de que estaba haciendo mal, tenia la sensacion de que habia algo en aquel asunto que no les haria ni pizca de gracia.

– No somos amigos -se apresuro a contestar Sarah-. Estaba sentada aqui, eso es todo.

– Oh, perdonad -repuso la senora Kennedy-. Se os veia tan comodos que casi no me atrevia a interrumpiros.

– Yo mas bien diria que tratabas de ligar con ella -comento el senor Benson-. Eh, no pongas esa cara avergonzada, Danny. Todos hemos de empezar algun dia.

– Me dijiste que tenias cosas que hacer -intervino Luke, senalandome con el dedo-. Y que por eso no podias venir hoy a mi casa.

– Bueno, he de irme -dijo Sarah de pronto, levantandose.

La mire; no queria que se marchara. Lo unico que deseaba era que Luke, su madre y el senor Benson prosiguieran su camino, que dejaran de tratar de parecer divertidos y hacerme pasar verguenza. Queria hablar a solas con Sarah y que me contara por que el accidente no habia sido culpa de mama y por que se creia ella responsable.

– Espera… -empece.

– Vamos por las bicis -me interrumpio Luke-. Iremos a algun sitio. -Y anadio-: Los dos solos.

– Adios -se despidio Sarah, echando a andar.

– Espera -repeti, pero ella nego con la cabeza.

– No tienes que irte por nosotros -intervino la senora Kennedy, que ahora parecia arrepentida de haberse parado a hablarnos.

– ?Adios! -exclamo Luke dirigiendose a Sarah-. Nos vemos en otra ocasion, o no.

Sarah se detuvo y lo miro un momento antes de alejarse. Luke fruncio el ceno, no muy seguro de como tomarse una mirada como aquella.

– Lo siento, amigo -se excuso el senor Benson-. Me parece que la hemos espantado.

Esa noche estuve fuera hasta mas tarde de lo habitual, y cuando llegue a casa me encontre a mi padre sentado en la sala de estar viendo la television. Cuando entreconsulto el reloj y parecio un poco sorprendido de que llegara con tanto retraso.

– Danny, son casi las diez.

– Ya lo se.

– ?Que hacias dando vueltas por ahi a estas horas?

Me encogi de hombros y me sente.

– Lo siento -dije-. He perdido la nocion del tiempo.

– En realidad, yo tambien -repuso bajando el tono-. Ni siquiera me habia dado cuenta, o habria empezado a preocuparme por ti.

– ?Donde esta mama?

– No habeis coincidido por muy poco. Se fue a dormir temprano.

– ?Se ha pasado en la cama el dia entero? -pregunte, enfadado-. ?Cuando sali esta tarde ya estaba acostada!

– Danny, se levanto poco despues de que te fueras. Cenamos juntos y luego estuvimos viendo la tele. Si hubieses llegado pronto a casa, como se suponia que era tu obligacion, la habrias visto y podrias haber charlado con ella. Y por cierto, ya puestos, me gustaria que hablaras un poco mas con tu madre.

Asenti mientras pensaba en irme a la cama, pero antes de que pudiese subir mi padre de pronto solto una risita y me dijo:

– Ah, por cierto. Hoy hable con tu abuela. Ella y el abuelo vendran a visitarnos la semana que viene. Por tu cumpleanos. Celebraremos una pequena fiesta.

– ?Una fiesta? ?Estas seguro?

– Bueno, solo con la familia, nadie mas -se apresuro a precisar-. Tu madre y yo, y los abuelos. Si quieres tambien podemos decirles a los Kennedy que vengan.

– No se si me apetece una fiesta.

– «Fiesta» no es la palabra adecuada -explico negando con la cabeza-. Sera una cena, simplemente. En familia, el jueves que viene. Al fin y al cabo, cenar hay que cenar. ?No pongas esa cara de circunstancias! Lo pasaremos bien.

Me encogi de hombros. En realidad no estaba pensando en eso, sino preguntandome cuando volveria a ver a Sarah, si es que volvia a verla, y si averiguaria por que creia que todo habia sido culpa suya y no de mi madre. Decidi que, si me enteraba, quiza podria contarselo a mama y asi ella no estaria ya tan afectada, y las cosas podrian volver a ser como antes.

De algun modo, supe que tenia que descubrir el secreto de Sarah.

Capitulo 7

Habia ocho cubiertos en la mesa, y yo ocupaba la cabecera puesto que era mi cumpleanos. Papa estaba al otro extremo, para poder ir y venir de la cocina siempre que advirtiera que se habia olvidado de algo. Los abuelos se sentaban a un lado, con un sitio vacio en medio, donde se suponia que debia estar mama. Y frente a ellos se hallaban Luke Kennedy, su madre y Benjamin Benson, que mantenia viva la conversacion.

– Mi padre paso la mayor parte de la guerra en la carcel -nos conto-. Fue objetor de conciencia, ?saben? No pudo soportar tantos combates. Fue un pacifista toda su vida.

– Vaya, no me diga -repuso el abuelo, arqueando una ceja.

Algo me dijo que no tenia muy buena opinion de la gente que habia objetado; en el colegio habiamos leido cosas sobre el tema, pero yo no lo entendia demasiado.

– Se paso media vida manifestandose por la paz -continuo el senor Benson-. Consiguio que volvieran a meterlo en chirona en los setenta, cuando Nixon, ese viejo belicista, vino de visita. Veran, fue entonces cuando empece a interesarme en las leyes. Por la forma como trataron a un hombre sencillo que no queria hacer dano a nadie.

– Tiene usted mucha razon -repuso en tono jovial mi abuelo-. Probablemente habria sido mucho mejor que todos hubiesemos acabado hablando aleman y marchando a paso de ganso por Trafalgar Square.

Ya eran las siete y cuarto; mama se retrasaba quince minutos, pero nadie lo comentaba.

– ?Te han hecho regalos bonitos, Danny? -quiso saber la senora Kennedy.

– No me han regalado nada -conteste, negando con la cabeza como si no pudiera dar credito.

– ?Que no te han regalado nada? -repitio Luke, asombrado-. ?En tu cumpleanos?

– Eso no es verdad, Danny -se apresuro a intervenir mi padre-. La abuela te compro un bonito jersey, ?no?

– Ah, si -repuse, acordandome del sueter de punto verde que habia metido en el armario y que no pensaba ponerme ni aunque ine mataran-. Es verdad, ya se me habia olvidado. Y mi abuelo me ha dado dinero.

– ?Dinero? -repitio la abuela, mirando al abuelo y esbozando una mueca-. ?Que te habia dicho?

– Oh, solo han sido unas libras para el chaval -repuso el-. Cierra el pico, mujer.

– Yo tambien tengo algo para ti, Danny -intervino la senora Kennedy-. No es gran cosa, solamente un libro. Te lo dare despues de cenar.

– Y yo habia olvidado darte esto -dijo papa tendiendo una mano hacia el aparador para entregarme un sobre-. Llego en el correo de la tarde.

Sonrei al reconocer la caligrafia. Dentro habia una tarjeta de «Feliz Jubilacion» en lugar de una de cumpleanos; tipico de Pete, pues lo encontraba gracioso: nunca compraba la tarjeta adecuada para la ocasion. Y habia tambien un billete de diez libras. Lei rapidamente la felicitacion y me senti aliviado, ya que creia que se habia olvidado de mi. Me pregunte si apareceria para la fiesta, pero habia llamado un par de noches antes desde Amsterdam y solo habia dicho tonterias por telefono. Papa me habia quitado el auricular de las manos y le habia

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