alquila la casa y…

– No se quien le ha dicho esto ni quien es usted -dijo el pintor, mientras lo miraba con atencion de arriba abajo-, pero el senor Dixon no alquila nunca su casa, nunca. ?Le queda claro, senor…?

– Ah… -Marten se invento un nombre rapidamente-. Kaplan. George Kaplan.

– Bien, senor Kaplan. Ahora ya lo sabe.

– Gracias. Lamento haberle molestado. -Con esta frase, Marten hizo ademan de marcharse. Pero, de pronto, se acordo de algo y volvio atras-. ?Tiene idea si el senor Dixon es amigo de un tal senor Aubrey Collinson, de Kingston, Jamaica?

– ?Como?

– Aubrey Collinson. Su nombre venia con el del senor Dixon. Creo que es abogado. Viaja a Londres y a otros lugares del mundo a menudo, en jet privado.

– No se que demonios quiere usted, pero jamas he oido hablar de ese tal Aubrey Collinson; y si el senor Dixon lo conoce, es su problema. -El pintor dio un paso amenazante hacia el-. Si no se marcha usted en los proximos cinco segundos tendre que llamar a la policia.

– Gracias de nuevo. -Marten le sonrio y luego dio media vuelta y se marcho.

16:15 h

Unas cinco calles y doce minutos mas tarde estaba delante de la imponente estructura del numero 13 de Kensington Palace Gardens, la embajada de la Federacion Rusa en Londres. Las verjas estaban protegidas por guardas, y en el patio del otro lado habia unas pocas personas.

Marten se quedo un rato observando y luego uno de los guardas de la puerta abrio y un soldado armado se dirigio hacia el. Marten levanto una mano e hizo una sonrisa.

– Solo estaba mirando, disculpe -dijo, antes de alejarse rapidamente en direccion a la verde extension de los jardines de Kensington. En la casa de Uxbridge Street no habia visto nada que supusiera que era otra cosa de lo que parecia, y la embajada rusa era sencillamente eso, la embajada de un pais extranjero ubicada a poca distancia andando de la residencia de Uxbridge Street. Asi, pues, ?que significado tenia todo aquello, si es que tenia alguno? El unico que lo sabia era Raymond y estaba muerto.

Ademas, ?que pensaba Marten que iba a hacer, aunque descubriera algo? ?Alertar a las autoridades? Y luego ?que? ?Tratar de explicar lo que sucedia y que se empezaran a preguntar quien era el? No, eso no podia hacerlo. Tenia que dejar el caso y lo sabia. Pero ?como? De pronto volvia a encontrarse en una situacion de querer y no poder. El sentido comun le decia que no tenia ningun motivo para volver a retomar, de manera privada, su investigacion de esta trama mas global en la que Raymond estuvo involucrado, y por la que habia acabado muerto. Pero una vocecita lo arrastraba con todas sus fuerzas a volver a meterse en el caso. Era como si la investigacion lo sedujera y el fuera un esclavo de esa pasion o, para ser mas precisos, como si fuera un adicto y no pudiera concentrarse en nada que no fuera su habito. Aquella vocecita tenia todo el poder. De alguna manera, tenia que encontrar la manera de acallarla.

6

Hotel Hampstead Holiday Inn, 21:00 h

Nicholas Marten se desperto sobresaltado a oscuras. No tenia idea de donde estaba ni de cuanto tiempo habia estado durmiendo. Se incorporo. Vio una luz que procedia de una puerta entreabierta y se dio cuenta de que era la puerta del bano y de que la debia de haber abierto el mismo. Entonces recordo. Se habia marchado de la embajada rusa y anduvo por los jardines de Kensington hasta Bayswater Road, y luego tomo un taxi hasta la clinica Balmore para visitar a Rebecca. La muchacha se alegro de verlo pero estaba claramente cansada del largo viaje, de modo que no se quedo mucho tiempo. Le prometio que iria a verla a la manana siguiente y luego volvio al hotel, se quito la chaqueta y se acurruco en la cama delante del televisor. Debio de quedarse dormido.

El jet lag y las emociones del propio viaje lo habian dejado exhausto, pero ahora habia dormido lo bastante para quitarse el agotamiento de encima, y ya estaba despierto y alerta y no tenia ni idea de que hacer. Despues de lavarse rapidamente la cara, se peino, bajo al vestibulo y salio a la calle. La noche seguia siendo calida y Londres estaba animado y vivo. Cruzo la calle y anduvo hacia Haverstock Hill, como un turista que sale a pasear, atento a los sonidos y a las vistas de un lugar en el que no habia estado jamas.

«Las piezas. -De pronto, volvio a oir la voz de Raymond en su cabeza. Sonaba baja, aguda y apremiante, como si le estuvieran susurrando deliberadamente al oido-. Las piezas -repetia la voz-, las piezas.»

– ?No! -dijo, en voz alta, y acelero el paso. Aquel dia ya se habia enfrentado a esa batalla. No estaba dispuesto a volverla a librar.

«Las piezas -le volvio a decir el susurro. Marten acelero el paso todavia mas, como si asi fuera capaz de escapar a aquello. Las piezas -volvia a oir-. Las piezas.»

De pronto Marten se detuvo. Por todas partes a su alrededor habia luces brillantes y aceras atiborradas de gente y trafico que avanzaba a buen ritmo. Lo que vio no era el mismo Londres de hacia unos momentos, sino el Londres de aquella tarde, de Uxbridge Street y de la embajada rusa. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la voz susurrada no era la de Raymond, sino la suya, y que eso habia sido desde el principio. La brigada ya no existia, pero el si. Habia venido a Londres, habia traido a Rebecca a Londres y todo por un motivo: porque Raymond y cualquiera que fuera la trama en que estuvo involucrado lo habian llevado hasta alli. Lo ultimo que podia hacer era huir y olvidarse de ello.

7

Penrith's Bar, High Street, 21:35 h

Nicholas Marten entro y por un momento se quedo junto a la puerta, mirando a su alrededor. El Penrith era el tipico pub ingles con paneles de madera oscura en las paredes, ruidoso y lleno de clientes incluso un lunes por la noche. La barra en si era una especie de herradura en el centro del local, con mesas y taburetes a los lados y hacia el fondo. En medio de la barra habia dos camareros. Uno tenia el pelo oscuro y era muy musculoso; el otro era mas alto, de complexion media y llevaba el pelo corto y tenido de rubio. Ambos aparentaban poco mas de treinta anos. Por su manera de actuar, el mas alto y rubio parecia estar al mando, y de vez en cuando se apartaba de la accion y se iba al final de la barra a conversar con alguien a quien Marten no alcanzaba a ver.

Este era su hombre, decidio Marten, y empezo a avanzar hacia el a traves de la gente. Eso le dio la oportunidad para observar a los clientes mas de cerca. La mayoria, penso, parecian estudiantes universitarios, mezclados aqui y alla con algun profesor y algun ejecutivo, hombre o mujer. Nada que ver con el tipo de gente con el que un asesino como Raymond podia relacionarse. Por otro lado, debia tener presente lo camaleonico que Raymond se habia mostrado, en su manera de vestir, en su estilo, incluso en su manera de expresarse, y que a Josef Speer se lo ligo mezclandose con un grupo de estudiantes. Eso significaba que alguien como Raymond, alguien con su formacion, con su seguridad y su mentalidad, podia adaptarse a cualquier ambiente.

A medida que se iba acercando a la barra la densidad y el ruido eran mas intensos. A traves del barullo y del movimiento constante de los cuerpos Marten veia al camarero rubio cerca del fondo que seguia conversando. Se colo por entre dos chicos y rodeo a una joven que los miraba. Y alli estaba Marten, a menos de tres metros del barman. De pronto se detuvo en seco. El camarero hablaba con dos hombres de mediana edad vestidos con pantalones y chaquetas de sport. A uno de ellos no lo conocia; al otro, el que estaba mas cerca de el, lo conocia demasiado: era el duro y obstinado veterano de la brigada de Robos y Homicidios de la policia de Los Angeles, el

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