opiniones mas largo que se le habia visto hasta el momento.
– Creo que tiene una casa en la capital.
Darcy hizo una inclinacion, confirmando las palabras de sir William, y rogo que su silencio animara al anfitrion a ir a entretener con su conversacion al resto de sus invitados.
– Alguna vez pense en fijar mi residencia en la ciudad, porque me encanta la alta sociedad -confeso-, pero no estaba seguro de que el aire de Londres le sentara bien a lady Lucas.
Darcy decidio no comentar sus opiniones sobre el aire de Londres o su conveniencia para lady Lucas, con la esperanza de acabar de esa manera con la interminable charla. No obstante, una sonrisa bondadosa aparecio de repente en el rostro de sir William.
– Mi querida senorita Eliza, ?por que no esta bailando?
Darcy se dio la vuelta con rapidez, a tiempo para alcanzar a ver la expresion de total confusion y no poca alarma que se reflejo en el rostro de la dama. No obstante, las dos emociones fueron rapidamente enmascaradas y reemplazadas, cuando ella se atrevio a mirarlo a la cara con una apariencia de indiferente cortesia.
– Senor Darcy, permitame que le presente a esta joven que puede ser una excelente pareja. Estoy seguro de que no podra negarse a bailar cuando tiene ante usted tanta belleza. -Amparado en la familiaridad que le permitia el hecho de conocerse desde hacia mucho tiempo, sir William se apodero de la mano de Elizabeth y se dio la vuelta para pasarsela amablemente a Darcy. La oportunidad de sostener la mano de ella entre las suyas y repetir ese contacto a traves de un acto formal era una tentacion a la que Darcy, aunque estaba sorprendido por su buena fortuna, se inclinaba a sucumbir. Dio un paso al frente, pero antes de que pudiera asegurarle a ella su buena disposicion, la muchacha retiro la mano.
– Le aseguro, senor, que no tenia la menor intencion de bailar -se apresuro a informarle a sir William la senorita Elizabeth-. Le ruego que no suponga que he venido hasta aqui para buscar pareja. -Darcy sintio el temor que experimentaba la muchacha de ser presentada otra vez ante el solo para sufrir otro rechazo.
– Senorita Bennet -la interrumpio Darcy, acudiendo a toda la formalidad de que era capaz-, me sentiria inmensamente agradecido si usted me permitiera el honor de concederme un baile. -La expresion de la muchacha le dejo ver claramente que no creia que estuviera diciendo la verdad.
– Usted baila muy bien, senorita Eliza, y seria cruel por su parte negarme la satisfaccion de verla -trato de persuadirla sir William-. Y aunque a este caballero no le guste este tipo de entretenimiento, estoy seguro de que no tendria inconveniente en complacernos durante media hora.
– El senor Darcy es extremadamente cortes -dijo Elizabeth y sonrio con la certeza de que saldria ganadora de ese encuentro.
– Lo es, en efecto; pero considerando el incentivo, mi querida senorita Eliza, no podemos dudar de su complacencia; porque ?quien podria rechazar una pareja tan encantadora?
Era una pregunta que ninguno de los dos contrincantes estaba preparado para responder. Elizabeth miro a Darcy con coqueteria y en sus ojos brillo una chispa de triunfo; luego, murmurando una disculpa para sir William, dio media vuelta. Aunque decepcionado, Darcy no pudo evitar admirar su actitud y donaire durante la incomoda situacion en la que habian quedado atrapados. La senorita Elizabeth Bennet era mucho mas de lo que el esperaba encontrar en las salvajes y remotas tierras de Hertfordshire. Su admiracion crecia a medida que la imagen de ella, sentada ante el piano, cruzaba su mente. Un toquecito en su brazo lo arranco de esos agradables pensamientos.
– Puedo adivinar por que esta tan pensativo. -El tono aburrido de la senorita Bingley le aseguro a Darcy que sus pensamientos no se habian reflejado en su expresion.
– Creo que no -respondio el.
– Esta pensando en lo insoportable que seria pasar mas veladas de esta forma, en esta compania. -Suspiro con conmiseracion-. Y por supuesto, soy de su misma opinion. ?Nunca he estado mas molesta! ?Que gente tan insipida y que alboroto arman! ?Con lo insignificantes que son y que importancia se dan! ?Lo que daria por oir sus criticas sobre ellos! -la senorita Bingley metio una mano entre el brazo de Darcy y, con la otra, aliso una arruga imaginaria en la manga de su chaqueta.
– Sus conjeturas son totalmente erroneas, se lo aseguro. Mi mente estaba ocupada en cosas mas agradables. -Con suavidad, pero con firmeza, Darcy quito de su brazo la mano de la senorita Bingley-. Estaba meditando sobre el gran placer que pueden causar un par de ojos bonitos en el rostro de una mujer hermosa.
– ?Vaya, senor! -replico ella con una cuidadosa indiferencia-. ?Y a cual de las damas debemos concederle el merito de inspirar semejantes reflexiones en una persona tan poco habituada a los coqueteos?
– A la senorita Elizabeth Bennet -fue la respuesta espontanea de Darcy y tan directa que no le dejo ninguna duda referente a la seriedad de su afirmacion.
– ?La senorita Elizabeth Bennet! Me deja atonita. ?Desde cuando es su favorita? Y digame, ?cuando tendre que darle la enhorabuena?
Negandose a que lo obligaran a decir algo que pudiera alimentar las sospechas de la senorita Bingley, Darcy contesto con vaguedad e ignoro sus constantes ridiculeces. Solo ansiaba que la velada llegara a su fin. Era tal el deseo de tomarse una copa de brandy, mientras el fuego chisporroteaba en la chimenea y el ocupaba una comoda silla desde la que pudiera disfrutar de las dos cosas al mismo tiempo que examinaba las nuevas piezas del rompecabezas de la senorita Elizabeth Bennet, que Charles apenas pudo arrancarle unas pocas silabas. Ya fuera por gratitud por la manera en que Darcy habia soportado esa noche sus preocupaciones por la hermana mayor de las Bennet o porque sintio que su amigo necesitaba estar solo, Bingley hizo que el resto del grupo regresara a Netherfield tal como habian venido.
Mientras se acomodaban para el viaje, Bingley carraspeo unas cuantas veces, pero fue ignorado.
– Darcy, ?te ocurre algo? Nunca te habia visto asi -dijo Bingley y se rio con nerviosismo.
– ?Algo? No, Charles, no me pasa nada. Al menos, no lo creo. -La voz de Darcy quedo en suspenso mientras miraba por la ventana del coche hacia la noche fria y estrellada. Despues de unos momentos, volvio en si y se dirigio a su amigo-: Me parece que tu pequena expedicion al campo ha traido mas cosas de las que esperabamos. Eso es todo.
Capitulo 6
La velada con el coronel Forster y sus oficiales resulto, en opinion de Darcy, una noche agradable. Aunque no tenia inclinaciones militares, Darcy apreciaba la compania de caballeros cuyas ideas sobre el honor y el servicio, el rey y el pais no diferian particularmente de las suyas. Escucho con mas que atenta cortesia las historias del coronel sobre sus campanas contra Napoleon, e incluso con mas interes cuando el hombre relato un encuentro con el almirante Nelson, uno de los heroes de juventud de Darcy. Incluso Charles se permitio disfrutar de la velada despues de llegar y tomarse un vaso de buen oporto para brindar con los jovenes oficiales por las damas de Meryton. Su viaje hasta los salones que les servian de club a los oficiales habia estado marcado por la indignacion que le causaba la perfidia demostrada por su hermana, al invitar a la senorita Bennet a Netherfield justo la noche en la que sabia que el tenia otro compromiso. El horrible tiempo de esa noche, terriblemente humedo, reflejaba el estado de animo de Bingley, y Darcy estuvo tentado de enfadarse con el. Pero sabiendo que los raros enojos de Bingley tendian a pasar pronto, decidio contenerse y se limito a enarcar una ceja al oir sus mas extremos deseos de venganza.
En aquel momento regresaban a Netherfield con un estado de animo mas bien relajado, dispuestos a buscar la silenciosa comodidad de sus camas. Por eso el alboroto en medio del cual encontraron a la servidumbre al llegar a la casa contrasto notablemente con lo que cualquiera de los dos esperaba o deseaba. Al ver a Stevenson, que pasaba volando por el vestibulo, Bingley le pregunto por la razon de tanta agitacion.
– Le ruego que me excuse, senor, pero la invitada de la senorita Bingley se sintio muy enferma y…