marcharon. Harwood no habia anadido ni una palabra mas. No hubo necesidad. Barron ya habia sido advertido explicitamente de que su vida corria peligro. Eso significaba que no le quedaba mas alternativa que hacer lo que habia planeado despues de que la brigada ejecutara a Frank Donlan: recoger a Rebecca y abandonar Los Angeles de inmediato dejando el minimo rastro posible. Habia renunciado a su plan por culpa de Raymond y porque sintio que era su deber hacer todo lo posible por capturarlo antes de que volviera a matar. Pero ahora Raymond estaba muerto y cualquier plan en el que hubiera estado involucrado, cualquier otra cosa que hubiera puesto en marcha y estuviera a punto de ocurrir era responsabilidad de otros. Ahora tenia que concentrarse en una sola cosa: salvar su vida y la de Rebecca.

La primera vez habia sido cuestion de organizar las cosas con la doctora Flannery, de encontrar un destino, meter las maletas en el coche, recoger a Rebecca y marcharse. Pero luego tuvo lugar el tiroteo y eso le provoco una enorme reaccion psicologica. Como resultado del intenso tratamiento psiquiatrico que necesitaria para sacarla adelante, por no decir nada del propio estado fisico de John, la idea de ir a cualquier lugar y de manera inmediata parecia imposible. Pero no habia alternativa. Si la vendetta que Harwood le habia prometido llegara a materializarse y el fuera asesinado, Rebecca volveria a replegarse sobre ella misma y volveria a quedar en nada.

Presa de los nervios, llamo a la doctora Janet Flannery a primera hora de la manana del domingo 17 de marzo y le pidio que fuera al hospital. Ella llego antes del mediodia y, a peticion de Barron, lo llevo en una silla de ruedas hasta una espaciosa zona exterior para visitas, donde le pregunto por el estado de Rebecca.

– Ha hecho un avance enorme -le dijo la doctora-. Enorme. Habla con la voz entrecortada, responde a las preguntas. Pero el periodo aqui es crucial y muy dificil. Esta medicada y viene y va. Ahora histerica, luego retraida, y pregunta por ti siempre que tiene la oportunidad. Es fuerte y muy brillante, pero si no tenemos mucho cuidado podriamos perderla y facilmente podria volver a su estado anterior.

– Doctora Flannery -dijo Barron, en voz baja pero con tono enfatico-. Rebecca y yo tenemos que desaparecer de Los Angeles lo antes posible. Y no para irnos a Oregon ni a Washington ni a Colorado, como le habia dicho antes. Tenemos que irnos mas lejos. A Canada, o tal vez a Europa. Sea donde sea, decidamos donde decidamos, tengo que saber cuando estaremos preparados para hacer un viaje tan largo y tan lejos.

Recordo como la doctora Flannery se lo habia quedado mirando, sabiendo que veia la misma premura y desesperacion que habia visto antes. Solo que esta vez era mas fuerte y mucho mas desesperada.

– Si todo va bien, tal vez dos semanas, como muy pronto, antes de que pueda ser trasladada para recibir tratamiento en otro lugar. -La doctora Flannery lo escruto con mas atencion-. Detective, debe comprender que Rebecca es un caso totalmente nuevo, un caso que precisa un tratamiento intenso. Por este motivo, y por lo que usted quiere hacer, debo preguntarle el por que.

Barron vacilo un largo instante, sin saber que hacer. Finalmente se dio cuenta de que no podia hacer solo lo que tenia que hacer y le pidio si podian mantener una sesion privada, el como paciente, ella como terapeuta profesional.

– ?Cuando?

– Ahora.

Ella le dijo que era algo poco ortodoxo y que lo mas indicado seria concertarle una cita con otro profesional, pero el se lo suplico, despues de confiarle que alli corria un riesgo fisico real y que el tiempo era un factor esencial. Ella le conocia y lo sabia todo de Rebecca; ademas, Barron confiaba en ella.

Finalmente accedio y lo llevo en la silla a un rincon al fondo del patio, lejos de otros pacientes y visitantes. Alli, bajo la sombra de un enorme sicomoro, el le conto lo de la brigada, lo de la ejecucion de Frank Donlan, lo del asesinato de Red por parte de Raymond, su pelea con Polchak y lo que paso en el taller de pintura de coches despues de que capturaran a Raymond, y finalmente lo que habia ocurrido en los almacenes ferroviarios. Y acabo con el incendio de su coche y la solemne advertencia del jefe Harwood.

– Tengo que cambiar mi identidad y la de Rebecca y luego debemos marcharnos tan lejos de Los Angeles como podamos, lo antes posible. De las identidades me puedo ocupar yo. Para el resto necesitare ayuda: adonde podemos ir para que Rebecca reciba el tratamiento sin que nos hagan demasiadas preguntas y donde sea improbable que el LAPD pudiera encontrarnos. Algun lugar lejos, al que nos podamos adaptar y donde podamos empezar una nueva vida sin correr riesgos, tal vez en otro pais.

La doctora Flannery no decia nada, solo le miraba, y el sabia que estaba evaluando la realidad de lo que era preciso hacer contra la realidad de que era posible hacer.

– Obviamente, detective, si cambian ustedes sus identidades, como cree que debe hacer, el seguro medico que ahora tiene dejara de ser valido, a menos que quiera arriesgarse a dejar un rastro documental.

– No, no puedo hacerlo. Ningun rastro documental.

– Pero comprendalo, vaya donde vaya, su tratamiento resultara caro, al menos al principio, cuando el cuidado debera ser mas intenso.

– Me han dado una especie de «indemnizacion por cese» y tengo una pequena cuenta de ahorro y algunos bonos del Estado. Durante un tiempo estaremos cubiertos, hasta que pueda encontrar un trabajo. Solo… -Barron se detuvo a media frase y espero a que pasara un enfermero que acompanaba a un paciente anciano caminando. Luego bajo la voz y prosiguio-. Digame cuales son exactamente las necesidades de Rebecca.

– La clave -dijo la doctora- es encontrarle un buen programa de tratamiento del estres postraumatico, uno que acelere y ayude a crear lo que llamamos estabilidad de la personalidad y que la ayude a alcanzar el punto en que pueda funcionar comodamente de manera autonoma. Si esta pensando en Canada…

– No -dijo Barron bruscamente-, Europa seria mejor.

La doctora Flannery asintio con la cabeza:

– En este caso hay tres lugares que me vienen a la cabeza, todos ellos excelentes. El centro de tratamiento postraumatico de la Universidad de Roma; el centro equivalente en la Universidad de Ginebra y la clinica Balmore, en Londres.

Barron sintio que el corazon se le subia a la garganta. Habia sugerido Canada o Europa porque sabia que alli habia americanos por todas partes y sentia que podrian adaptarse sin llamar demasiado la atencion. Tambien estarian lo bastante lejos como para que para las fuerzas del LAPD contra las que el jefe Hardwood le habia advertido fuera a la vez impractico y dificil encontrarles, en especial si tenian identidades distintas y no dejaban ningun rastro.

Pero ahora se daba cuenta de que lo habia restringido repentinamente a Europa por otro motivo: Raymond y todo lo que parecia tramar apuntaba a Europa, y mas directamente a Londres. Herido como estaba y preocupado por su seguridad y la de Rebecca y su tratamiento, algo en su interior se resistia a olvidarse de Raymond. Raymond habia sido bueno, demasiado bueno, demasiado profesional, demasiado cuidadoso controlando lo que tenia entre manos como para que se lo quitaran de encima considerandolo, sencillamente, un loco. Estaba claro que tenia otros objetivos y, como demostraban los aviones fletados para el, no actuaba en solitario. Y hasta sin pruebas concretas, Barron, a pesar de ser joven, era un detective experimentado y la sensacion de que tenian que pasar mas cosas le carcomia por dentro y se le paseaba por las tripas. Este fue el motivo por el que, cuando tuvo que hacerlo, eligio Europa antes que Canada. Y al sugerir Londres como lugar potencial para la rehabilitacion de Rebecca, la doctora Flannery acoto todavia mas su eleccion.

Londres habria sido el destino inmediato de Raymond cuando acabara lo que tenia intencion de hacer con Alfred Neuss en Los Angeles, y la vida de Neuss se habia salvado sencillamente porque se habia marchado a Londres. Fue un viaje que, claramente, habia sorprendido a Raymond, porque era obvio que habia esperado encontrarlo en Beverly Hills.

Estaban los otros elementos, tambien. «Las piezas», como Raymond habia dicho. Las llaves de una caja fuerte de fabricacion belga cuya empresa hacia negocios solo dentro de la Union Europea, y eso significaba que la caja y su contenido se encontraban en algun lugar de Europa continental; tambien las tres referencias especificamente a Londres: una direccion, Uxbridge Street 21, que la policia metropolitana habia descrito como una residencia privada bien conservada cerca de los jardines de Kensington, propiedad del senor Charles Dixon, un corredor de bolsa ingles jubilado que pasaba casi todo el ano en el sur de Francia, y que estaba a poca distancia de la embajada rusa; la referencia a la propia embajada; y el recordatorio de encontrarse con alguien llamado I.M. en el Penrith's Bar de High Street, una persona a la cual el investigador de la policia metropolitana de Londres que se ocupaba del caso habia sido incapaz de identificar.

Aquella informacion seguia siendo reciente, de hacia apenas un par de semanas, y significaba que fuera cual fuese la operacion en que se basaba, podia muy bien seguir activa y localizable. El FBI habia estado investigando

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