por tan poca cosa. Sus amigas americanas volvian siempre de Europa cargadas con esta clase de souvenir. Su madre tenia la casa llena de tonterias por el estilo que hacen tanta ilusion cuando pasan los anos. Jarritas. Vasitos. Saleritos. Ceniceritos. Cuando Mom le pedia a un camarero que le vendiera un platito con el nombre de un hotel europeo famoso el camarero se lo regalaba. Pero se lo regalaba porque su marido Joe el padre de Pansy deslizaba un billete de diez dolares en la mano abierta del camarero y nunca habian tenido un problema como el que ellos acababan de tener al principio de su luna de miel. Naturalmente Joe era muy distinto de Juan. Era fantastico. Unico. Sabia lo que queria. Y sabia como conseguirlo. A lo mejor Juan podria parecerse un poco a Joe dentro de unos anos. En America todos los extranjeros cambian con el tiempo. Unos mas pronto que otros. Hasta que todos acaban pareciendose a los americanos. Solo entonces le decia Pansy los extranjeros tienen lo mejor de ellos mismos y lo mejor de los americanos. Algunos parecen casi perfectos. ?Ojala llegues tu a esa perfeccion algun dia!
Si hubiera sido como Joe la jarrita del te no se habria convertido en un problema. Juan nunca habria hecho un drama de la jarrita del te que ahora ella detestaba profundamente. Eso era lo unico que habia conseguido Juan. Eso unicamente. Que ella detestara la jarrita de te del Claridges cuando lo que esperaba es que Juan le hubiera ayudado a conseguir la jarrita de te.
Pero ?que otra cosa podia esperar de un hombre que tenia la costumbre de llevarse las cosas sin permiso y sin pagarlas? Porque eso era lo que distinguia a Juan. Cuando algo le gustaba se lo llevaba. Asi. Por las buenas. No pedia. No las compraba. Se las llevaba. Como si fuera un ladron. En realidad robaba. Y ?que adelantaba haciendo eso? Eso era una temeridad. Una locura. Una idiotez como ir sin billete en el metro. Esas idioteces se hacen cuando eres muy joven y por tanto muy irresponsable. Pero Juan ya no era joven. Y no tenia por que seguir siendo irresponsable. En Inglaterra robas una jarrita en el Claridges y te expulsan del pais. Hacen muy bien. Es lo que hay que hacer. Pero ella no queria que les expulsaran del pais por una jarrita del te. Ella pretendia convencer al camarero para que le vendiera la jarrita del te. Si en lugar de ir con el al Claridges a tomar el te completo esa tarde hubiera ido con su padre las cosas habrian salido de una manera completamente distinta. Seguro.
Iremos a ver a Joe. Ya veras. Le contaremos lo que ha pasado y veras lo que dice. Tonto. Tonto. Te dira que eres muy tonto. Te dara un bofetoncito. Te dira que eres bobo. Porque es verdad. Eres tonto y bobo. Se actua de otra manera. Tendrias que haber visto actuar a mi padre. Joe es fantastico. Es unico. Con un solo billete de diez dolares lo habria resuelto.
Y si no con una propina como la que el habia dejado sin ningun motivo en el Claridges Pansy habria comprado una jarrita preciosa en Oxford Street. O quiza habria vuelto al dia siguiente ella sola al Claridges y habria buscado al camarero. Esa vez ella sola lo habria convencido. Hasta que no lo hubiera conseguido no habria dejado de insistir.
Lo que pasa es que tu no insistes. No sabes insistir. O no te tomas la molestia de insistir. Te cansas demasiado pronto. No eres constante. Ya me he dado cuenta. Pero ya aprenderas. Te conviene aprender. Si no aprendes las cosas iran de mal en peor. Te has acostumbrado a conseguir algunas cosas con muy malas artes. Nunca consigues nada limpiamente. Haces trampas. Enganas. Robas. Por una insignificancia te pones fuera de la ley. Tu solo te marginas. Prefieres quitarle a alguien una cosa en lugar de luchar por esa cosa. ?No te das cuenta Juan? Eso es grave. ?Donde aprendiste eso? ?Quien te enseno eso? ?Algun antepasado moro? ?Es que no entiendes que todo tiene un precio? Desde muy pequena Joe me decia que en la vida todo tiene un precio y que solo es cuestion de pagar ese precio. Pero no te equivoques. Has de pagarlo. Y Joe tambien se lo decia a mis hermanos. Si pagas un poquito mas que el precio correcto de una cosa no hay ninguna cosa que se escape. Pero has de pagar ese precio. Ese poquito mas. Yo le habria pagado diez libras por la jarrita del te. Y tu podias haberle dado otras cinco libras al camarero. Y nos habriamos llevado la jarrita. Al fin y al cabo son las cuatro cosas que luego quedan de los viajes. Eso y algunas fotos. Pero ?te das cuenta? Ni siquiera nos hemos hecho una foto tomando el te. Ni una foto. ?Que lastima!
Que lastima no haber abandonado a Pansy en el salon del Claridges.
Carino ahora vuelvo.
Te encerrabas en el lavabo y te mirabas un segundo en el espejo para darte animos. Luego caminabas derecho y sin volverte hacia el vestibulo. Cogias un paraguas y ya no volvias. Ella se quedaba en el salon del hotel Claridges peleando por la jarrita. Y el salia disimuladamente a la calle y abria el paraguas. Su paraguas o cualquier otro paraguas que encontrara a mano en el paraguero. Tambien era estupendo apropiarse de un paraguas ajeno con la empunadura de raiz.
Sin embargo Juan jamas habria sido capaz de llevarse un chaleco salvavidas de un avion. Lo habia imaginado pero inmediatamente habia rechazado la idea. Hasta ese extremo no llegaba. Y estaba seguro de que nunca llegaria.
Una vez sorprendio a un pasajero metiendo en su bolsa de viaje el chaleco salvavidas al terminar el vuelo de Nueva York. Aquel individuo ya no era un nino aunque pusiera cara de ingenuo. Cara de imbecil. Ponia esa cara para que nadie sospechara de el. No es tan facil llevarse un chaleco salvavidas de color amarillo a las 6.45 de la manana de un avion que acaba de aterrizar. Aunque la mayoria de los pasajeros llegan muertos de sueno siempre hay alguno espabilado. Por supuesto mas espabilado que las azafatas. Las azafatas llegan ciegas. Estan ausentes dentro de sus uniformes arrugados. Piensan en sus novios. En sus maridos. En sus ninos. En sus perros. En lo que van a hacer esa tarde despues de dormir la siesta. ?Iran al cine? ?De compras? ?Al ginecologo? Piensan en cualquier cosa menos en lo que esta sucediendo a su alrededor. Ellas dieron por terminado el servicio. Se ponen tiesas en el pasillo. Dicen adios.
Adios. Gracias. Buenos dias. Gracias. Adios. Buenos dias.
Con una manita enguantada se suben un poco las faldas. Y tambien las bragas. Las bragas y las faldas tienden a bajar a medida que ellas ascienden a las alturas. Son vasos comunicantes. A nueve mil metros de altitud el elastico de las bragas pierde fuerza. Las bragas caen poco a poco hasta desplomarse. En ocasiones las azafatas tropiezan con sus propias bragas que se enredan en sus pies. Han de estar muy atentas. Porque a esa altitud todo va perdiendo fuerza. Los elasticos de las bragas de las azafatas y las mismas azafatas arriba y abajo tirando del carro con media lengua fuera. Solo tienen ganas de beber y de orinar. Se pasan el viaje entero bebiendo enormes vasos de agua y orinando enormes cantidades de orina. Les han dicho que de lo contrario la piel se agrieta. Las arrugas aparecen mucho antes de hora. Envejecen a la carrera. La carrera de las azafatas es una carrera meteorica hacia la vejez.
Beban todo lo que puedan aunque no tengan sed. Y orinen todo lo que beban aunque no tengan ganas de orinar. Un litro cada hora. Y naturalmente ellas hacen caso. Luego eso les obliga a sentarse mas veces de las deseadas en los retretes de clase turista donde todo esta encharcado y sucio poco despues del despegue. Los aseos de los aviones espanoles son como los aseos de las tascas y bares espanoles. Un pantano de orines y de papeles mojados. Nadie mea donde se supone que hay que mear en los aviones espanoles. Los pasajeros mean por los lados. Mean contra la pared. Mean por cualquier rincon menos por donde se supone que hay que mear. Las azafatas procuran usar con la mayor naturalidad del mundo los aseos de la primera clase cuando los pasajeros de primera clase se quedan abotargados de vino y de licores de gran marca que fueron ingiriendo gracias a la machacona insistencia de las azafatas interesadas en ponerles cuanto antes fuera de juego. Una vez caen fritos ellas se apropian de los lavabos de la primera clase que suelen estar mas limpios. No porque los pasajeros de primera clase sean mas limpios que los restantes pasajeros sino porque siendo menos generalmente ensucian menos.
Entonces las azafatas se meten alli para hacer unas tras otras todas sus necesidades. Se lavan un poquito. Se ajustan la blusa debajo de la falda del uniforme. Se estiran la falda y se ponen en su sitio las bragas. Se peinan. Se acicalan dentro de lo autorizado por el reglamento. Se pintan. Se miran en el espejito del aseo de primera clase y asi aguantan optimistas hasta rozar la pista donde les espera la furgoneta de la compania aerea que se las llevara pitando a la terminal. Una vez en la terminal las azafatas no pierden un minuto y vuelven a meterse en los lavabos y acaban de hacer todas sus urgentes necesidades y se ponen cremas hidratantes en la cara y gotas refrescantes en los ojos y grasa de caballo en el cinturon y los zapatos sin haberse enterado si aquel individuo se llevo por fin el chaleco salvavidas en el equipaje de mano.
Ellos mismos se delatan. Su mirada decia a voces me estoy llevando un chaleco salvavidas en mi equipaje de mano. Me lo llevo y no me importa lo que pueda pasar cuando este avion vuelva a cruzar el oceano y haya una emergencia y los pasajeros tengan que ponerse el chaleco salvavidas y uno de ellos no tenga chaleco salvavidas. Mala suerte. Yo quiero este chaleco salvavidas porque me gusta tener en mi casa un chaleco salvavidas.
Pero Juan sabia como proceder en estos casos. Miro al imberbe canalla moviendo la cabeza a un lado y