detective Gene VerMeer, uno de los dos policias apostados frente a su casa cuando se llevo a Raymond oculto en el asiento de atras de su coche hasta el aeropuerto de Burbank. VerMeer habia sido uno de los mejores amigos de Red McClatchy y solia salir a beber con Roosevelt Lee, Len Polchak y Marty Valparaiso. Era un policia del que sabia que habia sido mantenido fuera de la brigada 5-2 porque tenia un caracter demasiado violento e inestable, como si eso fuera posible. Un policia del que tambien sabia que lo culpaba a el de la muerte de Red McClatchy y por ello lo odiaba. De todos los miembros del LAPD, VerMeer era el ultimo con quien deseaba encontrarse y, con toda probabilidad, el primero que querria verlo muerto. Preferentemente a trocitos.

– ?Dios mio! -mascullo Marten y se volvio de espaldas rapidamente.

VerMeer tenia que estar alli por uno o dos motivos. O bien estaba persiguiendo la misma informacion que Marten -la anotacion de Raymond para encontrarse con alguien que respondiera a las iniciales I.M en el Penrith-, o bien habia descubierto la identidad de Marten, habia averiguado donde estaba y habia venido a Londres pensando tal vez en cruzarse con el, si Marten seguia el rastro de Raymond. Si este era el caso, VerMeer podia estar muy bien preguntandole al barman no solo por Raymond e I.M., sino tambien por Marten.

– Es usted el senor Marten, ?no? -Una voz alta de mujer con acento britanico sono por encima del barullo. A Marten se le subio el corazon a la boca y se volvio para ver a Clementine Simpson, que avanzaba hacia el-. Clem Simpson -dijo ella, dibujando una ancha sonrisa al llegar frente a el-. De la clinica Balmore. Esta tarde.

– Ah, claro, por supuesto. -Marten se volvio un segundo. VerMeer y el tipo que lo acompanaba seguian hablando con el barman.

– ?Como caramba has acabado en este bar? -pregunto Clem, y Marten la aparto por entre la gente.

– Pues… necesitaba distraerme un poco -dijo, rapidamente-, y alguien con quien estuve hablando en el avion me comento que era un buen lugar para conocer el ambiente de Londres.

– Seguro que te vendra bien distraerte. -Clem le sonrio amablemente-. Estoy celebrando el cumpleanos de una amiga, ?te gustaria tomar algo con nosotros?

– Yo… -Marten miro de nuevo hacia atras. VerMeer y su acompanante empezaban a alejarse del barman y se abrian paso por entre la gente, en direccion a ellos-. Acepto encantado, gracias -dijo Marten rapidamente, y luego siguio a Clementine Simpson a traves del local, hasta una mesa al fondo donde estaban reunidas media docena de personas con aspecto academico.

– ?Vienes aqui a menudo?

– Cuando estoy en la ciudad, si. Tengo amigos que se reunen aqui desde hace anos, y eso es lo que convierte un local en un buen pub de barrio.

Marten se arriesgo a volver a girarse. VerMeer se habia detenido y miraba en direccion a el; entonces el otro hombre le toco la manga y le senalo hacia la puerta. VerMeer miro un instante mas y luego se volvio de pronto y siguio al tipo hasta fuera.

– Senorita Simpson -dijo Marten, poniendole una mano delicadamente en el brazo.

– Clem -le sonrio ella.

– Si no te importa -dijo, con una sonrisa forzada-, tengo que ir un momento al bano.

– Claro. Nuestra mesa esta justo alla.

Marten asintio y se volvio, con la mirada fija en la puerta de salida. Ya no habia rastro ni de VerMeer ni de su acompanante. Miro a la barra. Habia un pequeno momento de respiro y el camarero rubio estaba solo, limpiando vasos. Al otro no se le veia por ninguna parte.

Marten se pregunto si VerMeer le habria preguntado al barman sobre el, hasta si le habria dado su descripcion y un numero al que llamar si lo veia. Volvio a mirar a la puerta del pub, pero solo vio a clientes. Miro de nuevo al camarero, vacilo un momento y entonces decidio arriesgarse. Cruzo hasta la barra y avanzo hasta el fondo y pidio una cerveza de presion. Al cabo de veinte segundos el barman le puso una jarra espumosa delante.

– Busco a alguien que se supone que viene a menudo por aqui -dijo Marten, deslizando un billete de veinte libras al lado de su jarra-. En un chat de Internet me chivaron que tiene muchos chollos en apartamentos de alquiler. Sea quien sea, firma con las iniciales I.M. No se como se llama realmente, tal vez solo I.M., o «Im», o si es un apodo o la abreviatura de algo.

El barman lo miro con atencion, como si tratara de ubicarlo. De pronto Marten estuvo seguro de que VerMeer le habia dado su descripcion y de que el barman estaba intentando decidir si se trataba de el. Marten no se inmuto, tan solo espero. Luego, abruptamente, el barman se inclino hacia el.

– Dejame decirte una cosa, chico. Hace unos minutos, un detective de policia de Los Angeles me ha hecho la misma pregunta sobre ese I.M. Lo acompanaba un inspector de la Scotland Yard, pero ninguno de ellos ha dicho nada sobre un chat ni de unos apartamentos de alquiler. -Miro deliberadamente al billete de veinte libras que habia junto a la jarra de Marten y bajo la voz-. Sea lo que sea lo que buscas es tu problema, pero te dire lo que les he dicho a estos dos. Sea hombre, mujer, un poco de las dos cosas o imposible de definir, yo estoy detras de esta barra seis noches a la semana y llevo asi once anos, y en todo este tiempo no he oido ni una sola vez hablar a nadie, ni a nada, por lo que hace al caso, en referencia ni a I.M, ni a Im, ni a «i-eme»; ni a ningun otro maldito apodo que pueda cuadrar con estas iniciales, como Iron Mike, o Izzy Murphy o Ines Maria. Y si hubiera alguien mas en el bar que lo supiera, yo tambien lo sabria porque saberlo es mi trabajo y ademas soy el propietario del local, ?te queda claro?

Marten asintio:

– Si.

– Perfecto, entonces.

El barman alargo el brazo, cogio el billete de veinte libras y se lo metio en el bolsillo del delantal. Durante toda la operacion no dejo de mirar a Marten ni un segundo.

– Senor Marten -dijo Clementine, inesperadamente a su lado-. ?Viene con nosotros?

– Pues… -Marten la miro y le sonrio-. Perdona, me he distraido con la conversacion.

Cogio rapidamente su jarra, le hizo un gesto de agradecimiento al barman y se alejo con ella. Con toda su inocencia, Clementine acababa de revelarle su nombre al hombre.

– Clem -dijo el-, si no te importa, de pronto siento que el jet lag me esta afectando. Sera en otra ocasion, si no te sabe mal.

– Claro, senor Marten. ?Le vere manana en la clinica?

– Ire por la manana.

– Yo tambien. Buenas noches.

Marten le hizo un saludo con la cabeza y se dirigio a la puerta. Estaba cansado y no habia averiguado nada. Y encima se habia delatado, hablando con el barman, y ahora el tipo hasta sabia su nombre.

– Maldita sea -mascullo entre dientes.

Desanimado y enfadado consigo mismo, estaba a punto de alcanzar la puerta cuando vio un grupo de jovenes que se apinaban alrededor de una mesa, en una salita que habia a un lado. En la pared, detras de ellos, habia una banderola grande, roja y blanca, en la que se leia Asociacion Rusa.

Marten sintio que el corazon se le aceleraba. Ahi estaba. De nuevo la conexion rusa. Volvio a mirar hacia la barra. El barman estaba ocupado y no miraba en absoluto hacia alli. Marten entro rapidamente en la salita y se acerco a la mesa. Habia diez personas en total, seis hombres y cuatro mujeres, y todos hablaban en ruso.

– Disculpen -dijo, cortesmente-, ?hablan ingles alguno de ustedes?

La respuesta fue una sonora risotada.

– ?Que quieres saber, tio? -le espeto un joven delgado con gafas gruesas, con una ancha sonrisa.

– Busco a alguien llamado I.M., o -dijo, robando la pronunciacion del barman-, tal vez «i-eme», o que tenga las iniciales o el apodo I.M.

Diez cabezas se miraron las unas a las otras alrededor de la mesa, y al cabo de un segundo vio las diez cabezas volverse hacia el. Todas tenian la misma expresion confusa.

– Lo siento, jefe -dijo un hombre de pelo negro.

Marten miro el cartel pintado a mano de ASOCIACION RUSA clavado en la pared de detras de ellos.

– Si no os importa que os lo pregunte, ?que hace vuestro grupo?

– Nos reunimos cada dos semanas para hablar sobre las cosas de nuestro pais natal. Politica, sociedad, cosas asi -respondio el joven de las gafas gruesas.

– Lo que quiere decir en realidad es que todos tenemos nostalgia -dijo una rubia regordeta con una sonrisa, y todos se rieron.

Вы читаете La huida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату