– En efecto, Louisa. Cuando la vi, casi no pude contenerme. -La senorita Bingley bajo la mirada a su plato y luego miro a Darcy con disimulo-. ?Que insensatez venir hasta aqui! ?Que necesidad tenia de andar corriendo por los campos solo porque su hermana tiene un resfriado? ?Como traia el cabello, tan despeinado, tan desalinado!

– Si. ?Y las enaguas! ?Si las hubieseis visto! Con mas de una cuarta de barro, estoy segura. -La senora Hurst se rio.

Aunque Darcy se habia vuelto inmune a la costumbre de las hermanas Bingley de destrozar a sus conocidos, no podia tolerar durante un minuto mas aquellos ataques gratuitos contra Elizabeth. Eso lo ponia ante un dilema. ?Deberia oponerse al malicioso chismorreo? Hacerlo probablemente solo provocaria que los ataques contra la senorita Elizabeth se intensificaran y ademas se complementaran con una interminable sarta de insinuaciones dirigidas a el. ?Deberia contenerse? Despues de todo, el era un invitado. Tenia que haber alguna manera de…

– Tu descripcion puede que sea muy exacta, Louisa -dijo Bingley rapidamente-, pero todo eso a mi me paso inadvertido. Creo que la senorita Elizabeth Bennet tenia un aspecto inmejorable al entrar en el salon esta manana. Casi no me di cuenta de que llevaba las faldas sucias.

Bien hecho, penso Darcy. Tal vez Bingley demostraria que estaba a la altura y anularia aquella intolerable costumbre de sus hermanas sin ninguna interferencia de su parte.

Sin amilanarse y con la atencion todavia fija en Darcy, la senorita Bingley profundizo todavia mas en la cuestion.

– Estoy segura de que usted si se fijo, senor Darcy; y me figuro que no le gustaria que su hermana diese semejante espectaculo.

– Claro que no -contesto Darcy, sintiendo un ligero temblor al recordar el espectaculo que su familia casi no alcanza a evitar.

La sonrisita de satisfaccion que se dibujo en los labios de la senorita Bingley le hizo ver que su reaccion no habia pasado inadvertida. Ella se inclino hacia el con seguridad.

– Me temo, senor Darcy -observo a media voz-, que esta aventura ha afectado bastante la admiracion que sentia usted por los bellos ojos de la senorita Elizabeth.

Darcy clavo sus penetrantes ojos negros en la senorita Bingley, al tiempo que sus labios esbozaban una enigmatica sonrisa.

– En absoluto -replico-, con el ejercicio se le pusieron aun mas brillantes.

Fletcher ya se habia retirado y habia cerrado la puerta de la alcoba, pero Darcy seguia sentado frente al tocador, con la mirada perdida en el espejo. Era cierto cuando lo dijo, reflexionaba en silencio, y despues de pensarlo un poco mas seguia siendo cierto: «Eso disminuira significativamente sus oportunidades de casarse con hombres de alta condicion».

El tema habia sido las relaciones tan poco respetables que sus invitadas tenian en Londres y la influencia que esas conexiones tendrian sobre las perspectivas de ambas jovenes. Bingley habia demostrado una alarmante disposicion a debatir con sus hermanas sobre el estatus de las Bennet, hasta que Darcy habia intervenido en la conversacion con aquella apabullante afirmacion. A Charles no le gusto y cayo en un silencio que Darcy deseo que sus hermanas imitaran. Pero en lugar de seguir el ejemplo de Bingley, ellas continuaron intercambiando comentarios burlones a expensas de aquellas a quienes acababan de profesarles su preocupacion. Darcy no podia entender que las habia impulsado a acudir a la habitacion de la senorita Bennet para hacerle una consoladora visita despues de haber hecho semejante despliegue, pero en eso habian ocupado su tiempo hasta que anunciaron que el cafe estaba servido.

A solas en su habitacion, Darcy sacudio la cabeza, pues la inquietud por la velada le espantaba el sueno. Caroline Bingley. Con ese rostro, esa figura y esa fortuna, ella se movia facilmente entre los primeros circulos de la aristocracia y bien podia aspirar a entrar en los de la nobleza, a pesar del hecho de que su fortuna provenia del comercio. Aunque la aprobacion social de su familia era reciente, se comportaba con la misma altaneria que una duquesa y con tan poca compasion como una piedra. Darcy se estremecio al pensar que una mujer como esa pudiera ser su companera en la vida y la duena de sus propiedades y empleados. Sus pensamientos se detuvieron entonces en la persona mas agradable pero mas compleja de Elizabeth Bennet. Ella era la hija de un caballero que provenia de una larga linea de caballeros y, a pesar de su ridicula madre y sus lamentables hermanas menores, habia heredado la distincion en su totalidad. Pero debido a que su familia habia caido en tiempos de estrechez, su posicion, aunque era reconocida en los alrededores de Hertfordshire, habia pasado de ser bien recibida a ser apenas tenida en cuenta en el panorama mas amplio de la sociedad.

Ella podra reinar en Meryton, suspiro Darcy, pero en Londres la despreciarian, mientras que otras mujeres menos valiosas son cortejadas y elevadas hasta el cielo. Se levanto y se dirigio a la cama. Pero el sueno se negaba a aparecer y la charla mantenida durante la velada continuaba dandole vueltas en la cabeza. ?Como habia empezado todo aquello? Ah, si, con los libros. La senorita Eliza habia decidido leer en lugar de jugar a las cartas…

– La senorita Eliza Bennet desprecia el juego. Es una gran lectora y no encuentra placer en nada mas. -El elogio de la senorita Bingley estaba elegantemente tenido de rencor. Darcy la miro con sorpresa, asombrado de que su ataque se produjera tan inmediatamente despues de la aparicion de la dama. A Elizabeth tambien la tomo por sorpresa, o tal vez el breve silencio que siguio a semejante afirmacion fuese producto del cansancio, Darcy no podia estar seguro. Abrio los ojos al oir el comentario de la senorita Bingley y despues volvio a posarlos en el volumen que tenia en la mano, antes de aventurarse a responder.

– No merezco ni ese elogio ni esa censura -exclamo-. No soy una gran lectora y encuentro placer en muchas cosas.

Bingley, que poseia el corazon romantico de un caballero errante, algo que Darcy ya sabia, corrio a rescatar a Elizabeth con un sincero cumplido, seguido de una despectiva descripcion de sus propios habitos de lectura.

– A mi me extrana que mi padre me haya dejado una coleccion de libros tan pequena -interrumpio la senorita Bingley-. En cambio ?que magnifica biblioteca tiene usted en Pemberley, senor Darcy!

Darcy tenia serias dudas de que el contenido de su biblioteca despertara en el pecho de la senorita Bingley el grado de dicha que implicaba su tono. Era mucho mas probable que lo que provocaba su admiracion fuera la riqueza que atestiguaba ese numero de volumenes.

– Tiene que ser buena -contesto Darcy, pero evito atribuirse el merito por la riqueza de la biblioteca anadiendo-: Es obra de muchas generaciones.

La senorita Bingley no podia admitir la modestia de Darcy.

– Y ademas usted la ha aumentado considerablemente -afirmo y luego continuo con un aire de intimidad-: Siempre esta comprando libros.

Darcy casi hace rechinar los dientes por la rabia que le produjeron los insistentes halagos de la senorita Bingley y tambien al ver la chispa de burla que comenzo a aparecer en los ojos de Elizabeth cuando noto su incomodidad.

– No puedo entender que se descuide la biblioteca de una familia en tiempos como estos -afirmo Darcy, arrojando sobre la mesa las cartas que tenia en la mano.

La senorita Bingley dejo de ensalzar la biblioteca de Pemberley, pero siguio elogiando la casa en general, pasando por los jardines y los campos que la rodeaban, y terminando con una advertencia dirigida a su hermano, para que tomara Pemberley como modelo y no se contentara con nada menos. Bingley coincidio de buen grado con esa idea y se ofrecio a comprar Pemberley en caso de que Darcy decidiera desprenderse de ella. Esa posibilidad era de una naturaleza tan absurda que el grupo solto una buena carcajada.

Despues de agotar ese tema, la senorita Bingley planteo otro, con el cual podia asegurarse la atencion de Darcy:

– ?Ha crecido mucho la senorita Darcy desde la primavera? ?Que ganas tengo de volver a verla! ?Que figura, que modales y que talento para su edad!

Bingley miro intensamente a su hermana, tratando, supuso Darcy, de moderar sus exagerados elogios. Despues de fracasar, intento dirigir la conversacion hacia un terreno mas neutral.

– A mi me resulta asombroso que las jovenes tengan tanta paciencia para aprender tanto y lleguen a ser tan perfectas como son. Todas pintan, decoran biombos y trenzan bolsitos de malla…

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