– Entonces hablemos de una amiga.
Una amiga. Una superviviente de la calle. Alguien que habia luchado sola y habia muerto sola, creyendo en un mundo mejor. Quince anos de dureza y un solo instante de luz.
En alguna parte debia de existir algo mas que la palabra «justicia».
– ?Recuerdas a la senora Alvarez?
– Si.
– Nos dijo…
– No ha tenido tiempo de sonar.
– Vamos a llamarlo asi, ?te parece?: «Sin tiempo para sonar».
– Bien.
El gesto partio de ambos, el roce fue comun. Sus manos se encontraron con fuerza, entrelazando sus dedos. Esta vez no fue un apoyo, ni compartir un sentimiento de piedad o de abatimiento.
Fue algo mas.
Fue el comienzo de algo que aun no se atrevian a calificar.
Siguieron frente a la tumba de Marta unos minutos mas, en silencio, sin soltarse.
Hasta que Julia dio un paso, deposito en el alfeizar del nicho, al lado de los periodicos, una hoja de papel doblada que extrajo del bolsillo de su cazadora, y regreso junto a Gil.
– Adios, Marta -se despidio.
– Suerte -le deseo el.
Los dos empezaron a andar, despacio.
A su espalda, la brisa agito la hoja de papel, levantando la parte superior lo suficiente para que se vieran las breves estrofas de aquel poema extraido del cuaderno de quien descansaba para siempre al otro lado.
Jordi Sierra i Fabra
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