que estaba dentro, ansioso ante la perspectiva de salir por la aparicion de su amo, no mostro el decoro apropiado.
– Te juro, viejo amigo -dijo, dirigiendose al suplicante animal-, que ella es tan extraordinaria que si no fuera por la inferioridad de su familia, tu amo se encontraria en una situacion
Capitulo 7
Cuando Darcy termino de arreglarse y quedo finalmente presentable despues del euforico recibimiento de
?Si, tal como esperaba!
Por fortuna, la cena fue tranquila aquella noche; el unico acontecimiento destacable ocurrio cuando la senorita Elizabeth anuncio que su hermana se levantaria por primera vez de su lecho de enferma esa noche y se reuniria con ellos en el salon mas tarde. La senorita Bingley se emociono con la noticia y, llamando al mayordomo, le ordeno que arrastrara el sofa de manera que quedara mas cerca del fuego, «para que nuestra querida Jane no reciba ni la mas minima corriente de aire».
– Me pregunto como vamos a entretenerla -dijo y se giro hacia Darcy-. ?Tal vez una partida de
Darcy dejo el tenedor sobre la mesa y estiro la mano para agarrar su copa.
– Tal vez, pero esa pregunta podria contestarla mejor la senorita Elizabeth, que conoce los gustos de su hermana y sabe si ya se encuentra lo suficientemente fuerte para ello. Personalmente, yo no quiero jugar esta noche. Bingley -dijo, dirigiendose ahora a su amigo-, por fin han llegado los relatos de las campanas del verano - anadio, senalando una mesita que habia junto a la puerta.
– ?De verdad? ?Puedo? -Ante el gesto de asentimiento de Darcy, Bingley trajo los libros y volvio a sentarse en su sitio. Como conocia bien el aprecio que su amigo sentia por los libros, se limpio las manos con la servilleta y abrio con delicadeza el primer volumen, pasando con suavidad las paginas-. ?Magnifico! -suspiro al llegar a un grabado que mostraba a las heroicas fuerzas britanica y espanola desplegadas al pie de la ciudad-. ?Solo los grabados justifican el precio del libro! No me sorprende que los naipes no atraigan tu atencion esta noche. ?Puedo pedirtelos prestados cuando termines?
La sonrisa de asentimiento de Darcy se convirtio en inquietud, cuando la senorita Bingley agarro el segundo volumen antes de que su hermano pudiera ponerle la mano encima.
– Senor Darcy, ?me permitiria leer este mientras usted esta disfrutando el otro? No soportaria tener que esperar hasta que Charles acabe; el lee tan poco que tardara un ano en terminar. Y -anadio con afectacion- creo que es un deber sagrado conocer la verdadera gallardia de nuestros valientes soldados.
Darcy no tuvo otra alternativa que dejar que ella se quedara con el anhelado tomo y entonces dijo en tono tajante:
– Desde luego, senorita Bingley. Un noble sentimiento de su parte. -Le dio un sorbo lento a su vino y fruncio el ceno al ver como ella ponia el libro sobre las migas y manchas del mantel; enseguida penso que tenia que pedir otro ejemplar a Londres. Porque ese, sin duda, le seria devuelto como si hubiese estado presente en la batalla misma que relataba.
Luego las damas se excusaron y dejaron a los caballeros con su oporto. Bingley le entrego a Darcy el libro que habia estado examinando, mientras un criado ponia sobre la mesa, delante de los tres hombres, la bandeja con los vasos y el licor.
– ?Hurst? -Bingley le entrego a su cunado una copa bien llena y luego sirvio dos mas pequenas para el y Darcy. La conversacion fue, en lineas generales, bastante trivial y Darcy anhelo que llegara el momento en que pudieran dirigirse al salon principal, donde podria hojear su libro sin parecer grosero. Tambien Bingley parecia ansioso por terminar con el ritual masculino lo mas pronto posible, y a cada minuto miraba hacia la puerta, como si pudiera ver a traves de ella. Por un acuerdo tacito, los dos se levantaron y se dirigieron al salon, mientras Hurst los seguia un poco rezagado.
Las damas de la casa estaban reunidas alrededor de la senorita Bennet, demostrando su preocupacion y buen animo. La senorita Elizabeth estaba sentada un poco aparte, concentrada, aparentemente, en su bordado, pero observando la escena de la chimenea con tierna devocion. Bingley se adelanto, desde luego, para felicitar a la senorita Bennet por su recuperacion. Darcy hizo lo propio, con una sinceridad que fue aceptada con elegancia por la senorita Jane, pero que parecio despertar una mirada de sorpresa en su hermana. Intrigado por esa reaccion, casi olvida el libro que tenia en la mano mientras observaba como el rostro de Elizabeth se relajaba y volvia a adquirir esas lineas suaves de hermana amorosa que habia visto al comienzo.
Luego, Darcy le dio la espalda, encontro una silla cercana a una lampara y abrio por fin su anhelado relato de la victoria del verano.
– ?La silla es suficientemente comoda, senor Darcy? -pregunto la senorita Bingley.
– Si senorita. Gracias.
– Y la lampara… ?da suficiente luz?
– Suficiente, senorita Bingley. Gracias.
– ?No echa humo? Se le podria levantar dolor de cabeza si echa humo.
– No, no hay humo. -Darcy contesto con absoluta cortesia, conteniendo el impulso de hacer rechinar los dientes por la irritacion que le causaban las persistentes interrupciones de la senorita Bingley. No obstante, un delicado resoplido de risa contenida procedente del divan donde se encontraba la senorita Elizabeth le indico que sus verdaderos sentimientos si eran evidentes, al menos para algunos. Al parecer, la senorita Bingley no se dio por enterada y tras unos momentos de maravilloso silencio, durante los cuales hojeo el libro que tantas ganas tenia de leer, lo dejo a un lado, mientras comentaba lo mucho que le gustaba la lectura y pasar una noche concentrada en un libro.
Darcy decidio no responder a su estratagema. En lugar de eso, agarro su libro con mas fuerza, tratando de hundirse mas en su sillon, en un vano intento por escapar a futuras interrupciones. Miro con precaucion por encima de la cubierta de