oidos de Darcy-. Apuesto a que estas aqui desde antes del desayuno. -Examino rapidamente el lugar-. Si, veo tu cafe sobre el escritorio, estoy seguro de que tengo razon. Yo sabia que estarias aqui o montando a caballo. -Le guino un ojo mientras tomaba asiento en el otro sillon-. ?Preparandote para el sacrificio? -Se inclino hacia delante y bajo la voz-. ?O planeando una huida estrategica?

– Lo primero, muchacho impertinente -respondio Darcy con cauteloso humor-. Aunque me gustaria mas lo ultimo, como bien sabes.

– Oh, no sera tan malo, Darcy -replico Bingley, recostandose en el sillon y estirando las piernas para revisar rapidamente el brillo de sus botas-. Ya conocemos a la mayoria; los vimos en la fiesta del pasado viernes o ayer en la iglesia. Me hace ilusion tenerlos aqui. -Lanzo una mirada al rostro de Darcy y luego volvio a examinarse las botas-. Es decir, a algunos de ellos. Me hace ilusion, bueno, ver… -Dejo la frase sin terminar.

Darcy lamentaba la brecha que se habia abierto entre ellos desde que le habia prevenido sobre la senorita Bennet y le molestaba profundamente que Bingley no se sintiera comodo para hablar con el sobre ella. Sabia que seria mejor arreglar eso antes de que el tiempo lo convirtiera en un abismo.

– Me imagino que algunos miembros de ciertas familias se presentaran esta manana, Charles. -Fue recompensado con una sonrisa cautelosa, asi que continuo-: Espero, por tu bien, que la senora Bennet no traiga a todas sus hijas, o tendras que repartir tus atenciones con tanta generosidad como hiciste ayer.

Bingley solto una carcajada.

– Acepto tus buenos deseos, a pesar de que se que fue dificil ofrecermelos, y coincido de todo corazon. No tenia idea de la sensacion que causariamos solo por el hecho de asistir a la iglesia. -Sacudio la cabeza con incredulidad-. ?Ya has visto el resultado! No alcanzaba a terminar una frase cuando ya me estaban inundando con cinco nuevas preguntas o invitaciones.

– La senorita Bennet, segun recuerdo, no formaba parte del corrillo -senalo Darcy.

– No, ni ella ni su hermana, la senorita Elizabeth Bennet. -Fue la melancolica respuesta. Darcy decidio ignorar la ultima observacion-. Ambas estuvieron todo el tiempo absortas en una prolongada conversacion con el vicario y su esposa.

– ?Sin sonrisas? -pregunto Darcy, pero de inmediato deseo haberse abstenido del comentario sarcastico.

– En realidad, si -contesto Bingley en tono neutro, sin estar totalmente seguro de la intencion de la pregunta, pero evidentemente decidido a no dejarse intimidar-. Alcance a ver su mirada antes de que Caroline nos apresurara para que nos subieramos al coche. -Hizo una pausa y adopto una actitud dramatica, poniendose la mano sobre el corazon-. Fui recompensado con una sonrisa que ha mantenido mis esperanzas durante casi… veinticuatro horas. -En ese momento, el y Darcy soltaron una carcajada, tanto por la actuacion de Bingley como en senal de alivio por haberse reconciliado.

Cuando recuperaron la compostura, Bingley se levanto.

– Ya casi es hora, ya sabes. Venia a decirte que un mozo del establo trajo la noticia de que habia visto un carruaje a poco mas de un kilometro de la puerta. -Hizo una pausa, respiro profundamente y, mirando directamente a Darcy, prosiguio-: Se cuanto te molestan estas cosas y me considero afortunado por el hecho de que hayas aceptado acompanarme. No se como…

– No hay necesidad, Bingley -interrumpio Darcy, girando un poco la cabeza-. Tu amistad es suficiente razon y recompensa para cualquier servicio que pueda prestarte. -Se dirigio rapidamente hacia una mesita sobre la que habia una licorera-. Ahora, completemos nuestra preparacion para la manana que nos aguarda. ?Que te parece un vasito de licor antes de enfrentarnos a los dragones de Meryton? -Anticipandose a una respuesta positiva, Darcy retiro la tapa de cristal y sirvio el liquido amarillo en los vasos. Bingley se apropio de uno y, levantandolo, brindo con Darcy. Su amigo le devolvio el gesto con solemnidad.

Instantes despues de haber dejado los vasos sobre la bandeja, oyeron un golpe en la puerta de la biblioteca, que se abrio para dejar entrar a la senorita Bingley. Casi antes de que la dama se incorporara despues de hacer su reverencia, le tendio la mano a su hermano y miro a los dos caballeros con una sonrisa esplendida.

– Charles, senor Darcy, nuestros primeros invitados estan bajandose del coche y acaban de decirme que han visto otro carruaje no muy lejos. Tendremos una numerosa asistencia, no me cabe duda.

– Y tu la dirigiras maravillosamente, Caroline -dijo Bingley, mirando a su hermana-. En muy poco tiempo estaras dominando la sociedad de Meryton.

La senorita Bingley agradecio el cumplido de su hermano con una sonrisa forzada.

– Ya veremos, hermano -dijo y luego se giro hacia Darcy, con una expresion totalmente distinta-. Senor Darcy, debo agradecerle nuevamente que haya compartido su libro de plegarias conmigo ayer. No entiendo como he podido perder el mio. ?Es tan irritante! Estoy segura de que lo encontrare pronto. Nunca puedo tenerlo muy lejos, ya sabe. -Durante ese extraordinario discurso, Bingley miro con gesto inquisitivo a su hermana, pero al oir su ultima afirmacion se sobresalto visiblemente y dirigio la vista a Darcy para ver su reaccion ante esta ultima solicitud de aprobacion por parte de Caroline.

Darcy necesito de todo su autodominio para reprimir un gesto delator en sus labios, mientras que, con una solemnidad digna de un obispo, le aseguraba a la senorita Bingley que estaba seguro de que su busqueda pronto tendria exito.

– No obstante -concluyo-, tanta constancia en el estudio de sus versiculos debe restarle importancia al hecho de haberlo perdido, pues usted seguramente conoce de memoria la mayoria de las plegarias. -El anuncio de la llegada de invitados salvo a la senorita Bingley de la necesidad de responder. Despues de hacer una pronunciada reverencia y en medio del susurro que producia el roce de su falda, abandono rapidamente la biblioteca.

Bingley se contuvo unicamente hasta que se aseguro de que su hermana se habia alejado suficientemente.

– ?Que es toda esa historia acerca de su libro de plegarias? -logro decir entre jadeos. La mirada inocente de Darcy no lo engano ni por un instante-. ?Vamos, tienes que contarmelo! Caroline no habia vuelto a mirar su libro de plegarias desde que salio de la escuela para senoritas, ni a prestar atencion a un sermon. Cuando tu bajaste ayer a desayunar, preparado para asistir a los servicios religiosos, crei que a mis hermanas se les salian los ojos de las orbitas. Me parece que voy a tener que recompensar a sus doncellas con una guinea extra por la conmocion que tuvieron que soportar al ayudarlas a arreglarse por segunda vez en una manana.

– ?Por que habrian de asombrarse por el hecho de que yo asistiera a la iglesia? -pregunto Darcy-. Me han visto hacerlo regularmente en Derbyshire y con seguridad saben que tengo un banco en St…, en Londres, que Georgiana y yo rara vez dejamos de ocupar.

– No estoy seguro. Tal vez porque no estamos en Derbyshire ni en Londres. -Al ver la expresion de desconcierto de Darcy, Bingley elaboro un poco mas la idea-: Creo que ellas piensan que tu lo haces solo para que te vean -se apresuro a explicar-. Ellas solo asisten si saben que va a ir algun personaje influyente. El que tu asistas con mas frecuencia se justifica, supongo, por el hecho de que debes sentirte obligado a darles ejemplo a tus arrendatarios y a tu hermana, y porque tu posicion exige que guardes ciertas apariencias para mantener determinadas relaciones. -Bingley cayo en un silencio incomodo.

Darcy habia enarcado significativamente la ceja izquierda durante la explicacion de Bingley y, cuando su amigo concluyo, dio un paso hacia atras y le dio la vuelta al sillon para dejarle ver el libro que habia tenido la intencion de comenzar: el primer volumen de Las obras del reverendo George Whitefield. Bingley se puso colorado y luego solto una confusa carcajada.

– Desde luego, ellas no te conocen tanto como yo. Que ideas tan estupidas…

Darcy se inclino sobre el respaldo del sillon, tomo el volumen y, con una sonrisita sarcastica, se lo lanzo a Bingley, en cuyo rostro aparecio de inmediato una oleada de alivio.

– Es posible que ellas no esten tan equivocadas en su apreciacion, Charles. No puedo negar que mi motivacion mas frecuente ha sido el deber, mas que cualquier cosa que se parezca a la verdadera devocion. -Hizo un gesto con la cabeza hacia el libro que reposaba en las manos de Bingley-. Al menos, esa seria la opinion del reverendo Whitefield.

Bingley coloco el libro rapidamente sobre el escritorio, como si de repente se hubiese vuelto demasiado caliente para tenerlo en las manos.

– Pero tu quieres saber que significa lo del libro de plegarias. -Darcy se rio brevemente-. En realidad, es bastante simple. Tu recuerdas, claro, que llegamos con retraso a la iglesia de Meryton debido a que tus hermanas se cambiaron de ropa. Cuando por fin encontramos sitio y abrimos nuestros libros de salmos, algo llamo poderosamente mi atencion: una voz femenina que se oia detras de nosotros. Nunca habia oido a una soprano tan refinada y potente fuera de un coro de Londres, asi que, en contra de mi voluntad, me gire un poco para ver quien

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