otro.

No. Eso no se hace amigo mio. No. Eso no.

El otro trato de devolverle una sonrisa forzada. Se puso mas colorado que un pimiento. Se agacho como para recoger algo a sus pies cuando en realidad se agacho para deshacerse del chaleco a toda prisa. Se coloco de espaldas a Juan que ahora podia contar las gotas de sudor que resbalaban por el pescuezo de aquel joven canalla que estaba verdaderamente hecho pure.

Juan sintio una gran satisfaccion. Autentica euforia moral. El orgullo se le escapaba por las narices como el relincho saludable de una caballeria. ?Quien sino el podia haber detectado una maniobra de robo tan refinada de no haber sido un consumado coleccionista de cuchillos de mantequilla de los hoteles Hilton?

Nadie. Porque nadie ha desarrollado el mismo olfato. Nadie ha afinado la vista asi. Y nadie tiene esa autoridad para intervenir en el momento justo evitando el escandalo. Detestaba el escandalo.

Le tranquilizo comprobar que no solo poseia las cualidades del perfecto cleptomano sino tambien la sagacidad del incansable detective. Ese joven canalla no dominaria nunca el arte de robar cuchillos de la mantequilla. Tal vez ni siquiera lo habria intentado. Su brutalidad le empujaba solamente a robar chalecos salvavidas en los aviones.

Uno dos. Uno dos.

Grabando.

Grabando Juan no esperaba encontrar tantos mutilados en los paises islamicos. Gente sin dedos. Sin manos. Sin pies. Cuando Damas y Caballeros le envio a Dahran para cubrir las payasadas de la Guerra del Golfo se dio cuenta de que la mitad de la poblacion saudi estaba mutilada. Aquello era mucho mas impresionante que la guerra que aun tardo meses en estallar. El sirviente de Sri Lanka que limpiaba su habitacion habia perdido tres dedos. Nunca le confeso el motivo. No hacia falta.

El jardinero era manco.

A un mozo de equipajes le habian cortado practicamente todos los dedos de las manos.

El portero empujaba la puerta con el codo.

De todas partes salian los mutilados. Habian robado. Habian sido castigados. Ya no robarian nunca mas. Los clientes del hotel podian dejar las maletas abiertas. El dinero a la vista. Los objetos de valor encima de la mesa. Todo estaba seguro. Nadie tocaria nada. Nadie se arriesgaba a perder el resto de sus extremidades. Tanto si eran como si no eran seguidores del Profeta.

Los preparativos de la guerra inteligente resultaron ser de una torpeza insultante. En el Centro de Propaganda del Ejercito norteamericano daban notas impublicables. Habia despachos de las agencias totalmente idiotas que a falta de cualquier informacion los corresponsales de guerra copiaban y alteraban un poco para darles cierto estilo personal. Todo mentira. Aburridas cronicas de precalentamiento belico a bordo del USS Wisconsin empezaban diciendo que en esta manana muy soleada y calurosa disponemos de todo el espacio del mundo para disparar. Luego continuaban diciendo que habian disparado mucho. Y a continuacion el responsable maximo de hacer esos disparos desde el USS Wisconsin respondia idioteces a las preguntas igualmente idiotas del periodista elegido para esa mision de propaganda. Los corresponsales se las ingeniaban para hacer creer a sus respectivos lectores que habian estado separadamente en el USS Wisconsin presenciando una sesion de tiro. Sandeces y mas sandeces que el director de Damas y Caballeros publicaba en primera pagina para dejar patente desde el comienzo del conflicto belico que uno de sus hombres esperaba el comienzo de la batalla en el frente. Se trataba nada mas que de un fraude muy bien urdido por los periodistas cada manana a la hora del desayuno en el hotel. Todos estaban dispuestos a transmitir cuantas exageraciones y embustes fabricaran sus mentes.

Periodicos de todo el mundo. Emisoras de radio de todo el mundo. Televisiones de todo el mundo esperaban el ansiado dia D y la hora H mientras sus mentirosos asalariados mataban el tiempo oyendo las noticias de la BBC chapoteando en las piscinas orientadas hacia La Meca y bebiendo grandes zumos de naranja a precios exorbitantes servidos por los oscuros mutilados de la ley del Islam. Y un dia tras otro alli no pasaba nada.

Hasta que por fin una manana de tantas llego soltando alaridos el reportero espanol con fama de traer la guerra total metida en la camara.

Atencion. Ya estoy aqui. La guerra va a empezar.

El reportero pregunto donde habia un tanque. Un tanque saudi o un tanque americano. Eso le daba igual. Un tanque con un gran canon. Le dijeron que habia un tanque decorativo en un acuartelamiento cercano. Entonces el reportero ordeno a su equipo de television que le acompanaran hasta el tanque. Una vez alli el corresponsal de guerra se coloco delante del canon ataviado con ropa de camuflaje y mirandose el reloj sentencio que habia empezado la cuenta atras para la guerra.

Es inminente. Manana. Pasado manana. Incluso esta tarde.

Los iraquies atacarian a las fuerzas aliadas con armas quimicas y bacteriologicas. Tal vez atomicas. La guerra iba a ser devastadora. Escalofriante. Guerra de misiles. Misiles tierra mar. Misiles tierra aire. Misiles tierra tierra. ?Tragame tierra! No habia esperanzas de evitar esa lluvia de misiles.

Sin embargo la guerra no estallo al dia siguiente tal como estaba anunciado. Ni al otro. Ni al otro. Ni al cabo de un mes. Ni de tres meses. Nada. El retraso de la guerra era ofensivo. Macabro. Decepcionante. A lo sumo algun soldado de la US Army moria atropellado por un camion tambien de la US Army. Y eso era todo.

Las tropas multinacionales fueron desplegadas lentamente en el desierto. Pero el reportero que llevaba la guerra en la camara no perdia las esperanzas. Este retraso tenia una justificacion. Este retraso era un retraso deliberado. Era una prueba de la magnitud pavorosa que alcanzaria la guerra en cuanto sonara el primer disparo. ?Para que estaba el en Arabia Saudi? ?No era el un iman infalible para la guerra? ?Cuantas guerras le habian fallado? Ninguna. Y alargaba su pescuezo y levantaba su nariz para olfatear los aires de la guerra. Entonces le apuntaban sus fieles camaras.

Ya sopla el aire de la guerra. Ya percibo su intenso y putrefacto aroma dulzon. El olor de los cadaveres.

Entornaba los ojos.

?Corta! Ya vale.

Mientras la guerra relampago se aproximaba a paso de tortuga los corresponsales de guerra todavia sin guerra podian visitar a las tropas acampadas en el desierto. Alli podian entrevistar a los soldados en pie de guerra. Podian fotografiarlos apoyados en sus armas. Subidos a los carros de combate. Tumbados en los catres. O incluso mirando revistas de mujeres desnudas. Luego regresaban a sus hoteles en Dahran para tomar una buena ducha y una buena cena despues de enviar una buena cronica.

Durante cuatro interminables meses el unico pasatiempo que se ofrecia a la prensa eran unas agotadoras excursiones en direccion a la frontera kuwaiti en autobuses militares saudies. Se salia al amanecer y se regresaba antes de media noche. Este tipo de turismo escolar era muy del agrado de los reporteros japoneses quienes acudian en grupos numerosos y ocupaban ingenuamente las ultimas filas del autobus sin sospechar que el perverso conductor saudi haria todo lo que estuviera a su alcance para desnucarlos.

A ningun periodista occidental se le hubiera ocurrido sentarse en la ultima fila de un autobus militar saudi que saltan como bestias de rodeo. Solo los japoneses se aventuraban a hacerlo ignorando que alli estaba el unico estupido peligro de esa guerra inteligente. El conductor se adentraba en el desierto por pistas de arena plagadas de grandes hoyos. De pronto lanzaba el vehiculo a toda velocidad y en aquel violento sube y baja satanico el golpe era mortal para los asiaticos. Las cabezas niponas rebotaban contra el techo y sus craneos se hundian en el hierro del autobus. Gritaban desesperadamente pero siempre en vano. El conductor saudi no les hacia el menor caso. Creia que se divertian. Que aquello era jolgorio nipon. Fiesta nipona. Juerga en el desierto. Y no era tal. Aquello era una masacre en toda regla. Un reportero de Osaka se rompio el cuello. Dos de Tokio se desnucaron. Varios mas perdieron movilidad en las extremidades inferiores. Algunos sangraban. Otros vomitaban su asqueroso vomito negro de dolor.

El periodico de Ryad daba estas noticias con recochineo.

Los corresponsales de guerra japoneses han probado los efectos de la guerra.

Los corresponsales de guerra japoneses han sido las primeras bajas de la guerra.

Y relataban la funesta expedicion al desierto que ponia a los corresponsales extranjeros acreditados en Arabia Saudi en contacto directo con las tropas aliadas.

En realidad los corresponsales solamente habian entrado en contacto brutal con la parte blindada de la carroceria de los autobuses saudies conducidos por sanguinarios conductores saudies.

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