«Vivi, pretendi, y logre,
«Imputar a los medios de produccion industrial una accion perniciosa sobre los
«Los hombres fueron siempre usados como instrumentos mecanicos. En los viejos tiempos, durante las cosechas, los peones cosian con agujas de enfardar las bolsas de arpillera a un ritmo uniforme. Era increible la velocidad que tenian para coser, cuando el rinde pasaba las treinta o treinta y cinco bolsas por hectarea. Cada dos por tres salia algun paisano de la batea porque, en el apuron, se cosia la punta de la blusa y quedaba en el suelo abrazado a la bolsa como hermano en desgracia» (dictado a Schultz).
«Estuve pensando en los tejidos criollos. Hilo, nudo, hilo, cruz y nudo, rojo, verde, hilo y nudo, hilo y nudo. Mi abuela Clara habia aprendido a coser las mantas pampas, con los dedos deformados por la artritis, como si fueran ganchos o troncos de sarmiento, ?pero con las unas pintadas!, muy coqueta. Recordamos la sentencia de Fierro:
«Varias veces he comprobado que mi inteligencia es como un diamante que atraviesa los cristales mas puros. Las determinaciones economicas, geograficas, climaticas, historicas, sociales, familiares pueden, en ocasiones muy extraordinarias, concentrarse y actuar en un solo individuo. Ese es mi caso» (dictado a Schultz).
Se perdia a veces Schultz, no podia seguirle el ritmo, pero anotaba [42] igual lo que creia haber escuchado, porque Luca marchaba por las instalaciones, a grandes pasos, sin dejar de hablar, trataba de no quedarse solo con sus pensamientos solitarios y le pedia a Schultz que escribiera todas sus ideas mientras iba, nervioso, de un lado a otro cruzando las instalaciones y las grandes maquinas, seguido a veces tambien por Rocha, que sustituia a Schultz mientras este dormia en un catre y podian turnarse para tomar el dictado.
«Ya no tendre nada que decir sobre el pasado, podre hablar de lo que haremos. Llegare a la cima y dejare de vivir en estos llanos, tambien nosotros llegaremos a las altas cumbres. Vivire en tiempo futuro. Lo que vendra, lo que todavia no es ?nos alcanzara para existir?», dijo Luca mientras se paseaba por la galeria que daba al patio interior.
Habia pasado varias noches sin dormir, pero igual anotaba sus suenos.
Un tiempo despues Renzi recibio una carta de Rosa Echeverry con noticias tristes. Cumplia «el penoso deber» de anunciarle que Luca «habia sufrido un accidente». Lo habian encontrado muerto en el piso de la fabrica y parecia un suicidio tan bien planeado que todos podian creer -si querian- que habia muerto al caer desde lo alto del mirador mientras estaba realizando una de sus habituales mediciones, como le habia aclarado Rosa, para quien ese ultimo gesto de Luca era otra prueba de su bondad y de su extrema cortesia.
Tenia un extraordinario concepto de si mismo y de su propia integridad y la vida lo puso a prueba y al final - cuando logro lo que queria-
Lo habian enterrado en el cementerio del pueblo luego de que el cura aceptara la version del accidente - porque los suicidas eran sepultados, con los linyeras y las prostitutas, fuera del campo santo-, y el pueblo entero asistio a la ceremonia.
Lloviznaba esa tarde, una de esas suaves garuas heladas que no cesan durante dias y dias. El cortejo recorrio la calle central y subio por la llamada Cuesta del Norte, los caballos enlutados del carro funebre trotando acompasadamente, y una larga fila de autos que los seguian a paso de hombre hasta llegar al gran porton del cementerio viejo.
La boveda de la familia Belladona era una construccion sobria que copiaba un mausoleo italiano en el que descansaban en Turin los restos de los oficiales que habian peleado con el coronel Belladona en la Gran Guerra. La puerta de bronce labrada, una liviana telarana sobre los cristales y los goznes habian sido construidos por Luca en el taller de la familia cuando murio su abuelo. La puerta se abria con un sonido suave y estaba hecha de una material transparente y eterno. Las lapidas de Bruno Belladona, de Lucio y ahora de Luca parecian reproducir la historia de la familia y los tres iban a reposar juntos. Solo los varones morian y el viejo Belladona -que habia enterrado a su padre y a sus dos hijos- avanzo, altivo, la cara mojada por la lluvia, y se detuvo ante el cajon. Sus dos hijas, enlutadas como viudas y tomadas del brazo, se ubicaron junto a el. Su mujer, que solo habia salido tres veces de «su guarida», en cada una de las muertes de la familia, llevaba anteojos negros y una capelina y fumaba en un costado, con los zapatos sucios de barro y las manos enguantadas. Al fondo, bajo un arbol, vestido con un largo impermeable blanco, Cueto miraba la escena.
El ex seminarista se acerco a las hermanas y con un gesto pidio autorizacion para decir unas palabras. Vestido de negro, palido y fragil, parecia el mas indicado para despedir los restos del que habia sido su mentor y su confidente.
– La muerte es una experiencia aterradora -dijo el ex seminarista- y amenaza con su poder corrosivo la posibilidad de vivir humanamente. Frente a ese peligro existen dos formas de experiencia que protegen del terror a quienes puedan entregarse a ellas. Una es la certidumbre de la verdad, el continuo despertar hacia la comprension de la «necesidad ineluctable de la verdad», sin la cual no es posible una vida buena. La otra es la ilusion decidida y profunda de que la vida tiene sentido y que el sentido se cifra en el obrar bien.
Abrio la Biblia y anuncio que iba a leer el Evangelio segun Juan, XVIII, 37.
– «Y dijo Jesus:
Croce asistio a la ceremonia desde el auto, sin bajar ni hacerse ver, aunque nadie ignoraba que estaba ahi. Fumaba, nervioso, el pelo encanecido, los rastros de «la sospecha de demencia» ardian en sus ojos claros. Todos fueron abandonando el cementerio y al final Croce se quedo solo, con el rumor de la llovizna en el techo del auto, y el agua cayendo monotona sobre el camino y sobre las tumbas. Y cuando la noche ya habia cubierto la llanura y la oscuridad era igual a la lluvia, un haz de luz cruzo frente a el y la claridad circular del faro, como un fantasma blanco, volvio a cruzar una y otra vez entre las sombras. Y de pronto se apago y no hubo mas que oscuridad.
Epilogo
Muchas veces, en lugares distintos, a lo largo de los anos, Emilio Renzi se habia dejado llevar por el recuerdo