?Manana es 28 de noviembre, maldita sea! -recupero un poco la estabilidad despues de su estallido de ira-. La abuela la encontro el 30 de noviembre por la tarde, milagrosamente bien. Ni tan siquiera lloraba. Dado que no tenia hijos y su esposo habia muerto anos atras, penso que era una bendicion del cielo. Se la llevo al pueblo, la oculto en su casa y eso fue todo. La tormenta tuvo lugar entre el 28 y el 29 de aquel noviembre de 1971. Quiza sorprendiera a la madre, o a ella y al padre, y la abandonaron. No se -hizo un gesto explicito-. Un misterio.
Uno mas.
Su padre tenia entonces treinta y cinco anos. Su madre solo dieciocho, recien cumplidos. Apenas unos meses mas joven que ella en la actualidad. Corria el despunte del ano 1990. Cuando el guapo antropologo se marcho de las tierras de los huicholes, la belleza indigena que no era indigena se fue con el. Se casaron de inmediato. Menos de cuatro anos despues, en enero de 1994, naceria ella, la unica hija de su union.
Toda su felicidad quedaria abortada con aquella inexplicable desaparicion que los habia sumido en el desconcierto.
Su madre habria cumplido cuarenta y un anos al dia siguiente.
– Si tu padre me parecio el tipo mas atractivo del mundo a su edad, a los treinta y cinco anos debia de ser una especie de Indiana Jones -suspiro Esther.
– Pero sin latigo ni sombrero -quiso bromear Joa-. Un loco de las culturas antiguas, estudioso, cientifico, antropologo de vieja escuela…
Y cuerdo a pesar de todo.
Aquellos primeros anos encerrado en si mismo, buscandola sin saber como, ni por donde empezar. De no haber sido por el trabajo, en el que se sumergio de lleno, se habria vuelto loco de verdad. Pero nunca, nunca perdio la esperanza de encontrarla, de recuperarla, de dar con una explicacion por absurda que fuera.
Encontrarla.
– Siempre decia que mama reapareceria.
– ?Como?
– Ella no pudo irse sin mas, ?entiendes? -hundio en Esther sus luminosos ojos grises-. Papa esta seguro de que alguien le hizo algo, se la llevo. Es lo unico logico y con sentido para entender su ausencia.
Su amiga no dijo nada.
Ni tampoco continuaron hablando del tema, porque en ese momento escucharon el ruido de la puerta del piso al abrirse.
Y una voz.
– ?Estoy aquiii! -sono la cantarina voz de Nicola.
4
Habia llamado al movil de su padre no menos de diez veces a lo largo de aquellas horas, desde la noticia de su desaparicion. Incluso a las tres de la madrugada, en uno de sus muchos sobresaltos producto del duermevela en el que se hallaba, se levanto de la cama tratando de no despertar a Esther para intentarlo de nuevo. El resultado habia sido el mismo. Nada.
Ahora, muy temprano, de regreso a su casa para hacer la maleta y llevarse el pasaporte para emprender el viaje con el primer avion o enlace que la condujera hasta la capital de Mexico, lo probo una vez mas con la bateria al limite.
Siempre el buzon de voz.
Desconectado o fuera de cobertura.
– Papa, no me hagas esto…
El taxi la dejo frente a la puerta del edificio. La tarde anterior, al dirigirse a casa de Esther, no se habia sentido con fuerzas de conducir. Abono la carrera y se dispuso a entrar envuelta en sus pensamientos. La silueta de Dimas se le aparecio lo mismo que una furtiva sombra, y esta vez la asusto.
– Buenos dias.
– Ah, hola, Dimas
– ?Madrugon, eh?
– Me voy de viaje unos dias -le informo.
– ?Va a reunirse con don Julian?
– Si -mintio.
– Dele recuerdos. Pronto no le reconoceremos por aqui.
El conserje le abrio la puerta de la calle y la precedio tambien hasta el ascensor, para comprobar que estuviese en el vestibulo o reclamarlo en caso contrario. Se desplazaba con una elastica precision de movimientos, fruto de la experiencia y de tantos anos al servicio de los egregios vecinos de la escalera. A veces Joa los odiaba. Estirados, pomposos, adinerados. Una suerte de elegidos bendecidos por la fortuna. Aunque ella tambien estuviese en la misma categoria. Solo que ellos no se preocupaban mas que de si mismos.
– Gracias, Dimas.
Subio a las alturas y entro en su piso envuelta en sus pensamientos, cada vez mas oscuros, cada vez mas pesimistas. Seguia doliendole la fecha. Cuando su madre estaba alli era el primer dia de las celebraciones. Su cumpleanos.
De manera maquinal se metio en su habitacion y reunio lo mas indispensable para un viaje a un pais calido. Nunca viajaba con demasiado equipaje. Era experta pese a su juventud. Llevarse lo necesario era eso: llevarse lo necesario. Siempre estaba a tiempo de comprar una camiseta o un jersey alla donde estuviera, y tambien ropa interior, unos vaqueros o lo que fuera menester para el aseo. Cuando la bolsa de mano estuvo llena ya no busco mas. El pasaporte lo tenia en su mesa de trabajo.
Fue entonces, al abrir el cajon central, cuando se dio cuenta de los detalles…
Sus cosas no estaban ni mucho menos revueltas, pero si parecian hallarse en posiciones distintas a como las recordaba, movidas imperceptiblemente.
Ella siempre encajaba su agenda personal en el angulo inferior izquierdo.
Los detalles entonces se agigantaron.
La posicion de los libros, los compactos no perfectamente alineados, el contenido de los restantes cajones de su mesa o de su armario, la forma en que estaban colocadas sus prendas, intimas o no. Como si una mano sutil pero no invisible hubiera sobrevolado todo aquello.
Se envaro.
Enseguida se dirigio a la cocina, a por uno de los grandes cuchillos de la alacena. Con el en la mano inspecciono el resto del piso. Lo primero, tranquilizarse: estaba sola. Lo segundo, confirmar la percepcion de que alguien hubiera estado alli. Habia indicios en el despacho de su padre, la habitacion principal, la misma sala. 0 aquello lo habia hecho alguien torpe, o pretendia hacerse notar, o simplemente penso que no se daria cuenta del registro.
No faltaba nada valioso, ni dinero, ni cualquiera de los escasos objetos de coleccionista conservados por su padre, ni las pocas, poquisimas joyas de su madre, siempre reacia a lujos externos.
– Mierda… -jadeo.
?Por que un registro la primera noche que pasaba fuera, y justo cuando la llamaban desde Mexico para darle aquella incongruente noticia?
Y aun quedaba otra pregunta: ?como habia entrado el intruso?
Fue al primer lugar logico, la puerta del piso. Nada en ella permitia intuir que hubiese sido forzada, y menos abriendose con una llave electronica, sin cerradura, que se accionaba aplicando el pequeno rectangulo sobre una superficie con una diminuta celula. El segundo lugar logico era la terraza, aunque estando en un piso tan alto lo absurdo era imaginar una escalada desde la calle. Y por el aire…
Quiza fuera absurdo, pero no imposible.
Le basto con apartar la cortina para descubrirlo.
La puerta de la terraza era la que estaba forzada.