de la Medill School de periodismo en la Universidad de Northwestern.
Para desaparecer de la manera que debia hacerlo, John Barron tenia que adoptar totalmente la identidad de otra persona. Asi de simple en tiempos mas simples. En otros tiempos podria sencillamente haber acudido a media docena de calles de Los Angeles en las que por unos pocos cientos de dolares se podia obtener una nueva identidad en cuestion de minutos: con certificado de nacimiento, tarjeta de la seguridad social y permiso de conducir del estado de California. Pero estos no eran tiempos sencillos y las autoridades, desde las agencias de seguridad nacional, la policia local, hasta las instituciones financieras, estaban construyendo bases de datos enormes para destapar las identidades falsas. De modo que su cambio debia ser lo mas real y lo mas rapido posible. Tenia que encontrar a alguien de mas o menos su misma edad, con un certificado de nacimiento y un numero de la seguridad social legitimos… pero algo mas; alguien que hubiera muerto hacia poco y cuyo certificado de defuncion todavia no hubiera sido tramitado.
Sabia que encontrar algo asi, y ademas de manera inmediata, era practicamente imposible y casi una locura. Pero Dan Ford no opino lo mismo. Para el los obstaculos tan grandes no hacian mas que elevar el nivel de la partida. Al instante se puso a enviar un e-mail masivo; una llamada peculiar, lo llamo. En el decia que queria hacer un reportaje con un giro politico. Hacia referencia a la gente que habia fallecido recientemente pero que, por un motivo u otro, seguian legalmente vivos y sus nombres figuraban en el registro de votantes. En otras palabras, queria investigar el fraude electoral.
Hiram Ott le respondio de inmediato por e-mail. ?Habia oido hablar alguna vez de un tal Nicholas Marten? No. Claro que no. Muy poca gente lo habia hecho. Y aquellos que lo conocieron lo recordarian como Ned Marten, porque asi es como siempre se presentaba.
Nicholas Marten, hijo ilegitimo de un camionero canadiense y una viuda de Vermont, huyo de casa a los catorce anos para incorporarse como bateria a un grupo de rock de gira, y eso fue lo ultimo que se supo de el. No fue hasta doce anos mas tarde, cuando se entero de que sufria un cancer de pancreas y que solo le quedaban unas cuantas semanas de vida, que volvio a Coles Corner para visitar a su madre. Una vez alli supo que tanto la madre como el padre habian muerto y que su madre estaba enterrada en el pequeno camposanto de la granja familiar, de cuarenta hectareas de extension. Solo y sin un centavo, le pidio ayuda a la unica persona que conocia, un solteron amigo de la familia llamado Hiram Ott. Ott lo instalo en su casa y se puso a buscarle algun tipo de institucion donde pudiera pasar sus ultimos dias bajo el cuidado medico, pero no fue necesario. Nicholas murio en la habitacion de invitados de Ott al cabo de dos dias. Como custodio oficial de los archivos del condado, entre otras cosas, Ott redacto un certificado de defuncion e hizo enterrar a Marten junto a su madre en la parcela familiar.
Pero, por alguna razon, no llego nunca a tramitar el certificado. Lo tenia guardado desde hacia casi un mes en un cajon de su despacho cuando le llego el e-mail de su companero de estudios de Northwestern, Dan Ford. Cuando Ford lo llamo para explicarselo, le dijo toda la verdad: que la vida de uno de sus mejores amigos dependia de un cambio de identidad. Ford le pregunto tambien si aquella era una situacion que pudiera incomodar a Ott. Cualquier otra persona se habria negado en redondo, pero aqui habia otros elementos en juego. De entrada, Hiram Ott tenia una personalidad bravucona y gamberra. Luego, muy poca gente en Coles Corner se acordaba de que Edna Mayfield habia tenido un hijo hacia treinta y seis anos fuera del matrimonio, y todavia menos sabian que un joven llamado Ned Marten habia regresado al pueblo a morir. Y solo el propio Ott estaba al tanto de que el certificado de defuncion no habia sido nunca tramitado formalmente. El tercer motivo era que, la tarde de su muerte, Nicholas Marten le habia dicho a Ott que se avergonzaba de no haber hecho nada bueno en su vida y que ojala tuviera tiempo para hacer alguna contribucion que pudiera servirle a otra gente. Y el ultimo era el definitivo. Cuando estudiaban juntos en Northwestern, Ford habia salvado a Hy Ott de una situacion extremadamente comprometida y potencialmente peligrosa, que involucraba al propio Ott y a la novia de un jugador de futbol americano de la liga universitaria especialmente fornido y con fama de tener mal genio. Era una de estas ocasiones en las que un favor es tan bienvenido que uno no esta tranquilo hasta que no lo ha pagado con otro favor. Y ahora Ott lo estaba haciendo: acompanaba a John Barron por un prado de Coles Corner en un dia de principios de la primavera para visitar la tumba sin marcar de Nicholas Marten entre las hojas caidas del pequeno cementerio familiar.
En el caso de Barron, habia venido por agradecimiento, puesto que queria darle las gracias personalmente a Hiram Ott por lo que habia hecho, y tambien porque queria saber en quien se estaba convirtiendo, donde habia vivido su tocayo de nino y como eran alli el paisaje y la gente. Habia tambien otros motivos: sentimiento de culpabilidad y de reverencia y, tal vez de manera mas pronunciada, afan de autoproteccion, por si acaso alguna vez lo interrogaban sobre su pasado. Intentaba no demostrarlo, pero sabia que Hiram Ott percibia el conflicto, la emocion y la incertidumbre que lo invadian. Aquello no era algo que uno hiciera cada dia. Y sabia que ese era el motivo por el cual el corpulento editor de pronto le dio un fuerte abrazo, y luego retrocedio un paso y le dijo:
– Esto es entre tu, yo, Dan Ford y Dios. Nadie mas lo sabra nunca. Ademas, a Nicholas le hubiera gustado, de modo que no te lo pienses mas. Sencillamente, aceptalo como un regalo.
John Barron vacilo antes de responderle, emocionado y todavia inseguro, y finalmente le sonrio:
– De acuerdo -dijo-, de acuerdo.
– En este caso -la sonrisa de Hiram Ott se ensancho mientras levantaba una mano-, dejame ser el primero en llamarte Nicholas Marten.
Nicholas Marten se dio la vuelta en la cama y miro a traves de la habitacion a oscuras hacia la puerta. Estaba cerrada, con la cadena puesta; como lo habia estado todo el tiempo. Tal vez el barman no hubiera hecho nada de nada. Tal vez Gene VerMeer no hubiera preguntado nunca por el.
Fuera, finalmente, Londres habia quedado en silencio.
9
Marten avanzo por el vestibulo repleto de personal que supuso que eran medicos, enfermos, personal clinico y familiares de pacientes como el. Doce pasos y se metio por un pasillo menos transitado en direccion a las puertas de salida que habia al fondo. Habia pasado un par de horas con Rebecca y luego estuvo hablando brevemente con la doctora Maxwell-Scot, que le habia dicho lo bien y lo rapido que su hermana se estaba aclimatando, tanto que ya la habia inscrito en un grupo de terapia para aquella misma tarde. De nuevo, Rebecca le habia dicho que si el estaba bien, ella estaria bien. Era algo tipico de su hermana, que pensaba, y el lo sabia, tanto en ayudarlo a el como en tranquilizarse ella. Y el habia puesto de su parte diciendole que estaba bien y que estaba disfrutando, recuperando el sueno perdido y visitando Londres. Entre risas, le conto como habia salido a explorar Londres la noche anterior y casualmente se habia encontrado con Clementine Simpson en un pub. A ella le caia muy bien Clementine y penso que era fantastico que se hubieran encontrado. Eso mantuvo la conversacion divertida, ligera y aireada. De todo el resto no le conto nada, en especial de su casi encuentro con Gene VerMeer, ni tampoco el motivo por el que inicialmente habia ido al pub. Ni tampoco le habia dicho que llamo a Dan Ford tan pronto como llego al hotel para decirle que habia visto a VerMeer en Londres y para pedirle si podia enterarse de la implicacion que la policia de Los Angeles seguia teniendo en la investigacion de Raymond.
Ni tampoco le dijo nada de la llamada de Dan Ford aquella manana, para informarle que VerMeer habia pedido ir a Londres solo y que se le esperaba de vuelta en Los Angeles a ultima hora de ese dia. Ni de la advertencia de que la peticion de VerMeer para ir solo a Londres probablemente significaba que el verdadero