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«El invierno llega y 'las piezas' siguen adormecidas -escribio Marten en su diario-. Ocho meses y ni rastro del objetivo de Raymond.»
Nicholas Marten habia llegado a Londres el 1 de abril y ahora, casi nueve meses despues de su inmersion en la sociedad britanica, todavia no habia aprendido a sostener una taza de te como era debido. Pero hoy se esperaba de el no solo que fuera capaz de sostenerla, sino de llevarla, con el platito debajo, por un salon amplio, deteniendose a tomar un sorbo de vez en cuando mientras le presentaban a uno y a otro.
Para un extranjero, la formalidad del te de la tarde y la inevitable conversacion trivial que lo acompana ya eran lo bastante dificil, pero si ademas tenia lugar en un sitio tan venerable como Whitworth Hall y con varios cientos de invitados altaneros que venian a conocer al nuevo rector de la universidad -entre ellos, el vicerrector, miembros del consejo, las autoridades supremas de la universidad, los decanos de cada facultad y los profesores, ademas de miembros de la politica local como el obispo de Manchester y el honorable alcalde de la ciudad- la idea resultaba mas que incomoda y rozaba con lo horripilante, en especial para un hombre que no deseaba saber nada de la luz publica.
Bajo otras circunstancias Marten habria estado menos preocupado por su falta de refinamiento, de
Conocer a su padre era algo que habia conseguido evitar durante aquellos ochos meses, algo que le resulto mas facil por el hecho de que el viejo pasaba la mayor parte de su tiempo en Londres, y lo evito mientras estaba en Manchester con el pretexto de estar agobiado de trabajo de la universidad o por la coincidencia de un viaje previamente planeado fuera de la ciudad, por ejemplo a Paris, para ver a Dan y a su ahora embarazada esposa, Nadine.
No era tanto que Marten quisiera evitar al hombre, sino que parecia ser lo mas sensato. Aparte de las consideraciones sociales, o de su fama de ser un tipo feroz, brusco y exigente que expresaba su opinion, esperaba que su interlocutor expresara la suya y luego lo destrozaba sin piedad, habia algo mas: la naturaleza de su relacion. Mas concretamente, la naturaleza secreta de su relacion. Eran amantes desde aquel dia en Londres y, sin embargo, aparte de Rebecca, Dan y Nadine, no lo sabia ni podia saberlo nadie. Como Clem habia dicho antes, el sexo entre profesores y estudiantes estaba rigurosamente prohibido, de modo que habia que hacerlo en secreto, y durante ocho meses asi habia sido. Naturalmente, conocer a cualquier progenitor bajo aquellas circunstancias resultaria un poco extrano, en especial cuando era la primera vez y cuando el progenitor, por no hablar del resto de la universidad, no estaba al tanto de la situacion.
Lo que lo hacia todavia mas que dificil era el cargo del padre como miembro de alto rango del consejo universitario. El hecho de que Robert Rhodes Simpson, conde de Prestbury, fuera ademas miembro de la Camara de los Lores y Caballero de la orden de la Jarretera tampoco ayudaba en absoluto.
– Buenas tardes, senor. -Marten saludo a una cara familiar y, mientras hacia equilibrios con su taza de te en el platito, avanzo por la inmensa sala de piedra de estilo catedralicio que se estaba llenando por momentos con trajes mas oscuros y sobrios que el suyo y con gente de rango mucho mas elevado que el estudiante de posgrado. Otro sorbo de te. Ahora estaba frio y la leche que lo acompanaba le provoco casi una arcada. El era un hombre de cafe, caliente, solo y fuerte, y siempre lo habia sido. Miro a su alrededor. Seguian sin aparecer. De pronto se pregunto por que habia ni tan siquiera venido, para acabar con un nudo en el estomago, pasando por una situacion como aquella. Y juro que no tenia respuesta.
Bueno, si que la tenia.
Ella lo chantajeo para que aceptara poco antes de la medianoche tres dias antes, durante una de sus habituales e impresionantes sesiones de sexo oral. De pronto, se detuvo y levanto la vista mientras el estaba todo sudado y tembloroso en pleno estado de excitacion y lo invito a la celebracion. La manera en que lo miraba y el tono de su voz -mientras le sostenia el pene con una mano como si fuera un helado enorme y mantenia su boca respirando a pocos centimetros del mismo- le dejaron perfectamente claro que, si no aceptaba ir a tomar el te a Whitworth Hall el domingo por la tarde, ella no acabaria su trabajo. Teniendo en cuenta el momento, no era plan retrasar la decision, de modo que acepto de inmediato. Habia sido una broma muy maliciosa, pero formaba parte del humor subido de tono que la caracterizaba y uno de los motivos por el cual la amaba. Ademas, en aquel momento, le parecio bastante inocente. Penso que, sencillamente, ella no tenia ganas de pasar una tarde a solas con sus colegas profesores. Todavia no sabia nada de su padre.
– Buenas tardes -saludo a otra cara conocida, luego miro mas alla, escrutando el mar de trajes oscuros con tacitas de te en la mano y tomando pastas y pequenos emparedados de pepino para ver si Clem y su padre habian llegado.
Todavia no. Al menos no los veia. Si habian llegado, estaban en otra parte del edificio, tal vez mientras el padre conversaba con el alcalde o con el obispo o con el vicerrector. Fue un momento en el que penso que todavia estaba a tiempo de escapar. Ya pensaria en la excusa mas tarde. Lo unico que tenia que hacer era dejar la taza de te y encontrar la salida lo antes posible. El hecho de que fuera estuviera lloviendo a cantaros, o de que en Manchester hubiera llovido practicamente cada dia desde su llegada, no importaba. No tenia impermeable entonces ni tampoco lo tenia ahora. Lo unico que queria era huir. A papa ya lo conoceria en algun momento del futuro lejano.
Alli estaba: una mesita. Con cuidado, poso la taza y el platito y luego se volvio, buscando una salida.
– ?Nicholas!
El corazon se le subio a la garganta. Demasiado tarde. Habian entrado por una puerta lateral y avanzaban hacia el a traves de la gente. No habia duda de quien era «papa». Sesenta y pocos anos, alto y muy en forma, con aspecto de miembro de la clase alta de fin de semana con su traje perfectamente a medida confeccionado en Londres, igual que Nicholas lo habia visto en television y en los periodicos y en la foto que ella tenia en su tocador. Hombre poderoso y de porte aristocratico, tenia las facciones perfectamente talladas, los ojos negro azabache y un bonito pelo blanco y rizado que encajaba perfectamente con el color de sus pobladas cejas.
«Bueno -se dijo Nicholas-, respira hondo, tranquilizate y que sea lo que Dios quiera.»
Vio la chispa en los ojos de Clem cuando se le acercaban y supo de inmediato que ella encontraba aquel encuentro diabolico, peligroso y divertidisimo.
– Papa, me gustaria presentarte a…
Papa no la dejo acabar.
– Usted debe de ser el senor Marten.
– Si, senor.
– Y es usted estudiante de posgrado.
– Si, senor.
– En la facultad de Urbanismo y Paisajismo.
– Si, senor.
– Americano.
– Si, senor.
– ?Que opina de mi hija como profesora?
– Es todo un desafio, senor. Pero muy util.
– Tengo entendido que de vez en cuando la contrata usted como profesora particular.
– Asi es, senor.
– ?Por que?
– Porque lo necesito, senor.
– ?Lo necesita? ?Para que?
La mirada del viejo lo corto por la mitad, como si estuviera al tanto de todo.