– Dudo que el quiera hablar de Laura -apunto Ignacio Torras.

– Se llama Rodolfo Albesa -siguio su esposa-. Trabaja con su padre en una ferreteria, en la calle Joan Prim, muy cerca de la plaza de Jacinto Verdaguer.

– Maria, no creo que Robi…

Su intento de protesta no sirvio de nada.

– Si este senor quiere verle, que lo haga -insistio ella-. Laura nunca le engano, ni le dijo que se casaria con el.

– Laura no me dijo si en la actualidad salia con alguien…

Era un comentario estupido, pero no repararon en el. Ya estaban inmersos en el vaiven del interrogatorio. Sobre todo Maria. La espiral de recuerdos y emociones se le atropellaba. Deseaba colaborar. Laura era su unica hija.

– Tendra acompanantes, claro -dijo su madre-, pero no hace mucho, un dia le dije que me gustaria ser abuela y me contesto que eso iba para largo, porque una actriz dificilmente podia atarse. Ahora que ya no hacia la pasarela y se limitaba a hacerse fotos y a buscar su oportunidad en el cine o la television… Bueno, para vivir como vive, debe ganar mucho dinero, y no se lo pagan a cualquiera. Laura es de las que trabaja las veinticuatro horas del dia, y sobre todo para el extranjero, porque aqui casi nunca la veo en revistas o anuncios. Dice que tiene mucho mas cartel en Inglaterra, Francia o Italia…, por su belleza espanola, claro.

– ?De que suelen hablar cuando les llama por telefono o viene a verles?

Ignacio Torras desvio la mirada. La centro en una hermosa kentia que presidia su jardin.

– Nos llama a menudo por telefono -justifico Maria-, pero venir aqui… imaginese. ?Si no para! Siempre de un lado para otro. Me dice que su vida es intensa pero no especial, porque en su mundillo todas son iguales en este sentido. A veces tiene que posar horas y horas. Pero es una gran chica. No se que habriamos hecho sin su ayuda. La television panoramica, el video, los abonos a plataformas digitales, los electrodomesticos y muchas otras cosas son regalos suyos. Hace siete meses, cuando operaron a su padre de la prostata, lo costeo todo para que no tuviera que esperar a tener turno en el Seguro.

– Maria…

– ?Es cierto!, ?no? -Estaba lanzada-. Si este senor se interesa por ella, es logico que detalles como este tengan relieve. Son los que demuestran como son las personas.

Laura era una buena hija. Pero eso no significaba demasiado.

Iba a formular mi siguiente pregunta cuando sono el telefono.

Me sobresalte.

Entonces, el corazon se me metio en un puno.

Julia ya debia de haber hablado con la policia. Hice mis calculos. Si era la ley, para dar la triste noticia, yo alli sobraba. Y no podia fundirme. Me tense al maximo mientras empezaba a buscar una salida digna.

– ?Si? -pregunto Maria Torras.

Fueron tres segundos interminables.

– Juana! ?Como estas? ?Huy, tengo mucho que contarle! ?No sabes que esta en casa ahora mismo un periodista de Barcelona? ?Nos esta entrevistando acerca de Laura! ?Si!

No se si se me noto. Expulse el aire retenido en mis pulmones y me calme. Pero cuanto antes me fuese, mejor. Deje de escuchar el parloteo de la mujer porque la cabeza me zumbaba.

– Es un mundo dificil para una mujer sola -dijo Ignacio Torras.

– Laura me ha parecido fuerte y lista.

– Yo siempre he creido que, en la vida, los mas fuertes caen antes y que los listos son quienes mas han de cuidarse. El exito es dificil, y muy duro. No lo se por experiencia, aunque me consta que asi es. Me alegrare de que mi hija lo consiga, pero siempre habra que contar con lo que ella haya estado dispuesta a pagar por el.

Esta vez sus ojos me sobrepasaron y se detuvieron en un punto situado a mi espalda. Volvi la cabeza y en un aparador vi un portarretratos de plata, antiguo, con una fotografia en la que podian verse dos ninas, una de ocho o nueve anos y otra de tres o cuatro. Alargue la mano y lo cogi. Las dos ninas sonreian llenas de picardia. Eran extraordinariamente guapas.

– La mayor es Laura, ?verdad?

– Si -dijo Ignacio Torras.

– Y la menor debe de ser su prima Julia.

No hubo respuesta. Alce los ojos y mire al hombre. En su rostro flotaba toda la perplejidad que sentia por mi comentario. Maria insistia en que debia colgar, porque no queria hacerme esperar impunemente.

– ?Julia? -dijo el hombre-. La nina de la fotografia es Virginia, la hermana pequena de Laura. Murio poco despues de que se la hicieramos. Laura no tiene ninguna prima, senor Ros.

VI

Tenia el movil descargado.

Eso es algo de lo mas normal. Cuando lo necesitas de verdad, el trasto va y se descarga, o tu te olvidas de recargarlo la noche anterior. Tuve deseos de estrellarlo contra el suelo.

Tampoco llevaba monedas sueltas.

Perdi cinco minutos buscando cambio en la panaderia, el estanco y el bar del casino, rodeado de chicos y chicas light que bebian indolentes y fumaban como chimeneas, sobre lodo ellas. Luego perdi otros cinco minutos buscando una cabina. La mas proxima al casino rebosaba clientela colonial. Regrese al hostal Congost y alli tuve mas suerte. Por lo menos, esa vez le pedi al camarero una limonada. Marque el numero de mi casa mientras me llamaba idiota a mi mismo.

Nadie descolgo el aparato, ni Julia ni un policia ni…

Mi aparicion matutina en casa de Laura Torras me la habia jugado bien.

Colgue antes de que saltara el contestador.

Quise pegarle un punetazo al telefono. Me abstuve. Hasta pense que cuando llegase a mi piso lo iba a encontrar vacio.

Marque un segundo numero, el de informacion telefonica, y pedi el de Laura Torras en la calle Juan Sebastian Bach. Tuve que rectificar de inmediato: calle Compositor Johann Sebastian Bach. La operaria me lo facilito y pulse los nueve digitos correspondientes. Al otro lado el zumbido sono cinco veces antes de que tambien apareciera el correspondiente contestador automatico.

Su voz.

– Hola, soy Laura. Si no tienes prisa y eres capaz de esperar la senal, podras dejar grabado tu mensaje. Te llamare en cuanto este de vuelta. He ido a pasar unos dias a la Luna. Chao.

Evocador.

Y terrible.

Espere oirlo en ingles, por aquello de que era modelo y, segun su madre, trabajaba mas para fuera de Espana que aqui. Pero no hubo segunda version. No deje ningun mensaje y colgue de nuevo.

Laura Torras no tenia ninguna prima llamada Julia. Y Julia no habia llamado a la policia. El asesinato seguia siendo un secreto que tan solo conocian tres personas: ella, yo y el asesino.

Mire las montanas que aprisionaban El Figaro mientras me bebia mi limonada. Los ultimos minutos con los Torras no habian servido de mucho. Me habia ido casi de inmediato, temeroso de que apareciera la policia con la noticia. Ya no habria noticia. Por lo menos, de momento. Eso seguia dandome margen. Todo el margen del mundo.

Los Torras no sabian gran cosa, ni la agencia para la cual trabajaba su hija, ni nadie. Yo si tenia algunas nuevas preguntas. Zarpazos que iban de aqui para alla en mi cabeza, aunque todavia sin concretar. La voz de Laura me habia sacudido de arriba abajo. Tenia calor, matices. Era una voz abrumadoramente sensual.

Si, era sensual en un simple mensaje telefonico.

Se suponia que tenia que estar en el despacho de mi editor, Mariano. Claro que tambien se suponia que debia entregarle un libro que no tenia. Y, siguiendo con las suposiciones, se suponia que antes debia pasar por el periodico.

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