regresiones o quedarse bloqueados. La idea es proporcionarle a Rebecca un medio en el que entablar relaciones sociales y potenciar que cada vez sea mas autosuficiente.
Marten escuchaba con atencion, intentando asegurarse de que la politica de la Balmore era, como la doctora Flannery le habia asegurado, igual que en todas partes en el mundo de la psicoterapia: los historiales de los pacientes eran confidenciales y, si la familia lo pedia -lo cual el habia hecho-, solo estaban disponibles para el medico personal del enfermo. La doctora Flannery le aseguro especialmente que su explicacion de la necesidad de que Rebecca fuera admitida en la Balmore con tanta premura habia sido totalmente confidencial, y Marten estaba sencillamente tratando de asegurarse de que asi era.
Quince minutos con la doctora Maxwell-Scot le habian proporcionado esta seguridad y mas. Ella le hablo solamente del estado de Rebecca y del programa que ella y la doctora Flannery habian disenado para la muchacha, y sobre los buenos resultados que creia que iban a obtener. Eso le dio a Marten una sensacion de confianza y de comodidad, que aumentaba por el caracter calido y humano de la especialista. Era una sensacion que parecia reinar en toda la clinica Balmore. La tuvo tambien con la senora Simpson y con todo el resto de personal, desde el momento en que fueron recibidos a la puerta de Heathrow y los acompanaron por los tramites de control de pasaportes y aduanas hasta la ambulancia que los esperaba, y tambien durante los tramites de admision una vez en la clinica.
– Parece cansado por el viaje y, estoy segura, tambien por su preocupacion, senor Marten -dijo finalmente la doctora-. Espero que este hospedado cerca de aqui.
– Si, en el Holliday Inn de Hampstead.
– Estupendo. -Sonrio-. No esta lejos. ?Por que no se va a descansar un poco? Rebecca estara bien. Tal vez sea buena idea que regrese sobre las seis, un poco antes de la cena.
– De acuerdo -dijo Nicholas Marten, agradecido, y luego anadio, sinceramente-: Y gracias. Muchisimas gracias por todo.
4
El Hampstead Holliday Inn estaba a poca distancia en taxi de la clinica Balmore, y Marten se relajo mientras trataba de hacerse una idea de la ciudad, que solo conocia por la historia, los libros y las peliculas, y por el sonido de las bandas de rock britanicas.
El taxi giro por Haverstock Hill y Marten se dio cuenta del trafico que venia hacia ellos por la derecha, en vez de por la izquierda. Ya lo habia advertido durante el recorrido en ambulancia desde Heathrow. Volverlo a ver ahora le hacia darse cuenta de que estaba realmente en un lugar distinto, y que gracias a Dan Ford y a la doctora Flannery, todo su mundo en Los Angeles habia quedado bien cerrado y detras de ellos.
Despues de instalar a Marten sigilosamente en la casa de un amigo situada en una zona de cultivos citricos al noroeste de Los Angeles, Ford se habia ocupado de rescindir el contrato de alquiler de la casa de Marten y de sacar sus efectos personales, la mayoria de los cuales regalo y unos pocos los guardo en un trastero a su nombre. Por su parte, la doctora Flannery no solo habia hecho los tramites para que Rebecca ingresara en la clinica Balmore, sino que se ocupo tambien de arreglar la situacion en Saint Francis, informando a sor Reynoso tan solo unas horas antes de su marcha de que, a peticion de John Barron, trasladaba a Rebecca a una institucion en otro lugar. Menos de media hora despues de su charla con sor Reynoso, la doctora Flannery llevaba en su propio coche a John y a Rebecca al aeropuerto, donde, debido al estado de la chica, les permitieron embarcar en el avion mucho antes que el resto de pasajeros y, por tanto, quedaron protegidos de la vista del publico.
De este modo fueron superados los tramites mas importantes y ahora se encontraban ya a salvo aqui. A Nicholas Marten le hizo bien tomarse un momento para relajarse y contemplar la ciudad. Tomarse un momento y no pensar sobre por que escogio la clinica Balmore antes que la de Roma y la de Ginebra. Tomarse un momento y no pensar en el motivo que lo habia llevado hasta Londres.
5
Marten se registro en el hotel y deshizo las maletas. Inmediatamente despues se dio una ducha rapida, se puso unos vaqueros limpios, un jersey fino, una cazadora y bajo al vestibulo, donde pidio indicaciones para ir a Uxbridge Street. Al cabo de veinte minutos su taxi salia de Notting Hill hacia Camden Hill Road, y luego llegaba a Uxbridge Street.
– ?A que numero va, jefe? -le pregunto el taxista.
– Bajare aqui mismo, gracias -dijo Marten.
– Bien, senor.
El taxi se detuvo junto a la acera. Marten pago, salio y el taxi se alejo. Y asi se metio de nuevo en el mundo de Raymond. O, al menos, en el pedazo de el que encontro anotado en una hoja de papel de su bolsa de viaje.
El numero 21 de Uxbridge Street era una elegante residencia privada de tres plantas que quedaba separada de la calle y de la acera por una verja de hierro forjado negra y de dos metros de altura. Justo al otro lado habia dos enormes platanos que empezaban a brotar, animados por un tiempo soleado y, segun el taxista, excepcionalmente calido de principios de primavera.
A medida que se acercaba, Marten podia ver la puerta de hierro que daba acceso a la casa abierta por el peso de una escalerilla de un pintor. Habia un gran trapo que cubria el suelo de debajo para proteger la entrada de ladrillo, mientras que un cubo de pintura negra colgaba de uno de los peldanos de la escalerilla. Por algun motivo desconocido, el pintor no parecia estar a la vista.
Marten se detuvo ante la entrada y levanto la vista hacia la casa. La puerta principal estaba cerrada y por la izquierda habia un sendero que parecia dar la vuelta a la edificacion. Seguia sin haber ni rastro del pintor. Respiro con fuerza y cruzo por debajo de la escalerilla la puerta del jardin. Entro por el sendero hacia el lateral de la casa. Cuando se aproximaba a la parte posterior vio tres peldanos que subian hasta una puerta entreabierta. Volvio a mirar a su alrededor. Seguia sin ver a nadie. Subio los peldanos rapidamente y luego se detuvo ante la puerta a escuchar.
– Hola -grito. No hubo respuesta. Respiro otra vez y se metio dentro. En pocos minutos habia recorrido la casa desde la planta baja hasta la tercera y habia vuelto a bajar, y no encontro nada mas que una mansion decorada con opulencia sin senales de estar habitada por nadie. Se quedo muy decepcionado, pero de alguna manera habia encontrado lo esperado, hasta antes de dar la vuelta que habia dado en persona. La casa, como Marten recordaba del informe de la policia metropolitana de Londres, pertenecia a un tal Charles Dixon, un corredor de bolsa jubilado que residia en el sur de Francia. Segun el informe, Dixon no habia oido hablar nunca de Raymond Oliver Thorne ni conocia a nadie que tuviera su mismo aspecto. Ocupaba la casa exclusivamente durante las fiestas de Navidad y luego volvia a hacerlo a finales de junio, durante la semana de Wimbledon. El resto del ano lo pasaba en Francia y la casa estaba vacia. Y, sin embargo, Raymond debia estar en Londres y, segun el papel, haber ido a la casa a mitades de marzo. No tenia ningun sentido, a menos que la casa se alquilara de vez en cuando, pero la policia de Londres no hizo ninguna mencion del tema.
– ?Quien demonios es usted?
Nicholas Marten se detuvo en seco. Estaba saliendo por la puerta por la que habia entrado y, de pronto, se encontro cara a cara con un hombre grandote, de pelo blanco y vestido con un mono.
– Usted debe de ser el pintor.
– ?Lo soy, pero le he preguntado quien demonios es usted y que carajo esta haciendo aqui!
– Buscaba al senor Charles Dixon. La puerta estaba abierta y he entrado. Me han dicho que de vez en cuando