– ?La senorita Bennet! ?Se refiere a la senorita Bennet? -grito Bingley.

– La misma, senor.

– ?Que ha ocurrido? ?Que esta haciendo? ?Por Dios, hombre, no me tenga en suspenso!

– Ya han enviado a buscar al boticario, senor, y esperamos que llegue en cualquier momento. De hecho, pensamos que era el. -Al ver la agitacion de su amo, Stevenson se enderezo y siguio diciendo con tono mas sereno-: No conozco los detalles, senor. Si usted tuviera la bondad de dirigirse a su hermana…

Sin mirar atras, Bingley se lanzo hacia las escaleras en busca de Caroline, dejando que su amigo se defendiera por si mismo. Darcy lo siguio escaleras arriba, pero mas lentamente y con el proposito de dirigirse a su propia alcoba. Dejo el sombrero, los guantes y el baston en una mesa que habia en el vestidor, mientras recibia el saludo de su ayuda de camara.

– Parece que ha habido algo de agitacion hoy por aqui, Fletcher.

– Si, senor. Una joven se sintio indispuesta durante la cena, senor.

– ?Algun problema en la cocina?

– Ah, no, senor.

Darcy espero unos segundos antes de levantar las cejas, para indicar que deseaba saber mas. Fletcher, que no mostro ninguna sorpresa al ver el interes de su amo por la salud de una joven campesina, le proporciono mas detalles.

– Oi que la senorita llego a Netherfield bastante empapada, senor. Resultado, sin duda, de viajar tres millas a caballo bajo la pertinaz lluvia.

– ?A caballo! -La incredulidad de Darcy animo a continuar al criado.

– Si, senor, asi es. Las hermanas del senor Bingley tambien estaban perplejas. A la dama se le proporciono ropa seca enseguida, pero se sintio enferma en mitad de la cena. Entiendo que estan esperando al boticario, o quien haga sus veces en este lugar, senor.

Con gesto serio, Darcy asintio para indicar que comprendia.

– Fletcher, ?no cabe duda de que la dama esta realmente enferma?

– No sabria decirle, senor.

Darcy resoplo con incredulidad.

– ?Vamos, Fletcher!

El ayuda de camara vacilo un poco, pero luego confeso:

– Oi a las criadas de arriba murmurando, lo que indica que hay una genuina preocupacion de que la dama tenga fiebre, senor.

Mientras Fletcher lo ayudaba a quitarse la ropa, Darcy se pregunto por ese comportamiento tan extrano. Emprender un viaje de tres millas a caballo, bajo un tiempo tormentoso, no parecia, en su opinion, una conducta propia de la delicada senorita Jane. Si bien reconocia que el incentivo de pasar una velada en Netherfield debia de ser muy importante para una chiquilla criada en el campo, una chiquilla criada en el campo seria igualmente consciente de los riesgos que implicaba mojarse. ?Por que no habia usado el carruaje de su padre? Con seguridad, el padre le proporcionaria a su hija todos los medios que tuviera a su alcance para fortalecer su amistad con los Bingley. El senor Bennet era, sin duda, un tipo curioso, pero no alguien que descuidaria el bienestar de su hija. En consecuencia, ?con que proposito, o por orden de quien, habia venido la muchacha de esa manera?

Ataviado con su ropa de dormir, Darcy despidio a su ayuda de camara y llevo la vela hasta la habitacion. La puso sobre la mesita y se tiro sobre la cama con un sentimiento de alivio, deslizandose bajo las suaves mantas. Luego alargo la mano, la puso alrededor de la llama y la apago con un soplido. Mientras estiraba sus largas piernas y acomodaba la almohada, se le ocurrio un nuevo aspecto del asunto. Si la senorita Bennet se sentia tan enferma, lo mas probable es que no la movieran; en ese caso, ?no vendria a verla la hermana que la seguia en edad? Darcy estaba seguro de eso y se quedo reflexionando sobre esa posibilidad hasta que el sueno se apodero de el.

La manana siguiente amanecio con un sol radiante y las rafagas de viento que normalmente siguen a las tormentas. A la temprana hora en que el sol se levanto para tentar a Darcy a dar un paseo a caballo, el aire habia absorbido gran parte de la lluvia de la noche anterior, pero no la suficiente. Darcy sabia que debia aliviar la agitacion que, sin duda, le estaba provocando Nelson a su mozo de cuadra, pero levantarian demasiado barro y los cascos del caballo destrozarian el cesped. No, a pesar de lo mucho que disfrutaria de una hora a caballo, limpiar luego la suciedad con la que regresarian no seria nada placentero. Nelson y el mozo de cuadra tendrian que llegar a un acuerdo por si solos.

Un cafe lo esperaba en la mesita y, taza en mano, Darcy se dirigio hacia la biblioteca, donde habian depositado las cartas del mayordomo y el ama de llaves de Pemberley. Una hora mas tarde, una serie de ruidos en el corredor lo alertaron de la presencia del resto de los ocupantes de la casa y, doblando sus cartas, fue a reunirse con ellos en el comedor del desayuno.

– Como siempre, el senor Darcy levantado antes que nosotros. -La senorita Bingley lo saludo con una sonrisa y un gesto en direccion a la taza vacia y el plato que el caballero dejo sobre la mesita auxiliar. Mientras Darcy se servia de las bandejas desplegadas ante el, un criado entro y se inclino para hablar en secreto con la senorita Bingley. Cuando salio, ella se volvio hacia su familia sentada a la mesa y suspiro.

– Me temo que la senorita Bennet no se siente mejor. Parece que tendra que permanecer un poco mas como nuestra invitada.

– ?Puede hacerse algo mas por ella, Caroline? -La preocupacion en la voz de Bingley era casi tangible-. Tal vez deberiamos llamar a un medico de Londres.

– ?Indudablemente eso es decision de su familia, Charles! De nada servira actuar de forma tan precipitada. Senor Darcy, usted esta de acuerdo con eso, ?no es asi? -La senorita Bingley miro a Darcy, segura de obtener su respaldo. Por consideracion a la angustia de su amigo, el no contesto enseguida. Apoyo con cierta reticencia la opinion de la senorita Bingley en ese asunto, pero se cuido de plantearlo de una manera que esperaba aliviara la preocupacion de Bingley. El desayuno continuo en silencio durante un rato, pero fue interrumpido cuando la puerta se abrio de repente, dejando paso a una extraordinaria aparicion.

Enmarcada por el dintel de la puerta estaba la senorita Elizabeth Bennet, con las mejillas tenidas de un encantador tono rosado, pero por lo demas presentaba un aspecto totalmente desalinado. A juzgar por el estado de sus botas y enaguas, era evidente que llevaba un buen rato al aire libre, probablemente caminando campo a traves. Su cabello aparecia despeinado por el viento a pesar del sombrero, cuyas cintas se habian enredado totalmente, y la falda del vestido y la capa estaban salpicadas de barro. Darcy esbozo una sonrisa de placer al ver la encantadora imagen que ella representaba, con los ojos brillantes por el esfuerzo, pero cautelosamente desafiantes ante cualquier censura que pudiera despertar su inesperada aparicion.

Bingley fue el primero en avanzar hacia ella.

– ?Senorita Elizabeth! Bienvenida, bienvenida… ?Por favor, entre y sientese! ?Ha venido caminando desde Longbourn? -Al ver que la muchacha asentia, Bingley sacudio la cabeza-. Debe de estar exhausta. -Aparto hacia atras una silla y la empujo suavemente hacia ella-. Por favor, sientese. Y, claro, ha venido a buscar noticias de su hermana.

Darcy experimento una oleada de celos irracionales cuando Elizabeth levanto hacia Bingley un rostro lleno de gratitud y acepto la silla.

– Gracias, senor. Es usted muy amable. -Hizo una breve pausa, mientras tiraba de las cintas de su sombrero-. ?Que puede contarme de Jane, senor Bingley? ?Esta muy enferma?

– Lamento comunicarle que mis hermanas me dicen que la senorita Bennet no ha dormido bien. Continua con fiebre y no puede dejar su alcoba.

Elizabeth se levanto enseguida de la silla y rogo que la condujeran junto a su hermana inmediatamente.

– Venga, senorita Eliza -dijo la senorita Bingley, arrastrando las palabras con un tono tranquilizador-, Louisa y yo la llevaremos arriba. Estabamos a punto de visitar a su hermana, ?no es asi, Louisa? -Entre las dos mujeres sacaron rapidamente del salon a la nueva invitada.

Darcy tuvo cuidado de no mirar mientras las damas salian; en lugar de eso, termino el desayuno, acompanado en silencio por un pensativo Bingley. Finalmente coloco a un lado la servilleta y miro a su amigo con compasion y una cierta exasperacion.

– Bingley, a nadie le sera de utilidad que los dos nos quedemos montando guardia ante la puerta de la

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