Despues de que Willy y Rose se marcharan, el primer dia de clase de aquel semestre, Fruggy Fred habia seguido roncando en la cama mientras Cal se sentaba en el suelo frotandose las piernas y trataba de ordenar las conflictivas senales.

Habian matado a alguien alli y nadie le habia avisado. No habian puesto una de esas cintas policiales de color amarillo sobre la puerta. El decano no habia publicado una nota en la prensa. Fruggy se giro, y se giro de nuevo. Su boca se movia sin parar. Cal se pregunto con quien estaria manteniendo aquella conversacion tan animada. Se inclino para escuchar, pero no pudo entender las palabras. Se acerco a la pared y estudio el mal trabajo que habian hecho los pintores.

Habia olido aquello antes.

Tras decidir -en la ultima semana de noviciado, antes de tomar los votos definitivos- no seguir adelante con su proyecto de hacerse monja, su hermana empezo a trabajar como asistente social, en los tiempos en que el termino no estaba todavia demasiado devaluado.

Por aquel entonces, cuando todavia duraba la culpa por Vietnam y los ninos asiatico-americanos llegaban a centenares buscando a sus padres, y los cubanos eran encerrados enjaulas en los pasos subterraneos antes de ser devueltos a Castro, gritando todos, y los escuadrones de la muerte recorrian Sudamerica y entraban en los suburbios, las chicas blancas seguian viendo Harlem como una especie de Meca que impulsaba el Movimiento Negro, y nadie sabia muy bien lo que hacian. Estaba bien, al menos era algo, un esfuerzo. El crack y el SIDA sobrevolaban el mundo y descendieron para picotear su tejido mientras esperaban a que se extinguiera el ultimo minuto de la musica disco.

Le habia descrito mas horrores de los que jamas podria perdonarle. No lo habia hecho a proposito, nunca habia pretendido que el recogiera tanto de lo que ella sembraba entre gemidos y sollozos, pero incluso a la edad de cinco anos sentia una predileccion por la condenacion.

Sin embargo, pasado el tiempo, habia terminado por olvidar la mayoria de los detalles de lo que ella le habia contado, y se habia descubierto tratando de recordar, persiguiendo los esquivos recuerdos y al mismo tiempo tratando de seguir pensando en ella con carino.

Las historias de ratas, que ella le contaba teniendolo sobre sus rodillas mientras veian los dibujos, eran sus favoritas. Le explico que devoraban la gruesa carne de los muslos de los bebes y los indigentes, que se metian dentro de los moribundos y salian por sus gargantas. Le hablo de los estomagos de los muchachos que habia tenido que tapar con las manos despues de que un atraco a una licoreria de la avenida Jerome saliera mal, de las ninas de doce anos que atascaban los inodoros con sus bebes y de los hombres que prendian fuego a sus mujeres porque les habian hecho demasiado la hamburguesa. Le conto algo sobre tres tios que la habian violado en una furgoneta verde. Estaban buscando una monja.

Una tarde nublada, cuando el tenia siete anos, poco despues de dejar de trabajar en el Bronx y empezar a cuidarlo en lugar de mama, se sento en la banera mientras la lluvia caia copiosa y golpeteaba las ventanas. Se abrio las munecas en vertical, hasta el final del antebrazo -cosa importante si quieres que la sangre no se coagule- y lo llamo para pedirle que dejara de ver la television y le leyera pasajes de la Biblia. No era la primera vez que lo hacia y a el le gustaba.

Caleb recordaba como se cimbreaban los chorros rojos bajo el agua.

Chillando y paralizado en el sitio un instante, presa de la histeria, antes de salir corriendo freneticamente hacia la banera, habia resbalado en la sangre aguada que su hermana habia derramado sobre los baldosines, mientras ella lo llamaba con gestos. Le sonrio y fue lo peor que habia visto en toda su vida. Habia burbujas por todo el suelo y el rojo era como sirope vertido en la banera. Estaba descalzo y resbalo en el suelo mientras extendia una mano y casi llegaba a tocarle el pelo.

Parte de ello seguia tan fresco en sus recuerdos que Cal tuvo que abrir los ojos para no regresar a aquel momento y aquel lugar. Lo habia impresionado el tamano de los pechos desnudos de su hermana. Estaba horrorizado y asqueado, incapaz de creer que el momento fuera real… y que ella hubiera almacenado en su interior tanto veneno.

– Cal…

Su nombre en los labios de su hermana sono como un chillido de agonia o una maldicion ancestral. Le impidio acercarse mas.

Sendos chorros cruzaron el bano cuando su hermana saco la mano del agua para asirlo. La sangre salio despedida, salpico el espejo y resbalo hasta la bandeja del cepillo de dientes.

Al verlo, las palmas de Cal se abrieron como si le acabaran de atravesar las manos con clavos.

La espuma le rocio la cara y lo cego mientras se volvia a un lado tratando de apartarse. Ante sus mismos ojos, su sangre y la sangre de su hermana corrieron para encontrarse. Habia algo precioso en ello, de veras, como si estuvieran acudiendo en ayuda la una de la otra. La sangre hacia lo que el no podia. Sin chillar ya, casi curioso mientras sus rodillas cedian y terminaba de sucumbir al ataque, Caleb bajo la mirada hacia las heridas de sus manos y su cara se precipito contra el grifo del bano.

Cuando desperto, en el hospital, tenia una conmocion, y su hermana llevaba dos dias bajo tierra.

Pero aquella peste roja se habia alojado en lo mas profundo de su garganta. Debilmente, trato de aranarse el fondo de la lengua con las unas. No tenia heridas, cicatrices ni marcas en las manos y nadie lo creyo cuando les explico lo que habia pasado.

Eso ya no le importaba demasiado. Desde entonces habia sufrido en dos ocasiones los estigmas, heridas que se abrian espontaneamente en sus manos a imitacion de las de Cristo, perforaciones descarnadas que aparecian en sus manos. Se pregunto por que no lo hacian tambien en sus pies o en su costado, donde el soldado romano habia herido a Jesus en el Golgota, y por que no sangraba su cabeza por las mil heridas de una corona de espinos. Ya que tenia que pasar, por lo menos que pasara bien.

Pero no fue asi. Estudio el fenomeno y descubrio que solo ocurria en los fieles mas devotos y ortodoxos. Asi que, ?por que el? ?Y por que entonces? Era una locura, por supuesto.

Caleb estaba en el instituto, dando clase de matematicas, cuando su madre se mato en un accidente de coche a menos de dos kilometros de casa. Las palmas se le habian abierto sobre una serie de ecuaciones hiperbolicas. Volvio a ocurrir cuando tenia diecinueve anos, mientras se duchaba despues de un torneo de pelota interescolar, el dia que el corazon de su padre cedio al fin.

Cal habia sabido que estaban muertos mucho antes de que nadie tuviera tiempo de decirselo.

Masajeandose las rodillas, habia contemplado la pared de color melocoton, y entonces Fruggy Fred habia despertado con un estornudo gigantesco, habia levantado la mirada y habia dicho:

– Lo averiguaras, encajaras las piezas -y a continuacion se habia dado la vuelta y habia seguido durmiendo.

Caleb conocia la sangre.

Tras dirigirse cojeando a la oficina de seguridad del campus, descubrio que era mucho mas facil de lo que habia pensado conseguir que le contaran la verdad sobre lo ocurrido en su cuarto durante las vacaciones navidenas. Habia temido que las mentiras comenzaran desde el principio.

Los dos jefes de seguridad eran los hermanos, Wallace «Toro» Winkle y Michael «Rocky» Winkle, ambos en la cuarentena, con el cabello recortado y cano oculto casi del todo bajo una gorra de beisbol, venas hinchadas en las sienes y un gesto cenudo soldado casi siempre a la frente. Parecian tan genuinamente malvados que aunque supieras que eran buena gente, siempre te quedaba alguna duda.

A Rocky le gustaba levantar en vilo a la gente que causaba problemas y arrojarla de cabeza contra el mueble mas cercano, como por ejemplo el aparato de television de un dormitorio, mientras que Toro se limitaba a golpearlos en la garganta, pam, con la callosa mano abierta y a continuacion los sacaba a la calle mientras ellos trataban de recobrar el aliento. Cal habia tenido algunos encontronazos con ellos a lo largo de los anos, normalmente cuando Fruggy Fred se dormia en mitad de su programa y Willy y el se apoderaban de la emisora de radio.

Fruggy se dejaba caer en un jergon y alcanzaba el estado alfa en dos minutos exactos. A continuacion, Willy llamaba a la chica con la voz mas sugerente que conocieran -su aspecto era lo de menos mientras tuviera un timbre apropiadamente perverso- y la dejaba salir a las ondas para que con aquella voz lujuriosa contara historias al estilo de las de las cartas de Hustler y Howard Stern. Las inflexiones eran importantes. Para gran enfado de Rose, Willy sentia una curiosa atraccion por las culturistas y se dedicaba a poner conferencias con los editores de la Revista Madre Musculo para desafiar a cualquier chica capaz de levantar mas de ciento cincuenta kilos en bancada a hacerle una visita, hasta que Toro o

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