personas me parezco? ?Cual de estos rostros dolorosos se llama Elena y lleva una pierna sin depilar? ?Soy la referencia de alguien o solo la mitad de este desconcierto? ?Que les debo?, ?que debo a estas mujeres que todavia no he terminado de pagar? Una de ellas me amargo la juventud y la otra fue joven cuando yo empezaba a declinar. Ya basta, todo es como es: mi madre esta muerta, detras del cristal destinado a proteger a los muertos de los vivos; la familia y los amigos parecen tristes; mi marido atiende a todos con notable eficacia y yo voy de un lado a otro con los ojos secos, la falda torcida y la pierna izquierda llena de pelos. La ropa interior, ya basta. La muerte de los padres cambia la perspectiva de la vida, le dijo alguien al oido, mientras deslizaba un beso en su mejilla. La acerca mas bien, contesto Elena con una sonrisa circunstancial, retirandose hacia la periferia de aquella fiesta mortuoria.

Aquella noche durmio bien, si por ello se entiende dormir con todos los sentidos y no tener al despertar registro alguno de las horas de sueno. No desperto aturdida, pero si algo ajena a su propia vida, que hubo de reconstruir en los primeros instantes de aquella jornada en la que se entregaria a la tierra el cuerpo de su madre. Enrique, su marido, estaba ya en el cuarto de bano, bajo la ducha, cuyo ruido llegaba al dormitorio como el eco de una lluvia lejana. Intento rescatar algun fragmento de la noche, pero no hallo nada, excepto la huella de su cuerpo sobre el colchon como prueba unica de que habia permanecido alli durante aquellas horas de suspension. Llevaba un pijama de Enrique que le estaba grande, pero que le gustaba por la libertad con que se movian sus miembros dentro de el. En realidad hacia tiempo que usaba para dormir prendas masculinas que decia comprar para su marido, pero de las que se apropiaba ella.

Se levanto y noto una sensacion de plenitud que le produjo alguna extraneza. Quiza durante la noche le habia sucedido algo de lo que no era consciente que se traducia ahora en un optimismo corporal no previsto para un dia de luto.

Enrique no estaba en el cuarto de bano.

Advirtio entonces que lo que habia escuchado desde la cama no era el ruido de la ducha, sino el de una lluvia real que sucedia al otro lado de los cristales. La lluvia y la muerte. Fue al salon y se asomo a la terraza. La temperatura habia subido y la atmosfera comenzaba a limpiarse. Respiro hondo y sintio penetrar el aire humedo hasta el fondo de los pulmones, donde seguramente se produjo un efecto quimico que reforzo la sensacion de plenitud con la que se habia levantado.

– Te he preparado un cafe -dijo Enrique detras de ella.

– Hola. Mal dia para un entierro -contesto Elena.

– No hay dia bueno para estas cosas -dijo el, y se hundieron en un silencio habitual en su relacion mientras contemplaban la lluvia caer mansamente sobre los tejados y las fachadas que constituian el paisaje urbano que les era propio.

Tras tomar un cafe, Elena entro en el cuarto de bano, y se desnudo con idea de darse una ducha, pero entonces reparo en los pelos de su pierna izquierda e, incomprensiblemente, se puso a llorar en el borde de la banera; realizo dos o tres gestos con los musculos de la cara para ver si lograba contenerse, pero sus ojos se vaciaban con la naturalidad de un recipiente desbordado. Tuvo la tentacion de abandonarse al estado de animo propio de la produccion de lagrimas, pero reacciono con rabia dispuesta a no dejarse ganar por una tristeza que correspondia a los otros. Sin embargo, cuando dejo la ducha todo era distinto. La plenitud anterior le habia abandonado dejando en su interior un espacio libre que en seguida comenzo a ser ocupado por otro sentimiento de dificil calificacion que la empujaba con cierta urgencia hacia el abatimiento. Recordo a su padre, muerto desde hacia siete u ocho anos, y quiza por primera vez en su vida sintio que la palabra huerfana tenia un significado terrible. Decidio depilarse, pero inmediatamente fue atacada por un impulso supersticioso que le aconsejo no hacerlo. Entonces penso que nada mas levantarse deberia haber telefoneado a la funeraria para hablar con su hija y preguntarle que tal noche habia pasado el cadaver. Esto la hizo sonreir brevemente, pero desde ese instante supo que algo que le concernia especialmente estaba sucediendo desde el dia anterior, aunque ella ignorase el contenido del suceso y el modo en que podria afectar a su existencia. Despues penso que su marido no era bueno, pues deberia haberse ofrecido tambien para pasar esa noche junto al cadaver. Entretanto, se cepillaba el pelo como a la espera de una determinacion que no acababa de manifestarse.

Finalmente, decidio que no iria al entierro. Enrique podria decir que habia pasado muy mala noche y que durante la madrugada habia padecido un colico. Ella quiso venir a pesar de todo, pero yo no se lo permiti, deberia explicar a todo el mundo, aunque ni su hermana ni su hija, Mercedes las dos, llegaran a creerselo.

Dos

Despues del entierro, transcurrieron algunos dias caracterizados por un fragil sosiego. Llovio sin violencia, como si se tratara de una costumbre llevada a cabo con tecnica, pero sin conviccion. El agua caia sumisa en diminutas gotas sobre tejados, calles y transeuntes que la recibian tambien con actitud obediente y resignada. Elena, que aun no se habia depilado la pierna izquierda, la contemplaba desde el ventanal del salon o desde su dormitorio con una calma igualmente quebradiza.

Febrero agonizaba sin estrepito y de subito el nombre de los meses comenzo a adquirir un significado novedoso. Elena puso en marzo la esperanza del sol y el deseo de que la realidad dejara de manifestarse con esos tonos grises tras los que parecia esconderse una amenaza. El mueble grande del salon, donde guardaba la vajilla, parecia haber cobrado con la humedad un grado de existencia organica inexplicable. Observandolo desde alguna distancia, parecia modificar los tonos de su oscuro color, como si hiciera gestos dirigidos al sofa. Por otra parte, desde lejos tambien, daba la impresion de sudar, como si en el interior de la madera se produjera alguna actividad quimica que diera como resultado la expulsion de ciertos humores. Cuando Elena se acercaba al mueble y lo tocaba, la sensacion desaparecia o se atenuaba. De todos modos, comenzo a abrir con cierta repugnancia las puertas de este mueble.

Un dia recibio una llamada telefonica de su hermana Mercedes, que parecia tener prisa en llegar a un acuerdo para el reparto de la herencia. Elena apunto que convendria hablar con Juan, el hermano de ambas, pero Mercedes ya se habia puesto en contacto con el habiendo alcanzado algunos acuerdos basicos.

– Hemos pensado -dijo- que si ninguno de los tres tiene un interes especial por la casa de mama deberiamos venderla.

– De acuerdo -respondio Elena.

– Te noto rara. ?Pasa algo?

– Me han vuelto esos dolores, estoy fastidiada.

Su hermana le hizo un par de recomendaciones y se comprometio a acudir a Madrid el fin de semana siguiente para entrar con sus hermanos en la casa de la madre al objeto de vaciarla antes de ponerla a la venta. Ello implicaba el reparto, que a Elena le sono a despojo, de los muebles y objetos de aquel domicilio que habia sido el domicilio de todos ellos.

Esa noche tuvo un colico y al dia siguiente se levanto agotada. Su marido ya se habia ido a trabajar. Desayuno en la cocina, se fumo un canuto y volvio a acostarse. La cama estaba fria, de manera que decidio no desprenderse de la bata. No consiguio dormir, pese al cansancio y a los efectos relajantes del hachis, porque una sucesion de imagenes -fuera de su control- comenzo a desfilar por su cabeza. Se trataba de imagenes desprovistas de pensamiento o reflexion, pero algo habia en ellas capaz de provocar una angustia excesiva cuyos efectos tendian a concentrarse en el vientre. Penso que si lograba vomitar se quedaria bien, pero no podia levantarse, pues se sentia mareada y temia caerse al suelo. Finalmente, cuando la angustia llego a resultar insoportable, se incorporo y puso los pies en el suelo. Entonces noto que le faltaba el aire y comenzo a sudar a la vez que sus miembros se aflojaban; un instante despues perdio el miedo e inmediatamente se quedo sin conocimiento cayendo de costado sobre la cama con los pies fuera de la misma, a punto de alcanzar el suelo. Antes de eso, habia tenido un segundo o dos de felicidad absoluta, pues le parecio que sonaba el telefono, pero no le importo, a punto como estaba, de hundirse en el olvido.

Se desperto media hora mas tarde, tiritando de frio, pero repuesta del desmayo anterior. Se tapo con la manta y la colcha y encendio un cigarrillo para ver si podia soportarlo, comprobando con satisfaccion que le caia bien,. El sudor se habia enfriado y penso con placer en un bano de agua caliente. El malestar del vientre seguia en su sitio pero notablemente atenuado. El colico, se dijo, quiza no ha acabado de limpiar los intestinos.

Al mediodia se levanto y recogio la casa por encima. Su marido solia comer fuera y la asistenta solo iba dos

Вы читаете La soledad era esto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×