Y asi, despues de recibir de nuevo la advertencia de Ford de que se mantuviera al margen del caso Raymond, y por mucho que odiaba hacerlo, Nicholas Marten puso a Aubrey Collinson y a los vuelos fletados en el mismo saco de las otras pistas esteriles e hizo todo lo posible por olvidarse del asunto.

El 7 de abril en Moscu era distinto, por mucho que dijera Dan Ford, y era algo que no podia dejar de lado porque todavia estaba por ocurrir. El jueves y el viernes, Nicholas casi no habia podido pensar en nada mas. Esa manana, cuando se desperto y luego se encontro con Clem para coger el tren a Manchester, habia sido peor, porque el 7 de abril era el dia siguiente. Por mucho que intento quitarselo de la cabeza, cada giro de las ruedas encima de las vias elevaba su nivel de ansiedad, y con el la insistencia de su vocecita interior, desencadenada como una flecha isabelina que le hacia desear no haber estudiado nunca literatura inglesa. ?Que cosa horrible nos traera el manana? Preguntaba una y otra vez.

?Que cosa horrible?

?Que cosa horrible?

Vendra manana.

7 de abril.

7 de abril.

?Que cosa horrible nos traera el manana?

De pronto Nicholas Marten miro a Clem, que seguia leyendo en silencio, absorta en su libro. No sabia nada, ?como iba a saberlo? Incluso si el le revelaba la verdad y le contaba quien era, ?como podria explicar su miedo si todo lo que tenia era una vaga historia sobre una fecha en el calendario y un lugar?

Miro hacia el campo ondulado moteado de nubes y sol y supo que tenia que continuar con lo que tenia entre manos.

Y aguantar la respiracion.

Y esperar.

Y observar.

14

Todavia en Manchester, sabado 6 de abril, 21:40 h

Con el cuello de la chaqueta subido a causa de la fina lluvia, Nicholas Marten camino sin rumbo por las calles de la ciudad. Queria hacerse una idea del lugar y trataba de moverse y de eliminar de su mente los pensamientos acerca de Moscu y de lo que pasaria al dia siguiente. Se acordo de una pelicula alemana en la que un capitan de submarino le decia a un subordinado: «No pienses. Pagaras un precio por ello: no podras descansar». El capitan tenia razon.

Un rato antes habia metido a lady Clem en un taxi para que la llevase a su apartamento de Palatine Road. Manchester era una ciudad bastante grande, le habia dicho ella cuando Nicholas insistio en que se fuese al hotel con el, pero su padre y ella eran muy conocidos y Clem no queria dar lugar a rumores de haber sido vista acompanando a un hombre a su hotel, especialmente si ese hombre iba a estar relacionado con la universidad y probablemente bajo su tutela. La universidad no toleraba las relaciones entre los profesores y los alumnos, a menos que estuvieran casados, lo cual, naturalmente, no era el caso. Asi que se dieron un besito de buenas noches, ella se marcho en el taxi y Nicholas se quedo solo.

Anduvo por Oxford Road y paso el edificio de la universidad y los barrios de Hulme, Knot Mili y Castlefield, para parar finalmente en el puente que cruzaba el rio Irwell y mirar hacia el canal Manchester Ship; un enorme cauce de agua que, segun le habian contado, recorria unos sesenta kilometros desde Liverpool hasta el mar de Irlanda.

Lo que habia visto hasta entonces era una ciudad grande y moderna con gran cantidad de comercios y, al mismo tiempo, llena hasta los topes de arte, opera, teatro, musica y cultura pop. Una ciudad en la que los tranvias electricos y los autobuses de dos pisos pasaban cada pocos minutos. Nuevas construcciones asomaban en cada calle y en cada callejon, y se mezclaban con los maravillosos edificios de obra vista, magistralmente conservados, de las antiguas fabricas textiles que hablaban del ilustre pasado de Manchester, cuna de la Revolucion Industrial.

Lo que Marten vio y sintio mientras estuvo de pie bajo la lluvia, mirando desde el puente, fue un mundo que estaba a anos luz de las escurridizas, ultrarrapidas, despiadadas y soleadas calles de Los Angeles.

Ya se habia dado cuenta de esas diferencias un rato antes, cuando Clem le habia presentado a tres estudiantes de paisajismo. Los tres, dos hombres y una mujer, eran de la misma edad que Marten o quizas un poco mas jovenes, y tenian el mismo entusiasmo por la universidad, los cursos que seguian, los profesores y las carreras que habian escogido. Uno de ellos estaba convencido de que un estudiante que fuese inteligente y se relacionara bien podia, en unos pocos anos, ganarse bien la vida. O, en sus propias palabras, «hacerse casi rico».

Habia sido una buena experiencia que hizo pensar a Marten que tenia algo en comun con aquella gente y que quizas habia acertado al ir alli. Pero hubo algo que le hizo volver a casa: cuando tomaban brandy despues de cenar, uno de los estudiantes le dijo:

– Los inviernos aqui son horribles, casi no hay verano y llueve todo el tiempo. ?Por que razon alguien querria dejar el sur de California para venir aqui?

?Por que?

Era como si una luz brillante hubiera caido de pronto de los cielos. Nada que ninguno de ellos hubiera dicho podia haber resonado con tanta fuerza. Dejando de lado la idea de perseguir un sueno de toda la vida y convertirse en un arquitecto paisajista, en todo lo demas, Nicholas Marten era poco mas que un hombre huyendo para salvar la vida, con una identidad falsificada y un pasado violento que no deseaba desvelar, que tenia que apartarse de la escena central y quedarse a un lado. ?Que lugar mejor que una ciudad grande e industrial en el norte de Inglaterra? Una ciudad lluviosa, gris y fria. El hombre tenia razon. ?Quien en el sur de California pensaria en venir a buscarlo aqui? La respuesta era nadie. Y esto, mas que ningun otro motivo, fue lo que lo convencio.

De modo que la idea era buena y el lugar tambien. Y lo que la convertia en factible eran los progresos de Rebecca. No solo estaba contenta en la Balmore y con su brillante y corpulenta psiquiatra, la doctora Maxwell- Scot, sino que se habia adaptado a ambas con una facilidad y un entusiasmo notables. Y ayer, cuando recogio a Clem y fueron a visitarla y le conto adonde iba y por que, y para explicarle que pasaria la noche fuera, Rebecca se limito a mirarlo y miro a Clem, sonrio y le dijo que pensaba que lo que se estaba planteando le parecia estupendo, y tambien le recordo lo que habian hablado antes: que si ella sabia en su corazon que el estaba bien, la seria mucho mas facil recuperarse.

Su actitud fue confirmada por la doctora Maxwell-Scot cuando Marten le comento su idea de ir a Manchester y dejar a Rebecca en Londres.

– Cuanto mas independiente se vuelva Rebecca -le dijo la doctora-, mayores seran sus posibilidades de recuperarse del todo. Ademas, en caso de emergencia usted estaria solo a pocas horas en tren o en avion, de modo que si, creo que su intencion de volver a la universidad es totalmente factible, seria mas que aceptable y conveniente para los dos.

Empapado por la lluvia, Marten se volvio de espaldas al puente y se puso a andar hacia su hotel. En su cabeza, si todo iba bien y lo aceptaban en el programa de la universidad, estaba decidido. En muy poco tiempo, la ciudad y las calles que ahora estaba recorriendo se convertirian en su hogar.

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