senorita Bennet. Tengo unas cartas que echar al correo. ?Que te parece si las llevamos a Meryton personalmente? Tendremos que ir por los caminos, sin galopar de forma imprudente… -Darcy dejo la frase sin terminar. Al oir sus palabras, Bingley se movio, comenzando a mostrar cierto interes.
– Me sentiria extremadamente tentado si tu, digamos… ?me permitieras montar a tu
– ?Estaria firmando tu sentencia de muerte si permitiera algo tan descabellado! No estas tan desconsolado como para tentar al destino solo para animarte. -Darcy trato de adoptar una actitud de severidad frente a los esfuerzos de Bingley por parecer inconsolable-. Vamos -dijo, abandonando esa actitud-, ?vamos a caballo hasta Meryton o prefieres deambular por los corredores de Netherfield, acosando a todo el que salga de la habitacion de la senorita Bennet?
– ?Vayamos a Meryton, entonces! -Bingley solto una carcajada junto a Darcy, pero luego se detuvo y siguio hablando con un tono mas serio-: Me alegra que la senorita Elizabeth haya venido. Ella sabra juzgar mejor la salud de su hermana que los criados o, Dios no lo permita, mis hermanas. Creo que la senorita Bennet estara encantada de tener a su lado a su hermana y no a unos desconocidos. -Se quedo en silencio durante un momento y luego parecio llegar a una conclusion-. Si la senorita Bennet no esta mejor cuando regresemos, invitare a la senorita Elizabeth a quedarse en Netherfield hasta que su hermana pueda regresar con seguridad a su casa. No hay nada objetable en eso, ?o si, Darcy?
– Nada en absoluto, Bingley. Todo es completamente apropiado. Es una idea excelente.
– ?Bien! Entonces, te vere en el establo en veinte minutos. No… mejor media hora, e iremos hasta Meryton a llevar al correo tus cartas tan importantes. -La mejoria en el estado de animo hizo que Bingley se pusiera en marcha con energia y se dirigiera rapidamente a su alcoba a ponerse la ropa de montar. Como necesitaba mucho menos tiempo para cambiarse, Darcy se sirvio otra taza de cafe y la llevo hasta la ventana, donde se detuvo, apoyando un hombro contra el marco.
?Realmente la presencia de Elizabeth en Netherfield seria una idea excelente, como acababa de decirle a Bingley? Estar en su compania con tanta frecuencia y alli, donde habia alcanzado cierto nivel de sosiego, era algo que amenazaba su tranquilidad; sin embargo, era el lugar perfecto para profundizar en su relacion con ella. Alli,
Darcy cambio de postura y se llevo la taza a los labios, mientras imaginaba lo que podria pasar en los dias siguientes. No estarian en compania de extranos que habria que contentar o distraer, ni tampoco tendria que competir con nadie por la atencion de la muchacha, o mantener o inventar alguna charla banal y sin sentido. Podria batirse con ella a sus anchas; Darcy no tenia duda sobre el hecho de que los encuentros entre ellos recordaban mas un combate que otra cosa. Mas alla de la excelencia de la idea, de repente, Darcy se enfrento con la pregunta real: ?Que era lo que mas queria: mantener su tranquilidad o la vibrante excitacion que le producia la proximidad de un enfrentamiento verbal con la senorita Elizabeth Bennet?
– Senor Darcy, ?podria usted informarme sobre el paradero de mi hermano? La senorita Eliza me ha pedido que le haga una peticion de su parte.
Aunque la costumbre de la senorita Bingley de interrumpir sus pensamientos se estaba convirtiendo en algo verdaderamente molesto, Darcy se volvio hacia ella con una respuesta amable:
– Ha ido a cambiarse de ropa. Pensamos que seria mejor dejarlas tranquilas, dedicadas al cuidado de la enferma, para que no se sientan obligadas, ademas, a atendernos a nosotros. -Dejo a un lado la taza e hizo una inclinacion, pero anadio justo antes de salir-: No deje que Bingley se marche antes de haber hablado con usted. Se le ha ocurrido una idea excelente.
La senorita Elizabeth Bennet no estaba en ninguno de los salones de Netherfield cuando los dos caballeros regresaron de su paseo. Y tampoco aparecio durante el transcurso de la tarde. Darcy se mantuvo atento a cualquier sonido musical que proviniera del salon o al murmullo de una voz suave y agradable que pudiera salir de la salita de las damas, pero la casa estaba en silencio, excepto por el ruido que hacian los criados, atareados en sus faenas habituales. A la hora de la cena, comenzo a sentirse inquieto y molesto. Tras llegar con dificultad a la conclusion de que deseaba la presencia de la muchacha, a pesar del caos que producia en su serenidad, Darcy se percato de que ahora su ausencia lo irritaba.
La senorita Elizabeth aparecio finalmente hacia las seis y media, cuando se anuncio la cena, y se reunio con ellos, vestida con un traje limpio, recien enviado desde Longbourn. Se habia cepillado el cabello y lo tenia peinado hacia atras, sujeto con una cinta, con un estilo sencillo pero encantador. El resentimiento que habia atacado a Darcy durante todo el dia debido a su ausencia se fundio de alguna manera en el placer que le produjo el hecho de verla por fin. Sin embargo, su placer duro poco.
– Senorita Eliza, ?como ha dejado usted a nuestra pobrecita Jane? -pregunto la senorita Bingley, adelantandose a Darcy, que avanzaba en direccion a la nueva invitada. El caballero se detuvo y se retiro, sin deseos de participar en una de las fingidas demostraciones de preocupacion de Caroline. La senorita Bingley se apodero del brazo de su invitada, dandole unos golpecitos tranquilizadores, mientras Elizabeth informaba al grupo con pesar de que no podia darles buenas noticias. La seriedad de su expresion y la preocupacion que revelaban sus ojos hicieron que Darcy se sintiera avergonzado por haber sido tan impaciente y haber creido que era timidez por parte de la muchacha. Ella estaba claramente consternada y los cuidados que le estaba prodigando a su hermana eran evidentes en el agotamiento que manifestaba su rostro.
– Estamos muy apenadas, ?no es asi, Louisa? Jane es una muchacha tan dulce para estar sufriendo de esa manera. -La senorita Bingley llevo a Elizabeth hacia la mesa del comedor y la sento en el extremo opuesto al asiento que ocupaba Darcy. Este fruncio el ceno con disgusto, al ver la disposicion de los puestos en la mesa-. ? Podria sentarse en el sitio de Hurst por esa noche? Es tan desagradable pillar un resfriado -siguio diciendo la senorita Bingley.
– ?Tan desagradable! -repitio la senora Hurst-. Senor Hurst, su sitio. -La senora Hurst le hizo senas a su marido para que ocupara el lugar junto a Elizabeth. Y Hurst, para desesperacion de Darcy, se apresuro a sentarse en la silla con una velocidad inusual-. Me molesta sobremanera el hecho de estar enferma.
– Tambien a mi, hermana. -La senorita Bingley se estremecio-. ?Es horrible! Por eso nunca me permito enfermarme. ?Dios, mi constitucion no lo soportaria! Y, bien, senorita Eliza, espero que ya este instalada.
Darcy tomo su acostumbrado puesto en la mesa, a la izquierda de Bingley, y se resigno a entretener a la senorita Bingley y a la senora Hurst, quienes continuamente solicitaban su atencion o su opinion. Ocasionalmente pudo lanzar unas cuantas miradas al otro extremo de la mesa, para observar como le iba a Elizabeth con el cunado de Bingley como unica compania. Su conversacion y su conducta eran muy recatadas, por decirlo de alguna manera, aunque Darcy no pudo alcanzar a oir nada de lo que estaba diciendo. Solo llego a escuchar un estruendoso comentario despectivo de Hurst, pero las unicas palabras que pudo distinguir fueron «no como el
Tan pronto como retiraron el ultimo plato, Elizabeth se disculpo y regreso arriba a seguir cuidando a su hermana. Una vez que se hubo retirado, Darcy tuvo mucho gusto en complacer a Bingley y acepto acompanarle, junto a Hurst, al salon de armas para degustar un brandy. Pero antes de que se levantara de la silla, la senorita Bingley pidio la atencion de todos.
– Bueno -dijo, resoplando con dramatismo-, ?me atrevo a decir que nunca en la vida habia visto modales mas intolerables! ?En un momento nos trata con insufrible orgullo y al siguiente con total impertinencia!
– ?De quien estas hablando, Caroline? -pregunto Bingley, a quien parecio posarsele sobre la frente una nube negra. Darcy tambien miro a la senorita Bingley con silencioso desconcierto. Se recosto en la silla, cruzo las piernas y, sin darse cuenta, comenzo a retorcer la servilleta.
– De la muchachita que acaba de salir por la puerta, Bingley -fue la respuesta, que provino del lugar mas inesperado. Hurst se quito la servilleta-. ?Podeis imaginarlo? ?Preferir un plato sencillo a un
– ?Vaya, senor Hurst! -exclamo la senorita Bingley riendose-. ?Acaso su «belleza» no compensa esos defectos? He oido decir que sus ojos son preciosos. -La unica respuesta de Hurst fue un grunido peyorativo que hizo que Darcy le diera otra vuelta a su servilleta.
– Tiene usted mucha razon, senor Hurst -dijo su esposa-. En resumen, lo unico que se puede decir de ella es que es una excelente andarina. Jamas olvidare como aparecio esta manana. ?Realmente parecia medio salvaje!