el otro. Darcy deslizo su cuerpo agotado por el lomo de Nelson y le quito las riendas por encima de la cabeza, mientras los mozos de la caballeriza se apresuraban a llevar de nuevo al establo a su tenebroso protegido. Relajado por el ejercicio, Nelson permitio que se aproximaran, eximiendolos de la acostumbrada demostracion de caracter que solia hacer frente a los subalternos y limitandose a darle a su amo un empujon y un relincho que reclamaba su atencion. Darcy busco en su bolsillo con una sonrisa cansada, y saco unos terrones de azucar, que agito frente a la atenta mirada de Nelson. Demasiado agotado para soportar esa broma durante mucho tiempo, el caballo avanzo directamente hacia el pecho de Darcy, exigiendo su premio. Despues de soltar un grunido por la fuerza del golpe, Darcy abrio la mano y Nelson agarro los terrones con la boca. El caballero se froto el pecho mientras el animal masticaba el azucar y luego, con una ultima palmadita, les entrego las riendas a los mozos que lo esperaban. Pero antes de que llegara a moverse, Nelson resoplo con suavidad sobre el pecho y la cara de su amo, a modo de disculpa, y soplo delicadamente en su oido.

– ?Aceptadas! ?Bestia sin principios! Ahora vete. Y recuerda: se amable con los chicos. -Con fingida mansedumbre, Nelson siguio a sus jovenes cuidadores hasta el patio del establo, y Darcy dio media vuelta hacia la casa. Ya iba demasiado retrasado para el desayuno y ademas muy sucio, segun noto con desconsolada satisfaccion. Seria imposible presentarse a la mesa antes de una hora por lo menos, lo cual sobrepasaria totalmente el tiempo razonable para que lo esperaran. Al ver a Stevenson en el vestibulo, le pidio que les presentara sus excusas a los anfitriones y luego se dirigio a tomar un reparador bano de agua caliente, que Fletcher pronto le tendria preparado.

Debia de estar a medio camino en la escalera, cuando oyo que se abria una puerta en el piso inferior.

– … muy amable, senor Bingley, pero asi debe ser. Para entonces, Jane ya estara completamente restablecida y la verdad es que ya hemos abusado demasiado de su hospitalidad. -La clara voz de Elizabeth llego hasta el.

– ?Abusar, senorita Elizabeth! Yo espero que usted no piense eso, porque nosotros no lo creemos asi. No permitiria, por nada del mundo, que la salud de la senorita Bennet se viese resentida, y menos aun por la nocion erronea de haber abusado del placer que nos proporciona tenerlas aqui. Despues de todo, somos vecinos y debemos… mmm… preocuparnos por los otros como nos preocupamos por nosotros mismos.

Darcy oyo la deliciosa risa de Elizabeth al responder:

– No ha citado usted bien las Escrituras, senor Bingley, pero no tengo ningun reparo ante su aplicacion del sermon del domingo pasado. Una atencion tan diligente hace que sienta una gran curiosidad por saber cual sera el resultado del de manana.

Darcy se puso los dedos sobre la boca para contener la risa que habria delatado su presencia. Cuando paso el peligro, bajo la mano pero comenzo a frotarse el pecho de manera inconsciente, pues la sensacion de opresion volvio a asaltarlo.

– Entonces, ?estan decididas a marcharse manana? -Darcy reconocio un tono lisonjero en la voz de Bingley, senal de que su poder de persuasion habia llegado a su limite.

– Oh, ?deberia darle verguenza, senor Bingley! Usted quiere hacerme sentir como una absoluta ingrata, pero debe saber que soy inmune a esas maquinaciones. Olvida usted que tengo tres hermanas menores que emplean con frecuencia un tono similar. Soy bastante versada, senor, en como resistir las lisonjas.

La risa sincera de Bingley resono en el vestibulo.

– Ya me conoce usted demasiado bien, senorita Elizabeth.

– Demasiado bien como para creer que usted aun no se da cuenta de lo inmensamente agradecidos que estamos con usted sus vecinos Bennet -contesto la muchacha con voz suave-. De verdad, ha sido muy amable con mi adorada Jane y conmigo. -Hizo una breve pausa y anadio-: Ahora debo subir junto a Jane, y si sigue sintiendose mejor, las dos bajaremos mas tarde esta manana. Senor Bingley.

Con el mayor sigilo posible, Darcy subio el resto de los escalones y doblo con pasos rapidos la esquina del corredor que conducia a sus habitaciones. Cuando cruzo la puerta, la cerro con cuidado, sin hacer ningun ruido, y solto la respiracion que habia estado conteniendo. Entonces se va manana. Recorrio con sus ojos la habitacion como si estuviese buscando algo, sin saber todavia que. Luego solto un grunido, toco la campana para llamar a Fletcher, se sento pesadamente en un sillon y comenzo a desabrochar los botones de la chaqueta. Una bendicion, realmente. ?Ya lleva demasiado tiempo aqui! Una vez que hubo acabado con los botones, se concentro en la corbata, tirando con fuerza de sus extremos hasta desanudarla. Y a ti te gusta mas de lo que deberia… Hizo una pausa en su lucha con la tela y dejo caer las manos. ?Te gusta! ?Pobre imbecil, ni siquiera puedes ser sincero contigo mismo! Se levanto y comenzo a pasearse de un lado a otro, abrio la puerta del vestidor y, al no encontrar a nadie alli, se dirigio nuevamente a la campana y volvio a tocar. Acababa de desplomarse otra vez sobre el sillon, cuando Fletcher abrio la puerta del vestidor.

– Senor Darcy, su…

– ?Ya era hora de que apareciera! ?Ya esta listo mi bano, o tendre que subir el agua yo mismo? -le grito a su ayuda de camara. La expresion de la cara de Fletcher conmovio a Darcy hasta la medula, y por espacio de unos cuantos segundos, amo y criado se miraron en silencio-. Fletcher, ?seria usted tan amable de perdonarme esta lamentable groseria y esas palabras tan injustas? Usted me ha servido bien y con lealtad durante siete anos y no merece tener que soportar mis explosiones de mal humor. -El ayuda de camara relajo los hombros ligeramente, inclinandose en senal de aceptacion-. Buen chico -respondio Darcy agradecido y se levanto del sillon. Paso junto a Fletcher camino del vestidor, mientras echaban en la banera los primeros baldes de agua caliente. Fletcher levanto los brazos y, con mucho cuidado, retiro la chaqueta de los hombros de su amo y la deslizo por los brazos. La indomable corbata tambien fue sacada. Darcy se sento mientras uno de los ayudantes de la cocina le quitaba las botas y su ayuda de camara organizaba sus articulos de tocador.

– Asi esta bien, Fletcher. Deme, digamos, veinte minutos.

– Muy bien, senor. ?Hay algo mas que pueda traerle, senor? -Darcy nego con la cabeza-. Me he enterado de cierta noticia, senor.

– ?De verdad? ?Y que «cierta noticia» es esa, Fletcher?

– Las senoritas Bennet regresaran a su casa manana, despues de los servicios religiosos. -Fletcher abrio la puerta de servicio del vestidor-. Pero tal vez usted ya lo sabia. -Darcy levanto la vista hacia su ayuda de camara, pero Fletcher ya estaba a salvo al otro lado de la puerta.

Las murallas de Badajoz seguian en pie despues de un dia de incesantes bombardeos de la artilleria y los comandantes de la operacion acababan de recibir la orden de retirarse, cuando Darcy oyo que la puerta de la biblioteca se abria. Al bajar, habia encontrado que todos los salones estaban desiertos, sin que hubiese rastro de los Bingley ni de sus invitados.

– Estan tomando el aire en el cenador, senor -fue la respuesta del mayordomo a su pregunta sobre el paradero de los anfitriones. Asi que con la casa maravillosamente en silencio, llevo su libro a la biblioteca y se instalo durante una hora a «seguir el tambor», hasta que sus anfitriones regresaran.

La puerta estaba precisamente detras de el, asi que, al oirla, dijo por encima del hombro:

– Charles, ?esto es realmente increible! Permiteme que te lea… -Darcy alcanzo a ver con el rabillo del ojo un fragmento de muselina amarilla bordada que le revelo enseguida que la persona que habia entrado en la estancia no era Bingley. Levanto la vista y se encontro con una vision encantadora: la luz del sol que entraba por la ventana de la biblioteca provocaba que el vestido de la muchacha resplandeciera discretamente y resaltaba el color castano rojizo de su cabello. Darcy trago saliva. ?Firme… sin mostrar la mas minima senal!

– Senorita Elizabeth -dijo con voz neutra, levantandose de la silla. La frialdad de su inclinacion fue correspondida con una reverencia igualmente mecanica.

– Senor Darcy, por favor, no permita que mi presencia lo perturbe.

– Senora. -Darcy hizo una nueva inclinacion y volvio a su sitio. Abrio el libro con torpeza, busco el pasaje que habia estado a punto de leerle a Bingley y se quedo mirando la pagina fijamente, mientras todos sus sentidos permanecian alerta hasta que ella encontrara el libro que estaba buscando y se sentara o, Dios lo quisiera, decidiera abandonar la sala. Darcy se obligo a no mirar mas alla del libro, pero el suave roce de los zapatos de Elizabeth, el murmullo del vestido y el discreto aroma a lavanda burlaron su decision y lo mantuvieron pendiente de la dama mas de lo que habria deseado.

Finalmente, la muchacha eligio un libro. Darcy se propuso no levantar la vista y en lugar de eso paso la

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