unos cortinones que en otro tiempo habian sido colchas y que Lupe habia arreglado. Habia un arco falso, y el sitio parecia una cueva.
El maestro dormia un sueno letal, sin ruido y sin movimiento, en medio del tufo a gasoil. Jacobo le agito un poco hasta que el hombre rezongo y parecio vivo. Luego, dio un trago de leche de la nevera y salio a la calle. Su padre se despertaria por la tarde o por la noche, aunque muchas veces dormia hasta la manana siguiente. Pero queria estar alli cuando abriera los ojos y cuando decidiera que iba a hacer ese dia y los otros que le faltaban para embarcarse de nuevo. Normalmente, el
Se puso a caminar y al poco tiempo se encontro con que el
El vestibulo de la estacion del Ferry estaba vacio. Jacobo no llego a entrar. Se dio la vuelta y enfilo por el muelle en direccion a Puerto Chico. A pesar de que era lunes, habia gente tirando el sedal a los chapalucos. La mar estaba de acero, plana como una balsa de aceite, y las montanas del otro lado de la bahia soltaban un reluz metalico. Dos remolcadores cargaban con un petrolero hacia el muelle.
A Fidel y a Nano se los encontro en la taquilla de las lanchas que cruzaban la bahia a Somo y a Pedrena. Estaban hablando con la de la ventanilla. Jacobo les toco por detras.
– ?Os vais de viaje? -dijo en tono burlon.
– ?Has visto la marea? Despues del Puntal los mejillones estaran cocidos -dijo Fidel.
Fidel tenia la mitad de la cara quemada por una olla de agua hirviendo que le cayo encima cuando era pequeno. Nunca sonreia, porque la mitad de sus labios no seguia la idea. Era mas alto que Jacobo y parecia ya un hombre de piel completamente oscura.
– Pero si esta subiendo -dijo Jacobo.
– Eso es lo que nos parece -contesto Nano.
Nano tenia la misma edad que ellos, pero no habia crecido desde los doce. Trataba de suplir la falta de estatura con una rabia que a veces resultaba peligrosa. A todos los enanos les pasa lo mismo, solia decir Fidel abrazandole con todo su carino y con toda su fuerza, porque el otro empezaba a soltar golpes cuando lo escuchaba.
– Puede que sea mejor dejarlo -termino Fidel-. ?Y que hacemos?
– Podemos ir a tomar vermut y percebes al Domino -dijo Nano.
– Estas bueno. Eso solo podiamos hacerlo de ninos, cuando a los gilipollas del ferrocarril les hacia gracia ver como nos emborrachabamos -dijo Fidel.
– Si, ya estamos un poco mayorcitos -coincidio Jacobo.
– Pero era divertido y ahora lo seria mas -continuo Nano.
Los otros no le siguieron la corriente. Empezaron a caminar por el muelle hacia el Club Maritimo, echando una ojeada de vez en cuando a las cestas de los que pescaban.
– Podemos ir al almacen de aceitunas -se le ocurrio a Nano.
– Eso tambien valia de crio. Pero a este, ?que le pasa? -dijo Fidel mirando a Jacobo-. ?Es que quiere volver a la infancia?
– Nos lo pasabamos bien -contesto Nano retrasandose un poco y haciendo como que miraba algo en el fondo del agua.
Apenas habia velas en la bahia. Tres catamaranes del mismo color, una especie de naranja con la matricula en signos dorados, estaban fondeados al lado de los pilotes del Club Maritimo. Torcieron en Puerto Chico.
– Vamos a mirar un rato la
La
– Podrian venderlo en Cataluna -dijo Fidel.
– A lo mejor alli tampoco flota -contesto Jacobo, fijandose en el delfin de acero que remontaba el hocico del barco, y que le parecia mucho mas fascinante que la inutilidad del barco.
– ?Tu crees que alguien puede comprar un barco tan caro sin preocuparse un poco por lo que esta haciendo?
– Supongo que el barco no les importaba mucho.
– Ni el dinero tampoco. Lo logico es que la gente que tiene mucho dinero no piense nunca en el.
– Cuando se es asi, puede que tampoco se piense en nada -dijo Jacobo, que si pensaba en el delfin.
Nano los alcanzo al final de la conversacion. Se hizo un sitio entre los dos y dijo:
– Pues a mi me gustaria tirar cosas. Si fuera rico me pasaria el dia tirando cosas.
– ?Para que las cogieran otros? -pregunto Fidel
– No, solo me gustaria tirarlas. Y, por si acaso alguien me las agarraba, las destrozaria primero.
Volvieron al Club Maritimo y se sentaron en el dique, con los pies colgando sobre los catamaranes.
– Manana vas al Santa Clara, ?verdad? -pregunto Nano a Jacobo.
– Si.
Se quedaron en silencio mientras veian subir la escalinata del Club a dos muchachas de su edad. Las dos llevaban una coleta rubia y cazadoras de ante.
– Las hacen a pares -dijo Fidel-. ?Tu te quedarias con una, Nano?
– No. No se que quieren -respondio el bajito un poco confundido.
– ?Y tu, Jaco?
– Me pasa lo mismo que a Nano.
– Lo digo porque las pijas no tienen ojos. Si te fijas, nunca estan mirando nada. Van de aca para alla. Yo nunca las he visto paradas en un sitio -habia continuado Nano.
– Tu no puedes entrar en los sitios en los que ellas se paran -dijo Fidel.
– Me da igual. Siguen sin mirar nada.
Los tres volvieron la vista hacia el horizonte de montanas metalicas, que parecian flotar sobre la bahia brillante.
– Ayer no os vi -empezo a decir Jacobo.
– Ayer no estabamos para nada -respondio Nano.
Jacobo les miro. La parte quemada de la cara de Fidel estaba apretada, con su mitad de labio torcida hacia abajo.
– ?Pasa algo?
– El armador les dijo a nuestros viejos que por lo menos hasta marzo no nos puede coger -contesto Fidel-. Y aqui hemos estado esperando y haciendo el BUP para matar el tiempo. Lo peor es que ahora sacarse la cartilla de navegacion es un peligro. Te tragas dos anos en la marina de su Majestad. Ni puta idea de que hacer. Y en la