– Eso demuestra hasta que punto ha ido usted sobrada de amor. ?Quieren que les diga cuantas personas me han querido a mi? Dos, exactamente dos: la hermana Domitila y Juanito. Nadie mas.

– Nunca puede estar uno seguro de una cosa asi. Debe de haber mucha mas gente que la ha querido -apunto, apiadado, Garzon.

Nego con la cabeza, se trago las lagrimas.

– Yo no estaba enamorada de Juanito, pero el me queria y aun me quiere, ya ven. Puede que no sea un chico muy normal, pero es bueno a pesar de lo que le han obligado a hacer.

– Lo siento -fue lo unico que se me ocurrio decir. Intentando restar emotividad a aquellos momentos duros, resolvi acabar por el momento. Para ello anadi de manera profesional-: Habra mas interrogatorios y mas preguntas. Hoy mismo tendra que declarar frente al juez que instruye este caso. ?Tiene abogado?

– No lo quiero; y no se preocupe, no me voy a volver atras en mi declaracion.

– Le proporcionaran uno de oficio. No haga tonterias y aceptelo. La vida aun sera muy larga para usted.

– Ya no quiero vivir.

Nos levantamos y la dejamos sola. Se replego sobre si misma como un animalito que buscara la posicion fetal para descansar. En el pasillo le dije a Garzon:

– Avise al doctor Beltran, que hable con ella, que aconseje una supervision psicologica.

– ?Teme que intente suicidarse?

– Si. Ademas, al psiquiatra le gustara este capitulo final. Se sentira implicado en la resolucion del caso. ?Vamos ya al convento?

– ?Hace falta llevar algun policia?

– Si, que lleven una furgoneta con una minima dotacion, en el coche no cabran todas las monjas que vamos a detener.

– ?No nos da tiempo a tomar una minuscula cervecita? Despues de lo que hemos oido la necesito.

– Si, mientras se preparan los hombres. Que nos avisen cuando esten listos.

Durante el tiempo en que tardo en hacer las llamadas fui al lavabo, me mire en el espejo, me peine. Note extrana mi propia mirada, como si se hubiera quedado perdida en algun otro lugar. Volvi junto al subinspector y cruzamos hacia La Jarra de Oro. Pedimos un par de canas. De repente, Garzon se echo a reir.

– ?Ah, no me lo puedo creer, sencillamente, no me lo puedo creer! Fray Asmundo de Montcada, convertido en empanada. El pobre beato relleno como un canelon, mechado como un rollo de carne, repleto de nata como un brazo de gitano. ?Nunca hubieramos resuelto este caso si no llega a ser por usted!

– ?Por mi?

– ?Pues claro! Usted relaciono las imprecaciones al paraiso de la Hermosilla con el nombre de la camioneta. Y a raiz de ahi…

– No me siento muy orgullosa. Puede decirse que lo hemos resuelto de puta casualidad.

– ?Ni hablar! Juanito Lledo huyo, y usted tuvo la idea de echar sal en la madriguera del hermano, intuyendo que su culpa era menor y saldria por propia voluntad.

– Dudo de que me condecoren. Por cierto, ?sabe como consiguio Sonia que hablara ese chico?

– No he tenido tiempo de enterarme; pero le aseguro que siento una gran curiosidad.

– Yo tambien.

– ?Un cerebro, la hermana Domitila!, ?no le parece? Nos mantuvo enganados hasta el final. Y la idea de ir dejando trozos de beato en los emplazamientos de los conventos quemados fue genial. Estuvo a punto de hacernos picar en el tema de Caldana y la Semana Tragica. Nunca lo hubieramos encontrado, claro esta.

– Parece hacerle mucha gracia.

– Hay que reconocerle ingenio y dominio de la historia.

– No me gusta como han ido las cosas. No lo hemos hecho demasiado bien.

– Pero, inspectora, ?era imposible aplicar el metodo deductivo! No hubiera tenido exito ni el mismisimo Sherlock Holmes.

– En eso le doy la razon. Holmes era ingles, y todos estos asuntos de conventos y momias sagradas le hubieran dejado sin argumentos. Este tipo de casos solo puede producirse en este dichoso pais, en el que aun quedan rincones de oscurantismo y supersticion.

El subinspector estuvo un rato pitorreandose de mi poco patriotica conclusion. En ese momento vinieron a buscarnos: el furgon policial estaba listo. Cuando nos dirigiamos hacia las corazonianas me encontraba preocupada por una cuestion circunstancial: ponerme cara a cara frente a la superiora y contarle lo que acababa de saber. Podia ser muy duro para una mujer que se habia revelado tan inocente. Claro que tambien era inocente el asesino: una inocente maquina de matar.

Una vez en presencia de la madre Guillermina, no supe por donde empezar, asi que me comporte de modo poco diplomatico y le espete:

– Vengo a detener a tres de sus monjas: la hermana Barbara, la hermana Anunciacion y la hermana Domitila, encartada principal en este caso.

Asintio humildemente. Atras habia quedado su rebeldia y sus ganas de pelea. Estaba tan abatida que ni siquiera conseguia hablar.

– Ahora iran a buscarlas -dijo en el tono de una disculpa.

– Voy a hacerle un par de preguntas a la hermana Domitila aqui mismo. Me gustaria que estuviera presente usted. Eso le servira de informacion. ?Sabe que en el interior del cuerpo del beato… -Me interrumpio.

– Si, la hermana Barbara me lo ha contado. Demasiado tarde, pero se avino a hacerlo. Ahora, cuando salgan las hermanas vera que ya no llevan habito. La superiora nacional esta viniendo desde Tudela en tren. Por telefono me dijo que las tres monjas ya han sido expulsadas de la orden. Hubo que ir a comprarles ropa hace un rato.

– Asi es como se elude una responsabilidad, ?no le parece, madre?

– A mi ya nada me parece nada, inspectora. He renunciado a juzgar. Lo unico que hago es encomendarme a Dios y pedirle perdon de rodillas por haber consentido un mal que ni siquiera supe intuir.

Entraron en la sala tres mujeres vestidas con baratos y feos trajes de chaqueta. Las tres llevaban el pelo corto. Me quede de una pieza. Solo por las gafas pude reconocer a la hermana Domitila. Se la veia ahora como una mujer de mediana edad y rasgos duros, demasiado delgada, de miembros alargados y gesto tenso. Llevaba pintada en la boca una media sonrisa de indiferencia y desprecio. Me miro, retadora, y me dijo antes de que yo pudiera dirigirle la palabra:

– Nunca hubieran resuelto este caso si no hubiera sido por la estupidez de esos dos hermanos.

– ?Eso la llena de orgullo?

– Hubiera podido elaborar cualquier teoria historica, cualquiera. De cualquier epoca, de cualquier cariz que ustedes decidieran darle al asunto, les hubiera llevado por donde hubiera querido. Aunque tambien debo reconocer que me lo pusieron bastante facil. La ocurrencia del hermano Magi con la Semana Tragica me vino de maravilla y la coincidencia con los Pinol i Riudepera fue un verdadero regalo de la Providencia.

– Supongo que en la carcel tendra tiempo de seguir con sus estudios e investigaciones. Acabara siendo una brillante historiadora, solo que presa.

– No me arrepiento. Espero que los demas paguen sus culpas tambien. Sobre todo esa estupida nina.

– ?Pilar?

– Crei que tenia talento. En esta casa se le ofrecio todo lo que necesitaba para desarrollarlo. Yo me volque en ella. La ayude en sus estudios, insisti que los ampliara, logre que viviera en un ambiente de concentracion y respeto por el saber. ?Y que hace ella para compensar a todo el mundo de sus sacrificios? ?Que hace para llevar su propia vida por el camino adecuado? ?Se lia con un desgraciado, un tipo sin oficio ni beneficio, una especie de inadaptado social corto de luces! ?Maravilloso! Podia haber tenido un amorio con algun companero de la facultad; hubiera sido un escollo, pero no la hubiera sumido de ese modo en la miseria moral. Pues no, tuvo que ser el primer patan que la solicito y encima se dejo llevar hasta el embarazo. En verdad no merecia nada de lo que se le dio, nada.

La madre Guillermina salto como una fiera.

– ?Le prohibo que hable con semejante cinismo!

– Usted ya no es mi superiora; de manera que no me puede prohibir que diga lo que quiera.

– ?Ha hecho tanto dano!

– Mirese en un espejo, Guillermina, y digame que es lo que ve: una mujer inutil, que no se entera de nada de lo que ocurre a su alrededor, siempre pendiente de que funcione bien esta absurda organizacion de mujeres a las

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