. -La chispa de desafio en los ojos de Elizabeth se convirtio en una actitud de genuina contrariedad, de la que parecia invitar a participar a Darcy, mientras cedia a la advertencia tacita de su amiga.

– ?Que clase de amiga eres? ?Siempre quieres que cante y toque delante de todo el mundo! Si Dios me hubiese llamado por el camino de la musica, serias una amiga de incalculable valor. -Hizo una pausa y se volvio hacia Darcy-. Pero como no es asi, preferiria no tocar delante de gente que debe de estar acostumbrada a escuchar a los mejores musicos.

– ?Lizzy! -exclamo la senorita Lucas, con un tono de angustia-. ?Por favor, ten la bondad de complacerme!

– Muy bien. -Elizabeth suspiro con encantadora reticencia-. Si asi debe ser, que asi sea. -Levanto el rostro con una expresion de frialdad que respondio a la intensa mirada de Darcy-. Hay un viejo refran que aqui todo el mundo conoce muy bien: «Guarda el aire para enfriar la sopa», asi que yo lo guardare para mi cancion.

Y diciendo esto, dio media vuelta en compania de su amiga que, aliviada, abrio el piano que estaba frente a una inmensa ventana, tal como habia anunciado. El instrumento brillo a la luz de las velas. Elizabeth tomo asiento ante el. Los otros invitados se acercaron, pero Darcy se echo hacia atras, en busca de un poco de privacidad para recuperar la compostura y evaluar lo que acababa de pasar entre el y la intrigante Elizabeth Bennet.

Indudablemente, hubo una cierta tension, admitio, pero con seguridad sus palabras finales han sido toda una provocacion. Darcy se contento al pensarlo. Estaba seguro de que ella deseaba una disculpa. Pero ?acaso se estaria enganando al creer que la muchacha estaria abierta a otras posibilidades, despues de recibir sus excusas?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por las primeras notas de una cancioncilla popular, que vibraron delicadamente a traves del salon. Darcy reconocio enseguida que se trataba de una pieza que su hermana habia estado practicando antes del desdichado incidente del verano anterior. La familiaridad de la tonada atrajo su curiosidad y lo hizo acercarse para buscar un lugar desde el cual pudiera observar a la dama sin ser visto. Tras descubrir un punto que le ofrecia una buena perspectiva del perfil de la muchacha, Darcy se sento sin hacer ruido.

Desde el punto de vista tecnico, la actuacion de la senorita Elizabeth no fue la mejor, pero su interpretacion transmitio una alegria y una emocion impresionantes. Luego, cuando la muchacha unio su voz a la musica, Darcy se mostro encantado. Con creciente placer, se rindio al esplendido timbre de su voz, mientras este penetraba sus sentidos. La melancolica suplica de la cancion y la tierna expresion que caracterizaba los rasgos de Elizabeth al cantar despertaron dentro de el unos sentimientos jamas experimentados, tan profundos, que se extendieron rapidamente por todo su ser. Darcy se inclino hacia delante, con intencion de no perder ningun matiz, y agarro con fuerza el brazo de la silla. Era lo unico que podia hacer para permanecer sentado, pues sentia una urgente necesidad de acercarse. Se imagino inclinandose sobre ella, estirando el brazo para darle la vuelta a la partitura… y penso en su calidez y el aroma a lavanda.

Darcy no supo en que momento sono la ultima nota de la tonada, pues estaba perdido en el hechizo que habia entretejido la melodia, unida a sus fantasias. La oleada de aplausos que recorrio el salon lo volvio a traer al momento presente, pero esta se desvanecio antes de que el pudiera sumarse a la ovacion. Los gritos de «otra, senorita Elizabeth» fueron lo suficientemente insistentes como para detener a la dama cuando se levantaba de su lugar frente al instrumento. Una encantadora sonrisa revelo un dulce hoyuelo, al tiempo que ella accedia a la peticion general y retomaba su lugar. Darcy no pudo evitar soltar un suspiro de satisfaccion cuando la dama volvio a poner los dedos sobre las teclas.

Su segunda eleccion fue, como la primera, elegante en su sencillez, pero esta poseia una alegria de vivir y amar que contrastaba con la anterior. Darcy sintio que una sonrisa se asomaba a su rostro; una sonrisa que no le hubiera gustado explicar si alguien la hubiese visto, pues su origen era tan privado que el mismo no estaba seguro de su significado. Esta vez se mantuvo alerta y, cuando la cancion termino, se sumo al aplauso general. Elizabeth volvio a levantarse de su lugar ante el piano y esta vez no se dejo persuadir de regresar. Se retiro rapidamente para dejarle el puesto libre a otro y comenzo a caminar por entre el publico, aceptando los elogios de sus vecinos y amigos con la mas encantadora falta de vanidad, segun le parecio a Darcy.

La actuacion de Elizabeth fue seguida por un concierto impecablemente interpretado por otra de las hermanas Bennet, pero al cual le faltaba la soltura e inspiracion que habia en la seleccion mas sencilla de su hermana. Darcy se levanto de su lugar en medio del concierto, con la esperanza de ver a la senorita Elizabeth Bennet o de reunirse con Bingley antes de que lo encontraran sus hermanas. Pero antes de conseguir cualquiera de los dos objetivos, el concierto termino y una tonada escocesa puso a bailar a varios de los jovenes en un extremo del salon. La estridencia de la pieza y el ruido producido por el golpeteo de las botas hacian imposible sostener conversacion alguna. Darcy se quedo parado en medio de una silenciosa indignacion, pues sus expectativas de tener un nuevo intercambio con la senorita Bennet, o con cualquier otra persona, en todo caso, acababan de morir, aplastadas por los pasos de una danza popular escocesa.

– ?Que encantadora diversion para la juventud, senor Darcy! -Darcy se volvio hacia su anfitrion, que habia aparecido de repente junto a el, y observo a sir William con una mirada de hastio. Sir William siguio insistiendo en el mismo tema, sin darse cuenta de que su invitado no parecia estar de acuerdo-: Mirandolo bien; no hay nada como el baile. Lo considero uno de los mejores refinamientos de las sociedades mas distinguidas.

– Ciertamente, senor -respondio Darcy, que no pudo evitar la tentacion de recurrir al sarcasmo-, y tambien tiene la ventaja de estar de moda entre las sociedades menos distinguidas del mundo. Todos los salvajes bailan.

Si sir William noto el tono de Darcy, decidio no ofenderse y se limito a sonreir.

– Su amigo, el senor Bingley, baila maravillosamente, y no dudo, senor Darcy, que usted mismo sea un experto en la materia.

– Usted me vio bailar en Meryton, creo, senor -respondio Darcy, sin deseos de comentar sus habilidades en una actividad que poco le atraia.

– Desde luego que si, y me causo un gran placer verle. -El hecho de que sir William elogiara sus habilidades para el baile hizo que Darcy se preguntara si el hombre necesitaba unos lentes, ademas de un poco de sentido comun-. ?Baila usted a menudo en St. James?

Darcy casi se estremecio al pensarlo.

– Nunca, senor.

– ?Acaso cree que seria irrespetuoso bailar en ese lugar? -Sir William hizo la pregunta con toda seriedad. Los anos de entrenamiento de Darcy le permitieron permanecer inmovil mientras cada uno de los nervios de su cuerpo clamaba por dejar de participar en una de las conversaciones mas tontas que habia tenido en la vida.

– Es una actividad que nunca practico en ningun lugar, si puedo evitarlo. -Bueno, ?Darcy no podia ser mas parco que eso!

Evidentemente, sir William ya habia agotado sus comentarios sobre el baile, porque, de inmediato, inicio una nueva estrategia en su esfuerzo por continuar conversando con su distinguido invitado, en el intercambio de

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