informado, se disipo ahora, al menos respecto a Clementine Simpson. Por su manera de hablar y por como habia reaccionado ante su pregunta, estaba convencido de que no tenia ni idea de quien era o del por que le estaba haciendo aquel tipo de preguntas. Sin embargo, sabia que una vez hechas las preguntas era muy posible que ella le respondiera con un «por que» y, a su manera, ya lo habia hecho.

– Anoche te dije que estaba en el Penrith porque alguien a quien conoci en el avion me habia dicho que era un buen lugar para conocer el ambiente londinense. Ese alguien -explico, mientras levantaba su propia copa y se tomaba un respiro para beber un sorbo del vino- era una joven rusa muy atractiva. Fui al pub con la esperanza de encontrarmela. Y no estaba, pero vi el cartel ruso y…

– Chocaste con el.

– Eso.

– Has tenido un vuelo muy largo. Anadele a eso la emocion de cuidar a tu hermana y, encima de todo, el jet lag, y todavia tuviste las fuerzas para cruzar medio Londres. -Con la copa en la mano, Clementine se apoyo en el respaldo y sonrio ironicamente-. Debia de ser muy atractiva.

– Lo era. -Marten no se habia esperado la astucia o lo deliberado de su respuesta. Eso le hizo preguntarse que mas podia esperar. Esta chica podia ir vestida como la tia aburrida de cualquier amigo, pero su comportamiento distaba mucho de serlo-. Ni siquiera supe nunca su nombre. Se presentaba como I.M.

– ?Sus iniciales?

– Supongo, o un sobrenombre. Me dijiste que tus amigos llevan reuniendose en el Penrith desde hace anos - la apremio con tacto Marten-. Me pregunto si alguno de ellos tiene contactos con la comunidad rusa.

– ?Para que te ayude a buscar a esa jovencita?

– Si.

Clementine lo observo un segundo y luego volvio a poner su sonrisa ironica:

– Ya veo que te quedaste realmente encandilado.

– Simplemente, me gustaria encontrarla.

Marten sabia que involucrar a Clementine era, como mucho, una posibilidad a largo plazo, pero ella era su ultimo contacto concreto con el Penrith y la clientela regular que lo frecuentaba. Su esperanza era que, a traves de ella o ellos, alguien pudiera conocer, o haber oido hablar de I.M., suponiendo que esas iniciales se refirieran a una persona. En este caso, la persona seria definida de inmediato con comentarios como «bueno, conocemos a un I.M. pero dista mucho de ser la personificacion de una hermosa joven. El I.M. que conocemos no es mujer, sino hombre, tiene cincuenta anos y pesa mas de cien kilos».

Si eso ocurria, obtendria una descripcion y algo por donde empezar para, a partir de alli, de alguna manera apremiarla para descubrir donde estaba esta persona y donde se la podia encontrar.

– ?Rubia? -pregunto Clementine, mientras levantaba una ceja.

De pronto, Marten tuvo que darle una descripcion. Una descripcion cualquiera.

– No, pelo caoba y con una melena a la altura de los hombros, como -hizo una pausa-, la tuya.

Clementine Simpson lo miro, tomo otro sorbo de vino y busco el telefono movil en el bolso. Al cabo de un momento estaba hablando con una mujer llamada Sofia y le pedia ayuda para localizar a una «zorrita rusa sexy y pizpireta» (en sus palabras exactas) con una melenita castana rojiza y con las iniciales o el apelativo de I.M. Luego le dio las gracias a Sofia, colgo y miro a Marten.

– Anoche te dije que estabamos en el Penrith celebrando el cumpleanos de una amiga. Era el de Sofia. Acaba de cumplir ochenta. Llego a Londres desde Moscu hace cuarenta y cinco anos y es madrina de casi todos los inmigrantes rusos que llegan desde entonces. Si alguien puede encontrar a tu pequena adorada, es ella.

De pronto tomo otro sorbo del vino, cogio la carta y la leyo atentamente.

A pesar de la premura del calendario, que se acercaba al domingo, Marten sonrio ante la actitud casi de colegiala de Clem hacia una mujer que ni siquiera existia. Tomo un sorbo de vino y la observo un momento mas, antes de coger la carta.

En vez de ir casa por casa por todo el barrio del Penrith's Bar llamando a las puertas en busca de alguien llamado I.M., habia hecho lo que habia podido. Sin tener en cuenta el hecho de que era un barrio amplio y que habia miles de puertas, existia tambien la posibilidad muy real de que Gene VerMeer, a traves de la policia de Londres, hubiera hecho o estuviera haciendo lo mismo, y lo ultimo que necesitaba era cruzarse con ellos y encontrarse de pronto senalado e interrogado. De modo que lo unico que ahora podia hacer era tocar madera y esperar que la omnipresente Sofia trajera alguna pista nueva. Ahora ya solo le quedaba almorzar y conversar de frivolidades con Clementine Simpson.

De lo que ocurrio durante la hora y media siguiente Marten no se acordaba claramente. Pidieron platos de la carta. El camarero les sirvio mas vino. En el transcurso de la conversacion Clementine le pidio, como habia hecho la noche anterior, que la llamara Clem.

En algun momento, mientras acababan de comer y el camarero recogia los platos y los cubiertos, Marten recordaba claramente que Clem se toco la blusa y se desabrocho el boton de arriba. Solo el de arriba, nada mas, pero, por alguna razon, fue el gesto mas sexy que le habia visto jamas hacer a una mujer. Y tal vez fuera eso, y por supuesto el Chateauneuf, lo que llevo al resto. En lo que parecian ser segundos la conversacion derivo hacia el sexo. Al hablar del tema, Clem Simpson hizo dos declaraciones que, para el, deberian figurar en los momentos mas grandes de la historia del erotismo. La primera fue pronunciada con una gran sonrisa de gato de Angora:

– A mi lo que mas me gusta es tumbarme y dejar que el hombre haga todo el trabajo.

La segunda, que vino poco despues, hacia referencia al tamano de sus pechos:

– Los tengo enormes, ?sabes?

Fue una conversacion que borro cualquier rastro de I.M en la cabeza de Marten y fue seguida de la desvergonzada propuesta de ella. Lo hizo inclinando ligeramente la cabeza, mirandolo a los ojos y con una formula muy sencilla:

– ?Que planes tienes para esta noche?

La reaccion de el fue todavia mas directa, tomandole la mano y abreviando la caceria con su propia version de la propuesta:

– ?Que planes tienes para ahora mismo?

Fue una pregunta que inevitablemente los llevo sin vacilar y en cuestion de minutos a su habitacion del Holiday Inn.

11

15:52 h

Ahora, al menos por el momento, ya no estaban empapados en sudor. La ducha los habia refrescado, pero tambien en ella habian vuelto a hacer el amor… despues de haberlo hecho tres veces en el espacio de unos cuarenta minutos en la enorme cama del Holliday Inn. Ahora yacian desnudos en la media penumbra que proporcionaban las cortinas cerradas, mientras miraban alternativamente al techo y el uno al otro y el jugueteaba con alguna parte del cuerpo de ella. Ahora mismo un pezon. Los pechos de Clem eran realmente grandes, como ella ya le habia avanzado: su sujetador tenia cuatro corchetes y el apenas alcanzaba a rodearle un pecho con las dos manos. Lo que mas le gustaba a Nicholas, o lo segundo, eran las areolas alrededor del pezon. No solo eran grandes sino que se llenaban de pequenos bultitos cuando las rozaba con la lengua. El efecto, por supuesto, no hacia mas que estimularlo de nuevo y provocarle una nueva ereccion, el tamano y pulso de la cual lo sorprendia… era del estilo que los policias llamaban «polla de venas azules». Pero, mas alla de todo esto -y a pesar de que ahora le costaba separar la lujuria y pasion del genuino afecto que ambos compartian-, lo que encontro fue un ser humano distinto a todo lo que habia conocido hasta entonces. Una mujer lista, carinosa, divertida y, algunas veces, descaradamente grosera. Como en la banera, donde jugaron y se rieron y se enjabonaron el uno al otro, y donde ella se arrodillo para tomarle todo el pene dentro de la boca hasta casi llevarlo hasta el climax, y cuando estaba a punto, se levanto en medio de la cascada de vapor y se volvio, levantando el culo y diciendole:

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