su atencion hacia su hermano. Con alivio, volvio a sumergirse en las posiciones de vanguardia, en las afueras de la ciudad espanola. Habia tanto silencio que podia oir el majestuoso tic-tac del reloj que habia en la pared de enfrente.
– Senorita Eliza Bennet. -Las silabas salieron rodando de la lengua de la senorita Bingley de manera penetrante, con esa forma que emplean los miembros de la clase alta para ser oidos en medio de una habitacion llena de gente-. Dejeme que la convenza para que siga mi ejemplo y de una vuelta por el salon. Le aseguro que viene muy bien despues de estar sentada durante tanto tiempo en la misma postura.
Darcy asomo la cabeza por encima del libro, ante la sorpresa al oir esa invitacion, y cuando vio que la senorita Bingley lanzaba a Elizabeth una mirada de suplica, su curiosidad fue mas grande que su cautela. Inconscientemente, cerro el libro.
– Senor Darcy, ?no le gustaria unirse a nosotras, senor? -La senorita Bingley lo invito, al tiempo que agarraba el brazo de Elizabeth. Darcy se pregunto cual seria la reaccion de Elizabeth ante aquella repentina y efusiva atencion por parte de Caroline. Tambien se pregunto que deberia hacer el.
– Gracias, senorita Bingley, pero preferiria permanecer donde estoy. Solo puedo pensar en dos motivos para que ustedes se paseen por el salon juntas, y en cualquiera de los dos casos mi presencia ciertamente seria un obstaculo.
Elizabeth enarco las cejas al oir aquella declaracion y Darcy esbozo una sonrisa de placer mientras ella luchaba por no dejar traslucir el asombro que sentia ante aquellas palabras. La senorita Bingley no tuvo semejantes reparos.
– ?Senor Darcy! ?A que se refiere usted? ?Me muero por saber que ha querido decir con eso! -Le dio un suave tiron al brazo de su companera-. Senorita Eliza, ?acaso usted comprende lo que ha querido insinuar el senor Darcy?
– En absoluto -respondio Elizabeth con desinteres, tras dominar su curiosidad de una forma admirable-. Pero, sea lo que sea, seguro que quiere dejarnos mal. -Miro a Darcy con ojos burlones-. Y la mejor manera de decepcionarlo sera no preguntarle nada. -Darcy le devolvio el desplante con una mirada picara.
– ?Oh, eso no servira, senorita Eliza! -dijo la senorita Bingley con una risita-. Una dama de verdad nunca decepciona a un caballero. Y un caballero -dijo, dirigiendose a Darcy- nunca decepciona a una dama, en especial de una manera tan intrigante. Vamos, cuentenos a que se refiere.
– No tengo el mas minimo inconveniente en explicarlo -replico Darcy-. Ustedes eligen este modo de pasar el tiempo porque tienen que hacerse alguna confidencia o hablar de sus asuntos secretos -continuo diciendo y luego hizo una pausa y estiro los dedos antes de fijar la mirada en Elizabeth-, o porque saben que paseando muestran mejor su figura. -La reaccion de Elizabeth ante su atrevida afirmacion fue tal como el habia deseado. La muchacha abrio los ojos y se puso colorada-. Si es lo primero -anadio con indiferencia-, al ir con ustedes no haria mas que importunarlas; y si es lo segundo -dijo a modo de conclusion, volviendo a hacer una pausa para permitirle a la muchacha recordar la segunda razon-, podre admirarlas mucho mejor si me quedo sentado junto al fuego. - Sintiendose un poco perverso, Darcy penso por un momento que tal vez habia traspasado los limites de lo que se consideraba correcto en una sociedad provinciana. Pero tal como se habia imaginado desde el comienzo, la dama reacciono enseguida y le dedico un clasico puchero de institutriz, que contrasto maravillosamente con el fuego que mostraban sus ojos. En todo caso, Darcy quedo bastante complacido con esta incursion en el desconocido terreno del flirteo amoroso.
– ?Que horror! Nunca habia oido nada tan abominable -protesto la senorita Bingley, animandose debido al raro despliegue que acababa de hacer el senor Darcy-. ?Como podriamos darle su merecido?
– Burlese -respondio Elizabeth con decision y levantando la barbilla-. Riase de el. Siendo tan intimos, usted sabra muy bien como hacerlo.
– ?Burlarse de una persona flematica, con tanta sangre fria! -exclamo la senorita Bingley-. No, no; me parece que el podria desafiarnos y nosotras llevariamos las de perder. -La incredulidad que se reflejo en el rostro de Elizabeth mostraba claramente que no estaba satisfecha. Aunque Darcy no habia dejado de mirarla, se movio nerviosamente en la silla, mientras se preguntaba que forma tomaria la ofensiva de la muchacha.
– ?Que no podemos reirnos del senor Darcy! Es un privilegio muy extrano -dijo, fulminandolo con la mirada-. Y espero que siga siendo extrano, porque no me gustaria tener muchos conocidos asi. -Se dirigio a la senorita Bingley-. A mi me encanta reir.
Cuando vio los claros intentos de la muchacha por reducirlo nuevamente a un objeto de burla, Darcy se arrepintio de su reciente broma. Trato de recurrir, entonces, a las formulas que le habian sido utiles en el pasado. El filosofo frio y experto reemplazo al galan de salon y rapidamente desplego sus defensas para el ataque.
– La senorita Bingley me ha dado mas importancia de la que merezco. El mas sabio y el mejor de los hombres o la mas sabia y mejor de las acciones pueden resultar ridiculos a los ojos de una persona que no piensa en esta vida mas que en reirse.
– Estoy de acuerdo -ratifico Elizabeth con frialdad-, hay gente asi, pero creo que yo no me cuento entre
Darcy se dio cuenta de que estaba arrinconado. ?Quien podia afirmar que siempre se conducia de la manera mas sabia y circunspecta?
– Quiza no sea posible para nadie. -Darcy le concedio un punto a la muchacha, pero luego contraataco con firmeza-. Pero yo me he pasado la vida esforzandome para evitar esas debilidades que exponen al ridiculo a cualquier persona inteligente.
– Como la vanidad y el orgullo -sugirio Elizabeth en tono de burla.
– Si, la vanidad es ciertamente un defecto. Pero el orgullo, en el caso de personas de inteligencia superior, creo que es valido.
Elizabeth se dio media vuelta al oir las palabras de Darcy, sin que el supiera si se debia a que se sentia derrotada o a que estaba furiosa.
– Supongo que habra acabado de examinar al senor Darcy -dijo la senorita Bingley-. Le ruego que me diga que ha sacado en conclusion. -Le lanzo a Darcy una sonrisa de conmiseracion.
– Estoy plenamente convencida de que el senor Darcy no tiene defectos -concluyo Elizabeth con sarcasmo-. El mismo lo admite abiertamente.
– No, no he pretendido decir eso -respondio con voz serena. Habiendo decidido intentar otra tactica, siguio hablando con sinceridad-: Tengo muchos defectos, pero no tienen que ver con la inteligencia. No me atreveria a poner la mano en el fuego por mi temperamento. Creo que soy demasiado intransigente, ciertamente demasiado para lo que a la gente le conviene. Quiza se me pueda acusar de rencoroso. Cuando pierdo la buena opinion que tengo sobre alguien, es para siempre.
– ?
Darcy se quedo mirandola, con los labios apretados y sin saber cual seria la mejor respuesta a aquella terrible acusacion. Concluyo que solo podia continuar haciendo enfasis en su punto de vista.