sea para ayudar a recoger los pedazos de lo que quedara de nuestros vecinos cuando ella termine -dijo Bingley.
De acuerdo con lo prometido, Bingley no intento dirigir la conversacion durante la cena, excepto por un ocasional «?Shhh, shhh, Caroline!» y unas cuantas sacudidas de cabeza. El hecho de encontrar tan poca resistencia a sus comentarios parecio animar a la senorita Bingley, haciendole pensar que sus observaciones y opiniones eran compartidas por quienes la acompanaban en la mesa. La senora Hurst, desde luego, se hacia eco de los sentimientos de su hermana, o los adornaba, y ambas se animaban mutuamente a alcanzar un nivel mas alto en la critica y la ridiculizacion.
– Vamos, Louisa, ?eso es tan cruel! -La senorita Bingley le dio un golpecito a su hermana en la mano. La senora Hurst dijo estar arrepentida hasta que su hermana continuo con malicia-: Yo solo le conte
La senora Hurst solto una risita indulgente, pero la falta de respuesta por parte de Darcy hizo que la senorita Bingley siguiera un camino mas directo.
– Charles, he decidido aceptar esta semana tres invitaciones particulares a cenar y otra para tomar el te. Por favor, ten la bondad de reservar algo de tiempo para eso.
– ?Puedo preguntar, querida hermana, donde tenemos esos compromisos? -Bingley entrelazo los dedos y apoyo la barbilla sobre los pulgares, girandose y haciendo un guino a Darcy.
– El miercoles por la noche con el
– Dejo el aspecto social de esta empresa en tus habiles manos, Caroline. Solo te pido que me dejes algun tiempo para ocupaciones mas masculinas y que, mientras estemos aqui, programes asistir a los servicios religiosos. Con regularidad -anadio, con una mirada que transmitia el mensaje de que no aceptaria objeciones.
Al oir eso, los ojos de la senorita Bingley se posaron involuntariamente sobre Darcy, en cuya mirada se veia reflejada la mas profunda indiferencia.
– Desde luego, Charles. Eso esta fuera de toda discusion, como bien sabes.
– Ahora -dijo Bingley, aprovechando el exito de su peticion y el estado de confusion en que se habia sumido su hermana-, me gustaria senalar que la manana ha transcurrido estupendamente. Caroline, mereces una felicitacion. -La senorita Bingley protesto con dulzura-. No tengo la menor duda de que nuestra «manana de puertas abiertas» sera tema de muchas conversaciones y que hemos entrado con el pie derecho en la sociedad de Hertfordshire. -Bingley le permitio a su hermana la oportunidad de restarle importancia a su logro, aunque brevemente, y continuo con determinacion-: Debes saber que he programado una partida de caza para manana por la manana y espero que vengan seis o mas caballeros. Si tu haces los arreglos para el desayuno y lo notificas al personal de la casa, yo me encargare de anunciarles nuestros planes al encargado de las caballerizas, el vigilante del campo y el guardabosques. -Bingley golpeo los brazos de la silla con los dedos al enumerar cada detalle, con la cara roja de felicidad por saberse el dueno de una propiedad donde podia ordenar cuanto deseaba-. Manana sera mi turno, queridas hermanas, de ir mas alla del punto al que habeis llegado hoy.
Durante el siguiente intercambio de preguntas, advertencias y aseveraciones entre Bingley y sus hermanas, Darcy volvio a concentrarse en sus propios pensamientos. Habia notado la desilusion de su amigo al no oir un nombre concreto entre la lista de compromisos sociales de su hermana y, a continuacion, su entusiasmo ante la mencion de sir William. Al haber observado personalmente la estrecha relacion de la senorita Lucas con una de las hermanas Bennet, no fue dificil deducir la razon del subito entusiasmo de Bingley.
Estiro la mano para tomar su vaso de vino y, balanceando suavemente la copa en la mano, agito su contenido mientras miraba distraidamente el liquido de color rojo oscuro. Quizas estaba viendo en la deferencia de Bingley por la senorita Bennet algo mas de lo que habia o habria alguna vez. Su amigo habia sido el primero en admitir su propension a enamorarse y desenamorarse mas rapido de lo que se reproduce una liebre. No habia razon para suponer que aquella atraccion era distinta. Darcy se llevo el vaso a los labios y paladeo momentaneamente el vino antes de dejarlo deslizar por la garganta y sentir su calidez.
Tan pronto como Darcy dejo el vaso en la mesa, su anfitriona le hizo una sena al mayordomo para que volviera a llenarselo, pero el cubrio la copa con la mano y nego con la cabeza.
– ?Acaso el vino no es de su agrado, senor Darcy? -pregunto la senorita Bingley con diligencia-. Si lo desea, pedimos otra botella.
– No, no se inquiete -respondio Darcy-. El vino es excelente. -Comenzo a levantarse de su asiento, pero la senorita Bingley se apresuro a detenerle.
– Senor Darcy, no puede usted dejarnos tan pronto. Todavia no hemos oido sus impresiones sobre la sociedad de Hertfordshire. -Miro alrededor de la mesa en busca de apoyo para su requerimiento-. Estoy segura de que sera muy interesante.
Darcy miro a Bingley, buscando disimuladamente su ayuda, pero su amigo se limito a hacer una mueca y encogerse de hombros. Despues de lanzarle una mirada feroz, Darcy volvio a tomar asiento y adopto una actitud de indiferencia hacia las damas.
– Tal como usted ha dicho, senorita Bingley, los lugarenos de aqui «no son muy interesantes». Sin embargo, ellos son lo que comunmente se llama «el musculo del Imperio» y en la medida en que dependemos de ellos para que proporcionen la tan necesitada fuerza fisica, tal vez sea ilogico que esperemos un exceso de ingenio.
De las dos damas, la senorita Bingley fue la primera en recuperar la compostura, pero no antes de recurrir a su servilleta para limpiarse las lagrimas que la risa habia dejado en sus ojos.
– Pero ?que hay de las damas, senor Darcy? -Un destello malicioso ilumino sus ojos-. Seguramente no incluira a las mujeres en el suministro de la fuerza fisica, ?o si?
– De ningun modo, senorita Bingley. No seria tan desconsiderado.
– Pero, senor -insistio ella-, usted ha aceptado su falta de fuerza fisica y ha desestimado su ingenio. ?Con que criterio, entonces, podemos clasificar a las damas de Hertfordshire?
– Usted apunta a la caracteristica mas obvia cuando se trata de mujeres, senorita Bingley. Desea que yo comente sus atributos fisicos, su belleza, si quiere. -Enormemente incomodo con el giro de la conversacion, Darcy senalo a Bingley-. Es a su hermano y no a mi a quien deberia pedirle ese juicio.
– Nosotras sabemos lo que piensa Charles -respondio la senorita Bingley con un matiz de irritacion en la voz-. Para el todas son diamantes preciosos. Lo que nos gustaria oir es su opinion. ?No es asi, hermana?
– Si, senor Darcy, por favor, cuentenos -pidio la senora Hurst con entusiasmo y luego, despues de lanzarle una mirada a su hermana, agrego con tono travieso-: En especial quisiera oir sus opiniones sobre las muchachas Bennet.
– Darcy -dijo Bingley con cierto timbre de pretendida amenaza en la voz-, no tolerare ningun comentario sobre la senorita Jane Bennet que no sea del mas alto nivel. Puedes limitar tu analisis a sus hermanas… ?a la senorita Elizabeth, tal vez? Ahora bien, ella seria