– ?Es de verdad?

– Te apuesto lo que quieras a que si.

No la agarre con la mano. Utilice uno de los panuelos de celulosa. Me lleve el orificio del canon a la nariz y la oli. No parecia haber sido disparada recientemente, aunque a Laura la habian cortado con un cuchillo. La deje otra vez en su lugar y ahora me dedique a los papeles. El vehiculo estaba a nombre de…

– Constantino Poncela Diumaret.

– ?El marido de Agata Garrigos? -se asombro Julia.

– Todo un circulo cerrado, ?no te parece?

– No puedo creerlo.

– Pues aqui hay sesenta mil razones para creerlo.

– No entiendo nada.

– Pues esta muy claro, encanto. -Sali del coche y volvi a cerrarlo. Las llaves fueron a parar de nuevo al bolso de Julia porque me las quito de la mano-. Tu historia del amor de Poncela y Laura ya no se sostiene. Alex los fotografio haciendolo y querian venderle los negativos. Lo que no se es como se entero Agata Garrigos, ni para que queria comprarlos tambien ella. O puede que se lo dijeran. Jugaban a dos bandas.

– No puede ser. Laura me conto lo de la visita de esa mujer. Dijo que queria a su marido, y me pidio que fuese a verla para tranquilizarla con respecto a la relacion que tenia con el. No tiene sentido.

Mas mentiras, y ahora el que estaba cansado era yo.

No queria discutir.

Julia tenia que saber mas, mucho mas, y muerta Laura habia intentado aprovecharlo. Era tan sencillo como eso.

Pero yo buscaba a un asesino, no a una chantajista. Al diablo con aquello.

– ?Vamos a tu casa? Estoy cansado.

Ella tambien se alegro de no seguir hablando del tema.

Reiniciamos el camino, en silencio. Hubo un momento en el que senti una punzada en la espalda y me doble. Julia me paso un brazo por detras, como si quisiera sostenerme. Me gusto.

Mi mentirosa patologica tenia corazon.

– Ve a darte un buen bano -sugirio.

– Me hara falta algo mas que un bano -rezongue.

– Entonces te dare un masaje -dijo con toda naturalidad-. Te voy a dejar como nuevo.

XXVII

Hay frases cinematograficas que siempre me han hecho sonreir. Una es la habitual «?Estas bien?», que se repite en todas las peliculas, y en ocasiones una docena de veces por hora. Pase lo que pase, alguien pregunta: «?Estas bien?». La otra es todavia mas sintomatica: «Ponte comodo». Tiene sus variantes, tales como «Me voy a poner comoda» o, en plan interrogante, «?No quieres ponerte comodo?». Sea como fuere, la resultante es una dosis de sexo y pasion, porque ponerse comodo es aligerarse de ropa, ofrecerse, forzar el primer nexo.

Me sono a bendicion cuando la empleo Julia.

– Voy a ponerme comoda.

Me deje caer en una silla, ni siquiera fue una de las butacas o sofas que llenaban el espacio. Si me desparramaba en algo demasiado confortable tal vez no pudiera volver a levantarme. De todas formas no estaba tan mal como creia. Dolorido, y vacio despues de devolver, pero no comatoso. Estar con Julia me animaba. Pasar la noche alli, todavia mas. De una manera infantil, cierto, pero me animaba. Seguia sin saber a que carta quedarme con mi mentirosa companera. Una mentirosa compulsiva que tal vez lo fuera para protegerse, como simple acto de defensa, o quiza por algo mas. Pero no tenia ganas de averiguarlo esta noche. Fin de la investigacion.

Oi ruidos, un grifo que se abria, una banera que se cerraba. Cuando reaparecio se habia puesto comoda sin tener en cuenta que su comodidad podia ser mi incomodidad. Lo unico que llevaba encima era una larga camisa, holgada, abrochada apenas y que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Lo tapaba todo pero no ocultaba nada. Puse cara de enfermo, pero ella lo interpreto de otro modo.

– Ven, te ayudare.

Tiro de mi y me sostuvo en pie. Me ayudo a quitarme la camisa. Casi nunca sudo, pero despues de un dia de ir para arriba y para abajo, creo que olia a tigre de Bengala. Ella no. La dejo junto a mi chaqueta, tan arrugada que ya no quedaba un hueco liso. Yo la deje hacer. Se puso a mi espalda y me examino el cuerpo. Sus dedos rozaron mi piel, presionaron la carne. Fueron una caricia.

– No tiene tan mal aspecto -dijo.

– ?Se nota mucho?

– Esta un poco comatoso, nada mas. ?Te duele?

– Estoy algo agarrotado.

– En unos minutos te sentiras mejor, ya veras.

Me dejo solo, salio de la sala. La banera seguia llenandose a lo lejos. Cuando reaparecio me anuncio:

– Tienes el bano a punto, ven.

La banera estaba medio llena y ya tenia burbujitas. Era grande, cabian dos personas.

– No se si te gusta el agua muy caliente o mas bien fria con este tiempo, asi que tu mismo te graduas el resto -me indico-. De todas formas no te iria mal que tomaras el bano un poco caliente, para que se te abrieran los vasos y los poros. Si necesitas algo, me llamas.

La habria llamado ya. Me estaba sucediendo lo que a todos los tios que estan solos con una mujer en una casa. Te entran sudores. Julia me dejo y salio del cuarto de bano, asi que me enfrente a la realidad. Me quite los zapatos, los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. El agua quemaba. De haber estado en mi casa hubiera aullado. Tarde dos o tres minutos de intenso sacrificio, mientras el agua fria que caia del grifo nivelaba tanto ardor, en meterme dentro. Luego le di la razon a ella. Me senti mucho mejor. A pesar de la paz y el silencio, no estuve mas de diez minutos en la banera. Preferia estar con ella. Me seque con cuidado y me puse el albornoz que ella habia dejado colgando de la puerta. Dado que Julia era mas alta que yo, no supe si era el suyo, pero me deje abrazar por el. Cuando sali, Julia tenia el maletin negro sobre las piernas, abierto, y miraba su contenido con ojos indefinibles.

– Es demasiado -me dijo al verme.

Lo comprendi. Algunas personas ganan sesenta mil euros en un dia, otras en un mes, algunas en un ano, y la mayoria cuando pueden despues de mucho trabajo. Cerro el maletin y lo dejo a un lado. Luego se levanto.

– ?Mejor?

– Si -reconoci.

– Ven.

La obedeci. Me tomo de la mano y me condujo al sofa mas cercano. Las luces indirectas de la sala conferian al lugar un aspecto casi irreal, agradable e intimo. Uno podia abandonarse alli. Yo estaba a punto. No supe lo que queria hacer hasta que vi el botiquin y las cremas.

– ?Y esto? -pregunte.

– Los fines de semana colaboro con la Cruz Roja.

– Ya.

– ?Quieres callarte y colaborar? -se enfado.

Me calle y colabore. Hizo que me sentara y me quito el albornoz hasta la cintura. Me senti desnudado por una mujer hermosa pero igual que si fuese manco. No pude moverme. Con aquellas luces, su rostro y su cuerpo lo formaban un sinfin de claroscuros luminosos. Temi hacer algo y que me rechazara. Temi no hacerlo y parecer idiota. En algun lugar de si misma, sus verdades y sus mentiras me confundian. En silencio, pero creo que sabiendo lo que yo pensaba de la situacion, me ayudo a tenderme boca abajo.

– Ahora relajate.

Lo intente.

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