enviar el informe el mismo lunes. Cuando colgo el telefono, Elena sintio que acababa de introducir en su vida un factor de estimulo importante y eso le ayudo a arrinconar en la zona mas deshabitada de su memoria el suceso del dia anterior. De todos modos, decidio no volver a fumar hachis fuera de casa. Esa noche durmio bien y amanecio bastante descansada. A las doce de la manana, cuando salio a efectuar el ingreso solicitado por la agencia, aun no habia sentido ningun malestar, excepto los derivados de una excesiva acumulacion de gases a una altura que ella situo en torno al duodeno.

Tres

El domingo, Elena se levanto de la cama con mal sabor de boca y ardor de estomago. Lo atribuyo al hecho de haber tomado mucha miel la noche anterior, en el transcurso de un ataque de hambre producido por el hachis. Se preparo un bano al que se entrego sin placer y penso vagamente en depilarse la pierna izquierda, pero habia quedado con Juan y con Mercedes, sus hermanos, en la casa de su madre y conjeturo que llegaria tarde si dedicaba mucho tiempo al aseo personal. Se vistio unos pantalones vaqueros y un jersey viejo sobre los que se puso una gabardina de su marido que le gustaba especialmente. No llovia, pero el cielo seguia encapotado y las fachadas de los edificios mostraban grandes manchas de humedad. Condujo sin prisas, retrasando el acontecimiento, y entro en el barrio por la parte de atras.para reconocerse en el deterioro de las aceras que habian constituido el paisaje de su juventud.

Cuando llego al piso de su madre, sus hermanos ya estaban alli, esperandola. Mercedes lloraba en el sofa del salon y Juan le acariciaba mecanicamente la cabeza.

– ?Que pasa?- pregunto Elena.

– Le ha impresionado entrar -replico Juan.

La casa estaba oscura, como el dia. La disposicion de los objetos y los muebles evocaba aun la presencia de la madre, o de su memoria. Tan solo una mayor acumulacion de polvo en las zonas oscuras del mobiliario y en la pantalla del televisor hacian sugerir un abandono.

– Huele a cerrado -senalo Elena.

– Huele a muerte -anadio su hermana entre sollozos.

– Mama murio en el hospital.

– No importa, huele a muerte -insistio.

Elena se acerco a la puerta de la terraza y la abrio, pero no noto que la atmosfera interior ganara algo con ello; es mas, le parecio que el ambiente mortuorio de las calles era la emanacion de la muerte atenuada que se respiraba en el interior de la vivienda. Habia comenzado a llover de nuevo, pero el agua -difuminada y borrosa- caia sobre los tejados como una gasa que hubiera sido aplicada anteriormente sobre un cuerpo agonizante.

Elena fue a la cocina y comprobo que habia algun alimento en proceso de descomposicion, que guardo con asco en una bolsa de plastico. Alguien se habia ocupado de desconectar el interruptor general de la luz cuando su madre fue trasladada al hospital, pero no se le habia ocurrido mirar si habia algo en la nevera. Abrio tambien la ventana de la cocina y se establecio una corriente humeda que le produjo un estremecimiento. Volvio al salon.

– Habia comida en la nevera -dijo.

– Si yo no viviera en Barcelona, me habria acercado a limpiar cualquier dia - respondio su hermana en tono de reproche.

Juan y Elena intercambiaron una mirada de solidaridad, pero permanecieron en si' lencio. Estaban sentados los tres en el semicirculo formado por el tresillo, frente al televisor. Elena contemplo a su hermana, que le ofrecia el perfil derecho, y tuvo la impresion de estar mirando algo muy antiguo. Despues dejo resbalar la mirada por la superficie de los muebles, oscuros de color y torturados de forma, anotando que mostraban una opacidad turbia, tras la que se agazapaba una sospecha. Noto un movimiento en sus intestinos, pero la idea de utilizar el cuarto de bano de aquella vivienda le resulto repugnante. Habian ido a vaciar la casa, a clasificar los objetos, pero permanecian sentados, como a la espera de una decision ajena a sus voluntades.

De subito, Juan comenzo a llorar tambien y Mercedes se acerco a el para consolarlo o para multiplicar su desamparo. Elena contemplo la escena con frialdad y considero que era lo suficientemente topica como para no unirse a ella. En ese mismo salon, con identicos muebles y semejante atmosfera, habian sido ninos y adolescentes y jovenes los tres. Ella habia sido la mayor y Juan el mas pequeno, pero ahora parecian tener todos la misma edad; la madurez elimina los matices y la muerte acaba por suprimir las diferencias. Tal como eramos, penso, impregnados de ese carino subterraneo que nunca nos atrevimos a manifestar, o tal vez si, al menos si consideramos que el odio es una de las piezas del amor, quiza la mas activa.

Salio al pasillo y se asomo al dormitorio de su madre. Encendio la luz, porque la persiana permanecia echada, y contemplo los bultos de las cosas como a la espera de que de aquella contemplacion surgiera una idea, un concepto, un juicio que resumiera el sentido de la vida o quiza su direccion, su rumbo, en el caso de que tuviera otro que no condujera al cementerio, pero no sucedio nada, excepto un movimiento intestinal que desplazo unos centimetros la angustia. Se acerco al antiguo armario de tres cuerpos, que parecia el vientre de la casa, y abrio la puerta central; el interior del mueble poseia una obscuridad propia, distinta a las demas obscuridades de la vida, y un olor esencial que habia permanecido invariable a lo largo de los anos. Parecia un pozo cuyas aguas padecieran algun tipo de corrupcion o enfermedad.

Elena penso que si arrojara una piedra al interior del mueble no llegaria a oir el ruido de esta al tocar fondo; tan profunda parecia la tiniebla. Sin embargo, al alargar la mano para acariciar uno de los vestidos que segmentaban la oscuridad escucho el ruido de algo que se habia volcado. Miro hacia el suelo del armario y vio un objeto que resulto ser una botella de conac medio vacia. Penso en esconderla para que no la vieran sus hermanos, pero pronto advirtio que habia mas, todas de conac barato, y que tarde o temprano las descubririan. De manera que la dejo donde estaba.

Sobre la mesilla habia libros religiosos y un rosario de plata con un cristo excesivamente torturado. Abrio el cajon de este pequeno mueble y descubrio un conjunto de cuadernos de pequeno grosor, cosidos con grapas. Abrio el primero y sentandose en el borde de la cama observo la caligrafia de su madre y despues comenzo a leer la primera hoja:

Comienzo estas paginas que ignoro como llamare o adonde me conduciran poco antes de cumplir cuarenta y tres anos. Me repongo estos dias de una bronquitis de la que he salido algo tocada y cuyas consecuencias, segun me temo, no han dejado de suceder. No he dicho nada a mi marido ni al medico, pero noto un punto de molestia aqui, junto al pulmon derecho, que no han conseguido eliminar las medicinas. Temo que sea el germen de algo que todavia no se pueda ver, ni siquiera combatir, y espero que se desarrolle con lentitud, de forma que pueda ver a mis hijos casados y disfrutar un poco de los nietos, si Dios llegara a darmelos.

De todos modos, hay algo espectral en mis malestares. Quiero decir que percibo la enfermedad como un fantasma que recorriera mi cuerpo y que apareciera caprichosamente en uno u otro sitio, segun la hora en que me despierte. Esta madrugada, por ejemplo, amaneci con un pinchazo en la garganta, en el lado izquierdo. Tome unas pastillas que tengo para la faringitis y me quede dormida. Sin embargo, por la manana tenia ese mismo pinchazo en el pulmon derecho. Que vida.

Elena escucho un ruido proveniente del salon y cerro el cuaderno. Estaba sofocada y jadeante, como si hubiera presenciado algo terrible o fabuloso, pero esencial para el trazado de su propio destino. Tras comprobar que nadie se acercaba, cogio los cuadernos y los escondio debajo del jersey, pegados a su cuerpo por la cintura del pantalon. Luego regreso a la sala y comprobo que sus hermanos se habian puesto en movimiento. Tomo su bolso, abandonado en una silla, y guardo en el los cuadernos. Despues salio al balcon, pues habia comenzado a sudar de un modo anormal, y permanecio alli hasta que noto que un frio estimulante se habia establecido en la zona alta de su cuerpo. Regreso al interior y ayudo a su hermana a doblar unas mantas. Despues entro en el bano y paso el pestillo. Penso que si aligeraba el intestino se sentiria mejor, pero no fue capaz de sentarse en el inodoro. Abrio el pequeno armario de metal situado sobre el lavabo y vio que estaba lleno de medicinas, principalmente ansioliticos. El cuarto de bano carecia de ventana, de manera que comenzo a padecer en seguida una sensacion de ahogo que la devolvio al pasillo. Su hermano desarmaba la cama que habia sido de sus padres.

– ?Te vas a llevar la cama? -pregunto.

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