* * *

A las cuatro de la tarde niel dia siguiente, el funeral en la parroquia del Mercadal. El templo estaba abarrotado. Matias apenas si se mantenia en pie. Ignacio, a su lado, le sostenia disimuladamente por el codo. Ignacio aparecia sorprendentemente sereno, porque se dio cuenta de que alguien debia desempenar ese papel. Si el se hundia, el barco se iba a pique.

Habia gente de toda edad y condicion. Los hombres a la derecha, las mujeres a la izquierda. Las mujeres no podrian ir al cementerio: era la regla. Incluso la muerte -la muerte de Carmen Elgazu- era varonil.

Por fortuna, mosen Alberto dio con las palabras adecuadas para no encrespar a los deudos y para no suscitar en el animo de los demas presentes comentarios malevolos. No hablo para nada de 'la suerte de Carmen Elgazu, que les habia precedido en el disfrute de la gloria'. Tampoco dijo nada sobre 'las gracias que desde alli ella podia derramar sobre todos nosotros, especialmente sobre la familia'. No dijo: 'Alegraos. Un angel ha entrado en el cielo, a la mayor gloria de Dios'. Pidio resignacion, esto si e imitar a la fallecida en todas sus virtudes. 'Puedo garantizar que era un alma cristiana, que sembraba el bien por dondequiera que pasaba'.

El silencio en el templo era tan absoluto que se palpaba que el duelo no era solo protocolario. Los espiritus estaban de luto. Manuel Alvear, en el altar, ayudaba con uncion a mosen Alberto y su cabeza rapada infundia un extrano respeto.

Julio Garcia llevaba anos sin asistir a una ceremonia religiosa. No pudo evitar la comparacion entre un funeral y un rito de iniciacion. Miraba fijamente el feretro, a los pies del altar y las iniciales: C. E. L. Carmen Elgazu Letamendia… Letamendia! Hay apellidos que se arrinconan para siempre, incluso a la hora de la muerte.

La comitiva salio hacia el cementerio. La furgoneta, lenta como la noche en el piso de los Alvear. La familia detras, Mateo, cojeando. Una gran multitud. Solo hombres. Las mujeres se quedaron en el piso de la Rambla, ocupandolo por entero rezando el rosario.

Una vez mas el cementerio se convirtio en la gran noticia. Como cuando fue fusilado el comandante Martinez de Soria. Y el coronel Munoz. Y mosen Francisco. Y Cesar. Y Jose Alvear. Y los maquis. Aquel era el punto de cita de los gerundenses. Tarde o temprano todos se reunian alli, a contarse unos a otros su anecdotario y a jugar la ultima, la eterna, partida de domino. Era una tarde radiante, que se prolongaba para dar tiempo al tiempo. Los panteones relucian, especialmente el de los padres de Jorge de Batlle y el destinado a la Voz de Alerta, a Carlota y al pequeno Augusto. Los cipreses no se movian. Solo la Torre de Babel podia compararseles. Paz recordo a su padre, muerto en Burgos y ceso de llorar. El camarada Montaraz -que por fin, despues de discutirlo con Maria Fernanda, asistio- llevaba su uniforme falangista de gala y era como una mancha blanca que desentonaba del resto.

Los sepultureros, sin prisa, con la boina en la cabeza -sin la colilla en los labios-, emparedaron a Carmen Elgazu. La lapida ajusto plenamente: solo unas paletadas en los bordes. Alla dentro quedaba para siempre aquella mujer que habia parido tres hijos y habia hecho feliz a un hombre cabal llamado Matias Alvear. Sus hermanos del Norte -Josefa, Mirentxu, Jaime y Lorenzo- llegarian al dia siguiente. La muerte andaba mas de prisa que los trenes.

– Padre nuestro que estas en los cielos…

Mosen Alberto rezo. Y le contestaron todos los presentes. Incluso Julio Garcia, notando un cosquilleo que nunca pudo imaginar. Como era posible que se acordara de aquella oracion? Y quien era aquel Padre que estaba en los cielos? Los cielos eran una entelequia, el universo en expansion, limitado pero infinito. Eso por lo menos decia un fisico que pertenecia a la Logia Cavour.

A Matias se le cayo el sombrero que sostenia con las dos manos y Eloy se agacho y se lo recogio. Cerca del cementerio estaba el Estadio de Vista Alegre. Eloy penso: 'Ya nunca mas volvere a jugar al futbol'.

Manuel Alvear, el seminarista rezaba. Habia cerrado los ojos y rezaba desde el fondo de su corazon. Todo cuanto mosen Alberto no dijo en el Mercadal se lo decia el a si mismo: 'Tia Carmen' les habia precedido, les protegeria desde la gloria, era otra alma que 'veia' de frente al Creador.

Mosen Alberto dio por terminada la ceremonia. Se produjo el repliegue, la evasion. La arenilla crujia bajo los pies. Decenas de fotografias y de florecillas muertas contemplaban desde los nichos la comitiva en retirada. El primero en despedirse -'mi pesame mas sincero'- fue el gobernador. Mateo e Ignacio escoltaron a Matias, Matias se resistia a abandonar el cementerio. Pero le introdujeron en el coche de Ignacio y el hombre se pregunto como su hijo iba a ser capaz de conducir.

Las mujeres esperaban en la casa. Matias, antes de entrar, vio a Ramon, el camarero del Nacional, de pie bajo los soportales, con la servilleta al hombro y la actitud respetuosa.

CAPITULO XXXVIII

POCO DESPUES LA ONU decreto la retirada de los embajadores. Espana quedo aislada. Que iba a suceder? Matias se decia: 'Espana rompera el bloqueo un dio u otro. El aislado soy yo, que lo soy para siempre'.

Arenys de Munt, empezado el 11 de septiembre de 1984 y terminado el 24 de octubre de 1985.

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PERSONAJES DE FICCION

Jose Maria Gironella

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