– Para… que me de clases. Hay cosas, terminos, procesos, maneras de enfocar los temas que, como extranjero, me cuestan de entender. En especial cuando hacen referencia a la sociologia europea y a la psicologia del paisaje.
– ?Sabe como me llamo?
– Si, senor. Lord Prestbury.
– Bueno, esta usted aprendiendo algunos de nuestros modales. -De pronto, sus ojos negros se volvieron hacia su hija-. Clementine, ?quieres excusarnos, por favor? -Su orden fue tan brusca como inesperada.
– Yo… -Lady Clem miro a Nicholas con la sorpresa y las ganas de disculparse estampadas en su expresion. Rapidamente volvio a mirar a su padre-. Claro -dijo. Sus ojos volvieron a fijarse en Marten antes de dar media vuelta y alejarse.
– Senor Marten. -Robert Rhodes Simpson, duque de Prestbury, Caballero de la orden de la Jarretera, miro a los ojos de Nicholas Marten y, apuntando con un dedo encogido hacia el, le dijo-: Venga conmigo.
18
– Whisky. Dos vasos. Y deje la botella -le dijo lord Prestbury al joven rechoncho y de rostro rojizo, vestido con chaqueta blanca almidonada, que estaba detras de la barra. Una barra solida, de madera de roble, de lo que parecia ser una taberna muy oculta en algun lugar de las entranas del complejo de Whitworth Hall. Un lugar tan oculto que ellos tres eran los unicos que, de momento, la llenaban.
Al cabo de unos momentos lord Prestbury y Nicholas Marten se sentaron a una pequena mesa hacia el fondo, con los dos vasos y la botella del malta escoces de etiqueta privada de lord Prestbury entre ellos.
Para Marten, no habia duda de por que estaban alli. Lord Prestbury sabia de su relacion con su hija, le parecia aborrecible y estaba decidido a ponerle punto y final ahora y alli mismo, probablemente con la amenaza de que expulsaran a Nicholas de la universidad si se resistia.
– Acabo justo de conocerle, senor Marten.
El padre de lady Clem sirvio tres dedos de whisky en cada vaso, luego levanto la vista y dejo que sus ojos se fijaran en el joven que tenia delante.
– Me acusan de ser brusco, y es porque tengo la costumbre de decir lo que pienso. Asi es como soy y no se si lo corregiria si pudiera hacerlo. -De pronto, lord Prestbury cogio su vaso, se bebio la mitad del whisky de un solo trago, volvio a dejar el vaso y luego miro a Marten de nuevo-. Dicho esto, me gustaria hacerle una pregunta directa y personal.
Justo en aquel momento, las dos grandes puertas de roble por las que habian entrado se abrieron y entraron dos miembros mas del Consejo. Hicieron un saludo con la cabeza hacia Prestbury y se dirigieron a la barra. Prestbury aguardo a que estuvieran hablando con el camarero y luego miro a Marten y bajo la voz:
– ?Se esta usted revolcando con mi hija?
?Dios bendito! Los ojos de Marten se clavaron en el vaso que tenia delante. Brusco y al grano, para ser exactos. El viejo lo sabia. Ahora solo exigia la confirmacion.
– Yo…
– Senor Marten, un hombre sabe si se esta revolcando con alguien. Y, desde luego, sabe a quien le mete el clavo. La respuesta es simple: ?si o no?
– Yo…
Marten dibujo circulos con el dedo en el cristal de su vaso y luego lo cogio y se acabo el whisky de un trago.
– La conoce usted desde hace ocho meses. Ella es el motivo por el que esta usted en la universidad, ?es eso correcto?
– Si, pero…
Lord Prestbury lo miro, luego volvio a llenar los dos vasos.
– Por Dios, hombre, si ya conozco la historia. La conoce usted en la Balmore, adonde ha llevado a su hermana para recibir tratamiento. Acaba usted de resultar herido en un accidente industrial y esta pensando en que hacer con el resto de su vida. El diseno de paisajes es un sueno que tiene desde toda la vida y, con el apoyo de Clementine, decide usted perseguirlo.
– ?Se lo ha contado ella? -Marten estaba estupefacto. No tenia ni idea de que lady Clem le hubiera contado nada de el, excepto que era uno de sus estudiantes.
– No, senor, acabo de inventarmelo. ?Pues claro que me lo ha contado ella! -De pronto, la mano de lord Prestbury salio disparada por encima de la mesa y cogio a Marten por la muneca, con sus ojos azabache, clavados en el de nuevo-. No estoy aqui para causar ningun problema, senor Marten. Estoy gravemente preocupado por mi hija. Se que no la veo a menudo. Desde luego, no lo bastante a menudo. Pero se acerca a la treintena. Conozco las normas de la universidad mucho mejor que usted, estoy seguro. Los profesores y los estudiantes no pueden compartir lecho. Es una buena norma. Y necesaria. Pero, por Dios, Clementine habla de usted como si fuera su mejor amigo en todo el mundo. Y eso es lo que me preocupa. Y el motivo por el que tengo que saber, entre caballeros, si se la esta usted tirando o no.
– No, senor… -mintio Nicholas Marten. No tenia ninguna intencion de caer en una de las famosas trampas del viejo: suplicar una respuesta sincera y luego frotarsela por la cara.
– ?No?
– No.
– Oh, Dios mio. -Lord Prestbury solto la muneca de Marten y se apoyo en el respaldo de su butaca. Pero rapidamente volvio a inclinarse hacia el-. Por el amor de Dios, ?por que no? -dijo, en un susurro aspero-. ?No la encuentra atractiva?
– Es extremadamente atractiva.
– Entonces, ?que problema hay? A estas alturas ya deberia haber sido madre una o dos veces, por lo menos. -Lord Prestbury cogio su vaso y dio otro trago largo de whisky-. Esta bien, pues. Si no es usted, ?sabe de algun otro tipo que se la este beneficiando?
– No, senor, no lo se. Y, con todos los respetos, me resulta muy dificil continuar esta conversacion. Si me disculpa…
Marten iba a levantarse, pero lord Prestbury le ordeno:
– ?Sientese, senor!
Los dos miembros del Consejo se volvieron a mirarlos desde la barra. Lentamente, Nicholas Marten volvio a sentarse. Entonces, mirando temeroso a lord Prestbury, cogio su vaso y tomo un trago largo.
– No lo entiende, senor Marten -le dijo el viejo, claramente desanimado-. Como le he dicho, no paso mucho tiempo con mi hija, pero en todos los anos que lleva en Manchester solo ha traido a casa a hombres en un par de ocasiones. Y no se trataba del mismo hombre. Mi esposa murio hace trece anos, y lady Clementine es mi unica hija. Me preocupa terriblemente que, como padre sin pareja (dejando a un lado la Orden de la Jarretera, la Camara de los Lores, el rango nobiliario y el orgulloso y antiguo linaje), me haya salido una hija -lord Prestbury se le acerco un poco mas y susurro-, bollera.
– ?Como?
– Bollito.
– No le entiendo, senor. -Marten tomo otro trago y sostuvo el vaso en la mano, esperando que era lo siguiente que venia.
– Lesbiana.
Marten reacciono de pronto, tragando de golpe el whisky que tenia en la boca. El trago casi lo hizo atragantarse y tosio con fuerza, llamando de nuevo la atencion de los dos hombres que se sentaban en la barra. Lord Prestbury ignoro todo el asunto y se limito a mirarlo.
– Se lo ruego, senor. Digame que no lo es.
La respuesta de Nicholas Marten, aunque podria haber sido cualquiera, no llego nunca, porque en aquel mismo instante todos los timbres y campanas de la alarma de incendios de Whitworth Hall se dispararon de golpe.